17/10/2017
Muchacho de la Cintas

Habiéndolo rechazado su madre, encontró el Mensaje, captó la visión y después perdió casi todo; este es un testimonio conmovedor de un muchacho de las Cintas del país de Colombia.

Toda mi vida se ha caracterizado por sucesos sobrenaturales y he sentido la mano del Señor dirigiendo mis pasos desde que tengo memoria. Hasta me cuentan que mi madre intentó abortar cuando me esperaba y apenas a los quince días de nacido ella fue a un puente cercano para arrojarme a un río.

Fue entonces cuando una mujer corrió hacia ella y le preguntó qué hacía. La mujer me tomó en sus brazos y dijo que me acogería y sería mi madre a partir de entonces. Me crio como su propio hijo y luego, cuando tenía tres años, me caí al río, mientras ella lavaba ropa en una balsa. Buscó ayuda y cuando llegaron me encontraron colgado del pie en una rama. Cuando mi pie se soltó, alguien agarró mi mano y me salvó. Tengo muchas otras experiencias y testimonios de muchos accidentes y peligros de los que me guardó el Señor.

Comencé a leer la Biblia y encontré muchas cosas que jamás había visto o escuchado en mi vida. En el corazón me sentí dirigido a compartir esas Pepitas de Oro con vecinos y amigos. Nos reuníamos y yo les leía la Biblia. Les gustaba mucho y también los comentarios que yo compartía después. Pasados dos meses, 28 personas se reunían para leer la Palabra de Dios. Comencé a buscar iglesias, pero ninguna saciaba mi corazón como la Biblia.

Por ese tiempo, visité un hermano denominacional que tenía una tienda, donde mantenía un pequeño folleto en una ventana. Se leía “La Palabra Hablada” y el sermón se titulaba El Absoluto. Quería echarle un vistazo, pero el hermano me dijo: “No puedes leerlo. ¡Es muy profundo para ti!”. Le pregunté: “¿Crees lo que dice el libro?”. Contestó: “Sí”. Le pregunté por qué no me lo había mencionado antes y respondió que tenía pensado hablarme sobre el libro algún día. Tomé el libro de su mano y le dije: “Hoy es el día indicado, amigo”. Regresé a casa y, en cuanto abrí la primera página, una Voz acudió a mi corazón y dijo: “Es mi Palabra y mi Mensaje”. Pronuncié en voz alta: “Lo creo de todo corazón”. En ese momento, me convertí en un creyente de este precioso Mensaje.

Cierto día, sentado en mi escritorio, vi una revista titulada Capta la Visión. Llevaba 20 años predicando el Mensaje, pero algo impactó mi corazón cuando leí el artículo titulado “La Voz de Dios está en las Cintas”, el cual relataba la historia del Hermano John, de África, y que el Hermano Branham se encontró con él en un sueño y le dijo que era un “muchacho de las cintas”. Recordé una cita del Mensaje donde el profeta menciona que los espías en Jericó colocaron las cintas secretamente en la casa de Rahab. Algo dijo en mi corazón: “¡Eso me gusta!”. Me di cuenta de que había escuchado las cintas antes, pero aún no había captado la visión.

Unos meses después, visité la ciudad de Puerto Leguizamo para poner a sonar la Voz de Dios. Hablé con el pastor de allí y le dije que debíamos presentar a Elías a la gente. Él asintió y, cuando hablé a la congregación local, un gran avivamiento se produjo repentinamente y todos salimos a las calles mostrando las fotografías de la Nube sobrenatural y la Columna de Fuego.

Recorrimos las calles sosteniendo libros del Mensaje mientras un hermano tocaba en su vehículo la cinta ¿Cuál es la atracción en el monte? Llegamos a un parque, donde anuncié a la gente que el profeta pronto nos acompañaría, así que podían llevar sus enfermos y, a pesar de la dolencia que fuera, Dios aún podía obrar milagros. Las personas empezaron a peguntar: “¿Dónde está este Elías?”. Instalamos un televisor y mostramos el video Un abismo llama a otro abismo. La multitud se dispuso en una larga línea de oración mientras el profeta predicaba y me fijé en que había enfermos de cáncer y desahuciados. ¡Gloria a Dios! ¡Todos fueron sanados! Al final de la gloriosa reunión, le dije a la gente: “Si Dios es Dios, entonces sírvanle o sirvan y sigan a Baal”. La gente gritó: “Queremos al Dios de Elías”. Varias personas se arrodillaron y aceptaron a Jesucristo como su Señor y Salvador esa noche.

Mi esposa y yo podemos testificar que en muchas ocasiones en que encontramos peligros en la carretera, la cinta que suena nos indica exactamente qué hacer en ese momento y confiar en Su gracia. También, muchas veces hemos visto en un servicio de cinta que el Hermano Branham en discernimiento habla a las personas mencionando las mismas dolencias de las que sufren. Luego, el profeta ora por ellos y se curan. ¡Gloria al Señor por esto!

El enemigo no ha pasado desapercibido y como río nos ha atacado a mi familia y a mí. Mi casa se ha inundado y se ha incendiado, pero, ¡gloria a su Nombre!, siempre he hallado consuelo en Su Palabra mientras escucho una cinta que parece hablarme directamente.

Tiempo después, me sentí dirigido en mi corazón a viajar a la frontera con Ecuador para predicar el Mensaje. Un cabo del ejército de la zona me permitió presentar el Mensaje de este Elías al ejército. Bien, eso hice y el ejército Colombiano colgó un rótulo con la Nube y la Columna de Fuego en su regimiento.

Después de esta misión en la frontera, me llamaron para avisarme que mi casa se había quemado por completo. Regresé a casa y efectivamente la encontré totalmente destruida. Para mi sorpresa, todo se había quemado, pero los libros, las Biblias y las tarjetas microSD quedaron intactos. Recogí un libro de entre las cenizas que decía: “Si Dios está con nosotros, ¿dónde están Sus milagros?”.

Ciertamente, Su Voz me ha servido de consuelo y bálsamo a lo largo de todas las pruebas y adversidades de mi vida.

Creamos un grupo por internet que escucha las cintas, en el que individuos y familias se reúnen para escuchar la Voz de Dios de esta última edad.

Los acompaño en el campo de batalla, santos; permanezcamos juntos en nuestros llamamientos. Estamos a punto de llegar a casa.

Su hermano en Cristo, Julián Andrés Delgado

Fotografías

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