24/02/2017
Sigan aferrados

Ahora, yo sé que todos queremos… pensamos que nuestros muchachos son renegados y demás. Pero debemos—debemos dejar de pensar así. Yo—yo creo que debemos recordar que estos muchachos son los mejores muchachos del mundo, pues son nuestros hijos y nosotros los reclamamos para Dios.

Ahora, su salvación no salvará a ese muchacho. Pero, ahora, Pablo dijo—dijo: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Ahora, él… Ahora, ¿qué quiso decir con eso? No quiso decir que si son salvos, su casa se salvaría por eso. Él se refería a esto: que debido a que eran—tenían… Si él tenía la fe suficiente para él mismo ser salvo, esa misma cantidad de fe que tenía para sí mismo funcionaría con sus hijos. ¿Entienden lo que quiero decir?

Tu casa (61-0808)

Tener hijos es de gran bendición para una familia, pero, al mismo tiempo, una responsabilidad tremenda. A medida que nuestros hijos crecen, nos aferramos cada vez más a la oración para que se mantengan a salvo. Finalmente, se los encomendamos al Señor Jesús y los reclamamos mediante la Señal que Él nos ha dado. Esta hermana de casualidad escuchó una simple declaración de fe que la ayudó a fijar su propia posición en cuanto a su familia.

Solo quiero relatar un testimonio breve sobre los alientos que me han infundo las palabras que pronunció una preciosa hermana hace años en el estacionamiento del Tabernáculo Branham. 

Estábamos conversando sobre nuestros hijos. En esa época los míos eran adolescentes y me sentía dichosa de lo maravillosos que eran. Como es habitual entre los creyentes cuando hablan de sus hijos, terminamos mencionando la historia de la Hermana Hattie Wright y sus muchachos.

Alguien le preguntó a esta hermana anciana: “Hermana, ¿sus hijos están sirviendo al Señor?”. Sin el más mínimo titubeo, respondió: “Sí, gloria a Dios, ¡todos están salvos y llenos del Espíritu Santo!”. Cuando la hermana se retiró, alguien comentó: “¡Dios la bendiga! Los está reclamando por fe; ninguno sirve al Señor”.

No voy a mencionar su nombre, pues, aunque creo saberlo, no estoy completamente segura. Espero volver a hablar con ella y confirmarlo. Quienquiera que sea esta hermana, la admiro profundamente ¡y de verdad desearía parecerme más a ella! ¡Su comentario me ha animado muchas veces!

Que Dios la bendiga por su postura. Mi preciosa hermana, le agradezco desde lo profundo de mi corazón.

Anónimo