15/09/2017
Mi sanidad

Entramos en la línea de oración para que se ore por nosotros. Dicen: “Bueno, todavía siento dolor. Me—me siento mal. Ya no puedo caminar”. ¡Simiente de Abraham! La simiente de Abraham niega todo lo que sea contrario a aquello, si le es revelado a Ud.

El pacto de Abraham por Gracia (61-0317)

En cada batalla tenemos la oportunidad de vencer. Este es otro triunfo para que se animen a luchar por su testimonio de victoria. El siguiente testimonio lo envió una hermana de Jeffersonville:

Todo comenzó hace varios meses, cuando descubrí un pequeño bulto en mi muñeca. Era casi del tamaño de una arveja, pero me producía dolor y malestar. Me detuve a orar al respecto y luego continúe mi día. En el transcurso de los meses, creció más. Cuánto más grande, cualquier movimiento con la muñeca era más doloroso. Para empeorar la situación, me había salido en la mano derecha y soy diestra.

Soy ama de casa, madre y maestra de cuatro niños. Este bulto dificultó mucho mis labores cotidianas. Hasta las tareas sencillas, como escurrir el trapero o levantar a mi bebé, intensificaban el dolor de la muñeca. Cada vez era más difícil cumplir con mi trabajo.

Para entonces, el nódulo ya había alcanzado el tamaño de un arándano y era muy duro. No sabía con seguridad de qué se trataba, pero según lo que había averiguado me parecía que era un osteofito. Sin embargo, sabía que el Señor estaba al tanto de todo y sentí que debía armarme de fe para reclamar mi sanidad.

Un miércoles por la tarde, en el Tabernáculo Branham, ¡me pareció que cada palabra que pronunció el Hermano Joseph iba dirigida a mí! ¡Las anclé en lo profundo de mi corazón y me sentí muy feliz!

Me regocijé en el Señor, sin importar cuánto me doliera la muñeca, mientras aplaudía en sintonía con lo que cantaba durante nuestra adoración. ¡Tenía que alabarlo!   

Entre más me lastimaba, más fuerte aplaudía. Pero, en la línea de oración, pude percibir que el Señor verdaderamente estaba presente. Cuando cerré los ojos para orar, pude sentir a los ángeles que se alinearon junto a las paredes.

Mientras oraba por mi familia, empecé a sentir un poco de presión en el bulto, pero no presté atención y seguí orando. Cuando el dolor aumentó, lo cubrí con mi otra mano para sobarme, con la esperanza de que se aliviara. Sin embargo, al instante, sentí que debía retirar la mano y dejarlo en paz. Entonces levanté la izquierda y seguí orando. De repente, ¡me pareció que alguien me tomaba de la mano! Algo muy cálido me presionó la muñeca en la parte donde estaba el bulto.  

Las lágrimas rodaron por mis mejillas, ¡pues supe que era el Señor que me había tomado de la mano!

Cuando la oración concluyó, observé mi muñeca y el bulto había desaparecido. ¡Viví tremendo jubileo! Mí corazón rebosaba de gozo y felicidad; ¡no existen palabras para describirlo!

¡Agradezco al Señor una y otra vez! Él ha sido tan bondadoso conmigo; ni siquiera lo merezco. ¡Sé que jamás olvidaré la experiencia que viví ese día!

Su hermana en Cristo, Ruth