17/02/2016
Un doble testimonio

La Palabra de Dios es eterna. Independientemente de que el Evangelio haya sido predicado hace 60 o 2000 años, su propósito es aplicarlo hoy a nuestras vidas. Estos son dos testimonios de la misma sanidad con el mismo sermón. ¿Coincidencia? No nos parece.

Quiero compartir un testimonio. En realidad es de mi esposo, pero si él también lo comparte, ¡solo glorificará más al Señor! Hace como un mes, mi esposo empezó a sufrir de hemorragias nasales, inesperadamente, la otra noche empezó a sangrar en la iglesia. Tuvo que irse corriendo al baño para intentar detener el sangrado. Por casualidad el incidente ocurrió cuando escuchábamos la cinta Liderazgo. Él me contó que pensó en enviarme un mensaje de texto para que les pidiera que oraran para que la hemorragia cesara. En ese momento, interrumpieron al Hermano Branham en la cinta ¡y le pidieron que orara por alguien que estaba sufriendo una hemorragia nasal!

Pronto el sangrado se detuvo. Él regresó y disfrutó del resto del servicio; ¡ni siquiera necesitó enviar el mensaje! ¡Aleluya! Él aceptó que había recibido la sanidad de las hemorragias nasales para siempre; ¡no solo esa noche!

¡Derroten a ese diablo!

La Hermana Sherry

Arkansas


Queridos hermanos y hermanas:

Me gustaría compartir este testimonio para la gloria de Dios. Desde hace un tiempo, he sufrido de sangrado nasal. El mes pasado, estaba preparando el café de la mañana y escuchando el mensaje Liderazgo (65-1207), cuando comencé a sangrar por la nariz.

Como ya estaba acostumbrada y no me preocupaba demasiado, simplemente cogí una toalla de papel, apreté mi nariz con los dedos, incliné la cabeza hacia atrás y seguí preparando el café con la otra mano. En ese mismo momento, el Hermano Branham dejó de predicar, pues alguien le había entregado una nota.

Muy bien. [El Hermano Branham recibe una nota.—Ed.] “Por favor haga una oración por una señora aquí que está sangrando por la nariz”. Oremos: Amado Dios, te pido, Señor, Tú eres el—el gran Sanador, y pido que Tu gracia y misericordia toquen a esta pobre mujer ahora mismo y detengas esa sangre. Como personas creyentes que nos hemos congregado, la señora ha venido aquí para disfrutar la Palabra del Señor y el compañerismo de la gente, y yo te pido, Señor, ahora mismo, que reprendas al enemigo y detengas la sangre. En el Nombre de Jesucristo. Amén. (Y lo creemos, nosotros creemos.)

Liderazgo, 65-1207

Arrojé la toalla de papel, levanté la mano ¡y glorifiqué al Señor Jesús! ¡El sangrado se detuvo al instante! No he sufrido otra hemorragia nasal. ¡Verdaderamente este Mensaje es la Palabra Viviente! ¡La Voz de Dios para nosotros, Él Mismo revelándose personalmente a nosotros! ¡Gloria a Dios!

Dios los bendiga,

La Hermana Mary

Tucson, Arizona