20/02/2017
En momentos de necesidad

Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Salmos 46:1

Recibimos este testimonio de parte de un hermano que, como la mayoría, intentó solucionar un problema valiéndose de sus capacidades. A medianoche, con su familia quedó varado en la nieve junto a una carretera oscura. Entonces recordó lo más importante.

Solo quiero glorificar a Dios y agradecerle por Su misericordia y protección. Mi familia y yo nos levantamos temprano para encargarnos de unos mandados en Grand Rapids. Pedí el día libre en el trabajo de modo que cuando termináramos nuestras ocupaciones pudiéramos visitar a un hermano que no puede viajar y confraternizar con él.

El diablo me había impedido encontrarme con él, pues vive a dos horas y media en el norte de Michigan y el clima no suele ser favorable para recorrer distancias tan largas. Pasamos un maravilloso momento de compañerismo y nos quedamos un poco más de la cuenta, ¡pues es muy difícil dejar de hablar de Jesús! Partimos hacia casa a las 8:30 p. m., y me sentía agotado, sin ánimos de conducir el extenso trayecto. Para empeorar la situación, empezó a nevar bastante. Cuando estábamos a punto de llegar, vi que una sombra negra se nos atravesó. De repente la camioneta empezó a dar vueltas. Intenté retomar el control del vehículo, pero terminamos cayendo en una zanja.

Mi esposa, mis niños y yo salimos ilesos y la camioneta seguía funcionando. Esquivamos árboles, precipicios y guardarraíles hasta chocar contra un gran arbusto; pero, desafortunadamente, quedamos atascados.

Soy muy obstinado (solo pregúntenle a mi esposa), así que por una hora y media intenté sacar el auto. Lo único que logré fue empeorar nuestra situación. Empecé a angustiarme pensando que necesitaría una grúa remolque, que sencillamente no podíamos costear. Ya eran las doce y media y no quería arruinarle la noche a nadie. Entonces de repente me detuve, me volví a mi familia y pregunté: “¿Qué estoy haciendo?, ¿por qué no hemos orado?”.

Así que inclinamos nuestro rostro y le ofrecimos una sencilla oración al Señor para que nos ayudara a salir de esa zanja. En menos de un minuto apareció un hombre en una gran camioneta y preguntó: “¿Necesitan ayuda?”. Su vehículo era de doble tracción y llevaba una cadena para enganchar nuestro carro. A los tres minutos de orar, nos encontrábamos nuevamente en la carretera. La camioneta quedó prácticamente intacta y todos estábamos a salvo, ¡con nuevo aprecio por el poder de la oración!

Él es un Dios puntual que permanece pendiente de nosotros. Santos, ¡Dios los bendiga!

¡DIOS ES TAN BONDADOSO!

El Hermano J.

Estados unidos

Saben, es algo extraño que a nosotros los seres humanos nos guste hacer todo por nuestra cuenta. Pero somos hijos de Dios y en muchas ocasiones solo tenemos que tomar asiento y permanecer sentados hasta que Dios venga y lo haga a Su manera.

Cuando el amor es proyectado (56-0218b)