23/01/2018
Completamente sana

El amor, la gracia y la misericordia que nuestro Padre nos brinda en abundancia deberían animarnos a presentarle en oración todas nuestras necesidades. En la sala de emergencias se pueden encontrar filas extensas, pero nuestro Señor Jesús no se hace esperar. De hecho, Él está parado a nuestra puerta; sólo tenemos que abrirla y dejarlo entrar.

Me gustaría compartir lo que hizo el Señor por nuestra niña:

Toda la familia estaba celebrando el aniversario cincuenta de mis padres. Mientras los niños corrían por el salón que alquilamos, Eden, nuestra hija de dos años, accidentalmente se golpeó contra una mesa de madera.

La boca le sangraba bastante, así que la consolé y traté de contener la hemorragia. El labio de Eden se había abierto en la parte interior y mi esposo, que es paramédico, dijo que la cortadura no era tan profunda para requerir suturas y que probablemente se curaría pronto. No obstante, el diente delantero izquierdo se le quebró.

No se agrietó simplemente, sino que de arriba abajo se quebró en dos pedazos, que quedaron un poco desalineados. Le aplicamos hielo en el labio; luego, mis padres y varios de mis hermanos nos reunimos y oramos por ella.

En cuanto empezamos a orar, Eden dejó de llorar y se calmó en mis brazos. Su primita de cinco años nos recordó que una vez se le desajustó un diente, pero lo pusieron en su lugar y oraron al respecto, y Jesús la sanó por completo. Nos prometió que oraría por el diente de Eden.

Como sucedió un sábado por la noche, nos dirigimos a casa para acostarla y planeamos llevarla al dentista el lunes a primera hora. Estuvimos muy pendientes de su diente. El diente partido en dos daba una apariencia muy extraña. El domingo Eden amaneció con el labio hinchado, pero la herida se cerró bastante durante la noche.

En la iglesia se quedó dormida con la boca entreabierta y, fijándome, parecía que tuviera tres dientes delanteros en vez de dos, debido a las dos piezas que resultaron del diente fracturado. Cuando salimos de la iglesia, regresamos al salón para almorzar con mi familia. Le corté la comida a Edén en pedazos muy pequeños para que no le presionara el diente, pero no se lo revisé hasta que terminó de comer.

Mientras conversábamos en la mesa, decidí revisarle la boca otra vez. La observé varias veces para distinguir el diente quebrado, pero se veía completamente normal. Le comenté a mi esposo que le echara un vistazo.

Al principio pensamos que, como estuvo masticando, los dos pedazos habían encajado, pero ni siquiera se veía una grieta en el diente. Él le movió el diente y, definitivamente, ¡estaba completo!

Quizás algunos intenten razonarlo, pero mi esposo y yo vimos que estaba quebrado, como también muchos otros. ¡La única explicación es que Dios obró un milagro en su diente!

Cada vez que veo su pequeña sonrisa, recuerdo el gran poder de Dios y Su bondad para con nosotros.

¡Servimos a un Dios muy poderoso!

La Hermana Amber

Canadá