14/02/2017
Una vela fulgurante

Hace algunos años publicamos un artículo en la revista Capta la Visión concerniente a una hermana anciana llamada Josephine Jarvis. Esta hermana cautivó los corazones de miles de creyentes de distintas partes del mundo, debido a sus condiciones de vida humildes y su dedicación a guiar almas al Señor Jesús. Nuestra hermana falleció hace unos años, pero nos dejó una huella imborrable. El Hermano Gerald Buitenkamp —de la oficina de VGR de Europa— y la hermana Michelle —su esposa— conocieron a una hermana anciana de Alemania que vive en condiciones similares a las de la Hermana Jarvis y, al igual que ella, les robó el corazón.

Hay almas hambrientas y manos extendidas por todo el mundo a la espera de la próxima tarjeta microSD, un libro del Mensaje o la Tableta Agapao, las cuales únicamente pueden quedar satisfechas en un lugar, la Voz de Apocalipsis 10:7. Los viajes de distribución ayudan a saciar el hambre de la gente y pueden beneficiar a cientos o miles en una sola semana, o quizás vayan dirigidos solamente a un alma a la que el Espíritu infunda alientos.

El último viaje del Hermano Gerald no estaba destinado a una multitud, sino a una preciosa alma que alumbra su ciudad con la Luz. 

Ayer decidimos visitar una creyente que vive a cuatro horas de la oficina en un pequeño pueblo alemán llamado Gromitz, en el mar Báltico. El estado se llama Schleswig-Holstein, de donde proviene la familia del Hermano Fred Sothmann. Esta hermana lleva por lo menos veinte años en contacto con la oficina de VGR y anteriormente recibió miles de libros, los cuales ha usado para propósitos misioneros.

Era un día frío de enero y solamente podíamos confiar en que el Señor nos permitiera hallarla en casa. Ella no dispone de línea telefónica y solo envía cartas escritas a mano a nuestra oficina. Cuando arribamos, me confundí de número de apartamento. Mientras buscaba la dirección verdadera, me encontré con unas personas que se paseaban ese domingo y decidí preguntarles si conocían a una anciana que vivía en las residencias estatales.

Respondieron que conocían a una anciana que siempre usaba vestidos largos, se dejaba el cabello largo y visitaba las tiendas locales (me parece que la consideran la rara en la zona). Bien, les dije: “Sí, parece que es la persona que buscamos”. Nos informaron que residía en un apartamento ubicado más adelante.

Aleatoriamente elegí el primer apartamento de la esquina y llamé a la puerta. Tardaron en abrir ¡y resultó ser la hermana que buscaba! Con su pequeña lupa intentó identificar quién estaba en frente de la puerta. Me anuncié: “Soy el hijo del Hermano Heino Buitenkamp”. Entonces me reconoció por visitas anteriores y de inmediato nos invitó a entrar. Nos sentimos muy humildes al ver sus condiciones de vida, pero nos admiró que no se quejaba lo más mínimo y manifestó que el Señor ha sido muy bondadoso con ella y ha atendido todas sus necesidades.

No tiene compañerismo con ningún otro creyente y está completamente aislada donde vive. Éramos los únicos creyentes que había visto en años, aunque sí mantenemos correspondencia con ella regularmente.

La hermana, llamada Hannah Lehman, pasó la mayor parte de su vida en lo que antes se conocía como la República Democrática Alemana, durante la época del comunismo tras la Cortina de Hierro. Cuando mi esposa y yo entramos a su pequeña casa, nos percatamos de que ella no contaba con calefacción y usaba su abrigo dentro de la casa. Por consiguiente, se vale de su horno eléctrico como calefacción en su pequeño apartaestudio, donde duerme en un sofá de dos asientos (su longitud ni siquiera parecía bastar para que se acostara cómodamente).

Al entrar, nos dimos cuenta de que encendió el horno inmediatamente y lo dejó con la puerta abierta para calentar el cuarto. Le llevamos material del Mensaje y un reproductor de CD para que pudiera escuchar los CD de MP3 en alemán (había regalado su propia grabadora para que otros escucharan el Mensaje). Le enseñamos a usarla poniendo a sonar una parte del sermón Guiado por el Espíritu Santo, que predicó el Hermano Branham cuando visitó Alemania en 1955. El Hermano Branham mencionó al principio: “Alemania ciertamente está lista para un despertar espiritual”. Sonrió cuando oyó esas palabras.

Nos contó que había testificado a muchos en su pueblo, en las tiendas de abarrotes y dondequiera que va a pie. Entonces nos mostró cómo busca direcciones de iglesias en las páginas amarillas o las de individuos en la guía telefónica para despachar a sus expensas un libro del Mensaje del Hermano Branham en alemán a cada dirección que encuentra tanto en la región como por toda Alemania. Para ver bien, no utiliza gafas de lectura, sino una lupa. Nos cercioramos de que estuviera abastecida de víveres y suministros cotidianos y oramos con ella antes de partir.

Me pidió que mandara su gratitud al Hermano Joseph y a todos los creyentes en el mundo por suministrarle todo el Alimento Espiritual que recibió de VGR.

Dios los bendiga,

El Hermano Gerald

Oficina de VGR de Europa


P. D. En la época de la Segunda Guerra Mundial, los médicos experimentaron con el cerebro de la Hermana Lehmann mediante medicamentos y operaciones, lo cual le produjo daño cerebral. Durante la guerra los médicos con frecuencia efectuaban estos procedimientos para encontrar curas, pero provocaron que muchos terminaran con graves problemas mentales. Es notorio que aquello afectó su salud.

Me asombró su retentiva, pues mencionó que ora por la familia del Hermano Branham a diario y los nombra a todos ante el Señor. Hasta nos enumeró a toda la familia durante la visita.

También, durante este viaje, pudimos escuchar Los ungidos en el tiempo del fin en vivo con el Tabernáculo Branham. Nos vimos tan bendecidos de escuchar en directo que nos desviamos de la vía principal y nos estacionamos en una angosta carretera rural. Y el Hermano Branham mencionó a los que oían en los carros (da la casualidad de que estamos entre los oyentes de los carros).

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