¡Un testimonio asombroso! He pasado por lo mismo: me esforzaba por lograr algo por mi cuenta, como el ser humano que procura hacer algo sin orar al respecto, creyendo que yo mismo podía conseguirlo. Solía frustrarme demasiado antes de darme cuenta de que necesitaba que el Señor interviniera en la situación. Entonces, cuando me humillaba y oraba, Él se encargaba de todo a partir de ese momento. Ahora, siempre que surge un problema, intento mencionárselo al Señor de inmediato, en lugar de desperdiciar energía procurando solucionarlo a mi manera. Fue toda una lección de humildad, pero ¡es lo que necesito!
A veces olvidamos acudir primero a la Roca imperecedera. Pero Él siempre está presente, esperando que “pidamos para que se nos dé”.