Quiero compartirles un testimonio de alabanza. Durante varios meses, a mi hijo menor se le formó un sarpullido en la frente. Me preguntaba qué lo producía y me sentía angustiada, pero solo le pedí al Señor que los desvaneciera.
Entonces comenzaron a aparecer alrededor de su nariz y parecía que estaban propagándose y empeorando. Empecé a orar con él al respecto y lo animé a confesar que Jesús lo había sanado por medio de Su sufrimiento, lo cual hacía cada vez que orábamos. Transcurrieron unas semanas y solo parecían extenderse, pero nos mantuvimos orando y confesando.
Obviamente, eso me oprimía demasiado y empezó a producirme ansiedad en mi espíritu; aun así, seguí confesando que Jesús ya lo había sanado. Lamento decir que dudé, a pesar de que estábamos orando. La ansiedad mental comenzó a afectarme físicamente.
Mi esposo es granjero, se levanta como a las 4:00 a. m. y suele poner a sonar un mensaje. Yo aún estaba dormida, pero me desperté de inmediato para escuchar al Hermano Branham hablarle a una señora sobre su bebé, a quien le había salido un brote en el rostro. Él le dijo que simplemente creyera y que todo saldría bien.
Me levanté agradecida y regocijándome, pues el Señor Jesús vio lo que nos importunaba y me despertó hablándome. ¡Él es muy maravilloso! Se lo conté a mi niño y lo confesamos fervientemente con la certeza de que Él había hablado. Nos llena de gozo contarles que los granos desaparecieron de su carita. Lo que haya sido, ¡ya no importa! ¡Aleluya!
¡Dios los bendiga a todos! ¡Estoy muy agradecida por Su promesa y Su gracia!
La Hermana Shelly
Estados Unidos