23/08/2016
Bien instruido

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.

Filipenses 4:8

¿Por qué es tan importante que los padres mantengan a sus hijos enfocados en los asuntos del Señor en lugar de los del mundo? Si ellos siempre están pendientes del próximo partido de pelota, las películas o de cómo se llaman los personajes de Hollywood, entonces, cuando llegue una crisis, ¿confiarán en Dios?, ¿estará su fe preparada para clamar al Señor Jesús?

Hoy en día, hay algunos padres que le enseñan a sus hijos que en Dios pueden encontrar mucho más de lo que el mundo puede ofrecer, por lo que sus hijos permanecen enfocados en los asuntos de Dios. Como leerán a continuación, ni siquiera el teólogo más educado puede tener el entendimiento de un niño de cinco años a quien han instruido correctamente.

Algo inimaginable ocurrió cuando el Hermano Philip García, de Jeffersonville, cortaba el césped de su campo en un tractor con un cortacésped, acompañado de su hijo Silas, quien estaba sentado en su regazo. El Hermano Philip se inclinó para quitar del camino una rama y entonces Silas se resbaló y cayó al suelo. Él inmediatamente detuvo el tractor y, cuando bajó la mirada, vio que la cabeza de su hijo estaba aplastada bajo la llanta trasera. El Hermano Philip clamó: “¡Oh!, Dios, ¡tienes que ayudarme! ¡Tienes que salvar a mi niño!”.

Él desplazó el tractor levemente hacia adelante para liberar su cabeza y, sorprendentemente, el niño seguía vivo. Sangraba por la nariz y el cráneo obviamente estaba deformado por el peso mortal del tractor, de 1800 kilogramos. Lo sostuvo en sus brazos y el niño gritó: “¡SEÑOR, SÁNAME! ¡SEÑOR, SÁNAME!”.

El Hermano Philip corrió hacia la casa sin dejar de clamar al Señor Jesús. Luego de recorrer 183 metros, el Espíritu Santo lo detuvo y descendió de una forma poderosa. Al sentir Su Presencia, Philip empezó a llorar. El pequeño Silas se tranquilizó y abrazó a su padre. Lo miró a los ojos y le dijo: “Papá, voy a estar bien; Dios ya fue al Calvario por mí”. Philip animó a su hijo: “Silas, eso cierto. Él es el Sumo Sacerdote de nuestra confesión y tú acabas de confesar que Él ya fue al Calvario por ti, así que vas a estar bien”.

Entonces el Hermano Philip llamó a su esposa —la Hermana Gabrielle, sobrina del Hermano Joseph Branham—, quien se encontraba en casa, y le dijo que se contactara con el Hermano Joseph y le pidiera que orara. Después de hablar con su esposa, llamó al 911 para recibir ayuda médica.

Segundos después, el Hermano Philip entró a la casa con su hijo en brazos. La Hermana Gabrielle nos contó su primera reacción: “Se veía bien, pero me pregunté si estaba inconsciente, pues no se movía. Estaba completamente calmado”. Los padres recostaron a Silas en el sofá para revisarlo. Las marcas del neumático seguían en su rostro, pero su cabeza estaba totalmente normal. Aunque su pie tenía heridas graves, no había duda de que el Espíritu Santo había obrado algo muy poderoso.

Los paramédicos llegaron y en seguida llamaron un helicóptero de emergencias. Uno de los médicos señaló que el pie de Silas se había fracturado por completo, pero que su cabeza se veía normal y las heridas no suponían ningún peligro para su vida. Mientras le hacía preguntas para ver sus respuestas, el médico le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

—Silas García.

—¿Cuántos años tienes?

—Cinco.

—¿Quién es el presidente de los Estados Unidos?

—Abraham Lincoln.

Hizo sonreír a todos y nos infundió ánimo a los que habíamos orado de inmediato por el pequeño.

La Hermana Gabrielle acompañó a su hijo en el helicóptero que los trasladó al hospital de Louisville. Médico tras médico examinó a Silas y lo más grave que pudieron encontrar fue la herida de su pequeño pie donde lo cortó la cuchilla del cortacésped. Como todos esperábamos, cuando los cirujanos la examinaron, todo se redujo a un leve corte que requería algunos puntos de sutura y un par de fracturas en unos huesos pequeños que ya se restituyeron perfectamente. Al día siguiente salió del hospital con el pie vendado. El diagnóstico del médico fue que el mayor peligro era la herida del pie, que necesitaba permanecer limpia para reducir el riesgo de infección. Ocurrieron muchos cambios desde que su cabeza quedó aplastada bajo la llanta del tractor unas horas antes. 

Cuando todo terminó y la familia regresó a casa, Titus, el hermano gemelo del Silas, hizo esta profunda declaración: “Silas no se cayó al suelo; cayó en las manos de Jesús”.

Bien dicho, joven Titus. Así es, a estos niños los instruyen bien.