28/11/2016
El milagro del pequeño John

Bien documentado, poderoso e innegable: estas tres palabras describen el testimonio del pequeño John, cuyo milagro confundió todas las explicaciones científicas y demostró lo que produce la Fe en Su Palabra. Este es su testimonio: 

El primero de julio del 2016, el Señor nos bendijo con un bebé. Las primeras semanas las pasó en la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN) debido a numerosas complicaciones, como hemorragias, inestabilidad en los niveles de oxígeno, etc. Tres especialistas me advirtieron que me preparara, pues el bebé no sobreviviría más de una semana. Nosotros creímos que si Dios trajo a mi hijo a este mundo, también podía preservar su vida. El 12 de julio entró en una condición crítica. Jamás podré olvidar ese día mientras yo viva. Me gustaría compartir con mis hermanos en Cristo el relato de esos momentos para glorificar a nuestro Señor Jesucristo y demostrar Su sublime gracia.

Martes, 12 de julio del 2016 a las 6:45 a. m.

Esa mañana, cuando iba de camino al hospital, recibí una llamada de emergencia de la UCIN del hospital Medical Trust, donde estaba internado (Ernakulum, India). Me dijeron que fuera lo más pronto posible. Al llegar al hospital, la enfermera me llevó a la UCIN, donde el médico me informó sobre la condición del bebé, la cual era MUY grave.

Desde la 1:00 a. m. su frecuencia cardíaca y los niveles de saturación de oxígeno descendieron tanto que le suministraron adrenalina (medicina que usan en infartos). El ventilador mecánico funcionaba al máximo y los doctores habían llegado al límite de sus habilidades. Sabiendo que ya estaba en sus últimos momentos, los médicos me dijeron que notificara a la familia y viniera a verlo antes de que falleciera. Les pedí a los doctores permiso de entrar a orar por John, a lo cual asintieron.

Coloqué la mano derecha sobre su pecho, alcé la izquierda al cielo y pedí: “Señor, la medicina es limitada, pero mi Dios no tiene límites. Señor, le diste el aliento a mi bebé, así que puedes conservarlo en él. Permite que este bebé sea un testigo de Ti. Concédeme a este bebé, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, amén”. Mientras oraba, todo mi cuerpo se estremeció y jamás me había sentido así. El bebé también empezó a temblar por el escalofrío de mis manos. Clamé de todo corazón al Señor.

Después de orar, tardé un tiempo en recobrar la normalidad. No mencioné nada a los médicos o las enfermeras, sino que me retiré enseguida de la UCIN con lágrimas y comencé a andar sin rumbo afuera de la unidad. Me llené de fe misteriosa, energía adicional y sentimiento. Llamé a mis amigos y hermanos para que me apoyaran en oración. Con el ritmo cardiaco muy bajo y el nivel de oxígeno en decadencia, el BEBÉ SE VOLVIÓ AZUL, SU ABDOMEN SE HINCHÓ Y SUS ÓRGANOS INTERNOS SE ESTROPEARON. En ese momento, John se mantenía vivo solamente a costa de la adrenalina, con el ventilador mecánico al 100 %. Por lo tanto, desde el punto de vista médico, no quedaba más por hacer. Le respondí a la doctora: “Soy creyente del Señor Jesucristo. Creo en milagros. Nada le pasará a mi bebé”. Solicité que la doctora transfiriera al bebé a otro hospital, pero no lo permitió y señaló que si lo hacían moriría antes de llegar al ascensor. Acepté y le manifesté: “Así las posibilidades ni siquiera superen el 1 %, seguiré creyendo en Él, el Todopoderoso”. Salí de la UCIN, a las 10:15 a. m.

La doctora principal me llamó de nuevo, así que entré a la UCIN, donde me formuló unas preguntas: ¿cuáles son sus creencias?, ¿cuál es su religión?, ¿es pentecostal?, ¿cuál es su asociación?, ¿es un pastor?, ¿dónde se congrega?

Contesté: “Doctora, soy Cristiano. Solo tengo un Dios, el cual es el Señor Jesucristo. No creo en ninguna denominación ni en sus creencias y no quiero ser un miembro de ninguna iglesia. Durante los últimos 18 años, desde la universidad, me he reunido con un pequeño grupo para orar al Señor Jesucristo. A Él solamente le comparto mis súplicas, mi felicidad y todo”. Le pregunté: “Doctora, ¿qué ocurre?”, a lo que respondió: “SU BEBÉ SE RECUPERÓ DEL ESTADO CRITICO”.

Mientras orábamos, escuchamos el sermón Exhortación sobre la sanidad divina, donde el profeta dice:

Señor, ¿por qué no acepta su sanidad? Digamos: “Gloria a Dios” [la congregación dice: “Gloria a Dios”—Ed.].

Ahora, todos, un momento. Ahora, ¿qué es—qué es…? Ud. tiene una—su mano sobre alguien. ¿Qué es, un niño? Levántelo por un minuto.

Mira aquí, joven. Es Ud.… La señora que me dio la foto hace unos momentos. ¿No es Ud.? Yo… Ahora, eso hasta donde—donde sé, pero vi su mano sobre ese niño allí. Ud. tiene interés por él de alguna forma. Mire esto es… ¡Oh, sí! No puedo decir esto o aquello. Ese niño sufre de-, creo que es asma, ¿cierto o algo parecido? ¿No es así? Le cuesta dormir. ¿No es así? ¿No es así?

¡Oh, Padre celestial!, yo bendigo a este pequeño ahora mismo, para que lo sanes y hagas de esta la noche más grandiosa de su vida, Señor; para que le quites eso y se recupere y se mejore completamente y sea sanado y sea un joven saludable; en el Nombre de Tu Hijo, Jesucristo, lo pido. Amén.

Ahora, mira aquí. ¡Oh!, Dios tiene…?… o quiere mostrárselo a los seres queridos. Muy bien. El bebé va a superar eso, cariño, esta hermanita. Muy bien. Va a… El bebé se recuperará.

Exhortación sobre la sanidad divina (51-0501)

Después de la oración, la enfermera se arrimó al bebé para revisar los indicadores de los monitores y, de repente, el del rimo cardiaco comenzó a incrementarse, así que buscó corriendo a la doctora y le pidió que fuera a reconocer lo que pasaba. Ella no lo creyó al principio, pero la enfermera insistió y logró que fuera a examinar al bebé. Allí ambas apreciaron todos los signos vitales normalizándose. La enfermara lloró y dijo que acabábamos de ver a Dios allí. Unánimemente, tanto la doctora como la enfermera testificaron que al pequeño le ocurrió un milagro. ¡Gloria a Dios!

Durante la próxima semana, el bebé enfrentó otro obstáculo. Los resultados de las muestras de sangre indicaban que sufría de ictericia, pues se marcaba en 16 la bilirrubina directa, que normalmente no debería exceder 1. Esta afección no la cura la fototerapia, implementada en los recién nacidos. Luego, lo sometieron a ultrasonido. La doctora presenció otro milagro, pues no hallaron bilirrubina en el hígado ni en la vesícula biliar del bebé. ¡Gloria a Dios!

La retinopatía del prematuro fue otro impedimento: los vasos sanguíneos de su ojo izquierdo tenían deficiencia de desarrollo. Por lo tanto, decidieron practicarle un procedimiento con láser para quemar vasos que estaban creciendo hacia adentro. Programaron la cirugía, pero, para sorpresa de todos, en los exámenes el médico apreció una mejoría en el ojo y la canceló. Gloria a Dios.

La parte financiera del tratamiento también fue un milagro. Los gastos médicos totales sumaron 4 lakh (1 lakh equivale a 100 000 rupias, aproximadamente 1600 dólares). Las políticas del seguro médico no cubren a recién nacidos. Sin embargo, esperaba una compensación máxima de 1,7 lakh en la reclamación. Presenté una solicitud de 2 lakh adicionales, lo cual era muy poco probable. El día del desembolso, el 10 de septiembre, me aprobaron los 3,7 lakh (6000 dólares), lo cual sobrepasó todos los cálculos del hospital y los míos.

Por la gracia del Dios todopoderoso, nuestro pequeño John superó todas las complicaciones, lo dieron de alta en el hospital y se encuentra bien hoy.

Su hermano en Cristo Anil K M

Kochi, Kerala (India)