07/03/2018
No sucedió como pensé

Y si yo tengo un deseo en mi corazón, y espero que todos los que me escuchan tengan el mismo: “Dios, pásame a través de Tu Filtro”. Como dijo David: “Ponme a prueba, y pruébame, y ve si hay maldad en mí, luego sácala, Señor”. ¿Ven? Yo quiero el Filtro de Dios. No me importa lo que haga el mundo, lo que tenga la iglesia; yo quiero ser un hombre que piensa, para pensar junto a Quién voy a estar parado uno de estos días, para Juicio.

El filtro de un hombre que piensa (65-0822e)

El temor, la ansiedad y, especialmente, el nerviosismo siempre han sido de las tácticas que más usa el enemigo. Si Ud. escucha las cintas sabe que el Hermano Branham afrontaba este demonio en casi todas las líneas de oración. Gracias al consejo sabio de un doctor Cristiano, la fe de esta hermana comenzó a crecer. Recibió su respuesta, pero los síntomas persistieron. Luego, recibió su sanidad por un medio que Dios ha utilizado incontables veces. Este es su testimonio:

Me gustaría contarles cómo me libró Dios de ataques de ansiedad y pánico, de los cuales sufrí durante unos diez años.

Para los que no conocen los síntomas de los ataques de pánico, incluyen palpitaciones, mareo, dolor en el pecho, sensación de desvanecimiento, debilidad, entumecimiento y temor al sentir que uno se está muriendo. Probablemente experimenté más de cien ataques así.

Por lo general, esos ataques me sobrevienen cuando voy de compras o estoy en la iglesia. Consulté con un médico que resultó ser Cristiano. Me examinó y no encontró ningún problema. También, me recomendó que me olvidara de todo y buscara a Dios, a lo que hice caso.

Siempre tuve mucha hambre por Dios, por una vida más consagrada y la plenitud de Su bondad en mí. Comencé a orar con mucha desesperación. El Señor me habló y me confirmó que Él está conmigo y no tengo por qué temer. Me aseguró que me libraría, pero no como pensaba yo. Tuve que luchar y a diario mi fe enfrentó pruebas. Me desanimé a veces, pero el Señor siempre me acompañó alentándome y fortaleciéndome. Meses después, seguía sufriendo de ataques de pánico.

Hasta que un día, el mes pasado, empecé a leer este sermón de la Palabra Hablada: El filtro de un hombre que piensa.

Me identifiqué con todo lo que dijo el profeta en ese libro; me vi representada allí, por el hambre y sed por Dios y muchas otras cosas. Fue como si Dios me hubiera revelado quién soy en realidad.

En ese momento sentí que algo sucedió en mi interior. No puedo explicarlo; sentí que en ese instante el Señor sació esa hambre interior y expulsó todos los ataques de pánico.

¡Gloria a Dios! Ahora puedo asistir a la iglesia sin sentirme nerviosa ni angustiada, me encargo de mis compras cómodamente y en verdad soy una persona distinta. Que Dios reciba toda la gloria.

La Hermana Marilyn

Sudáfrica