16/06/2017
Dando testimonio

Recibimos este testimonio de parte de una hermana que no solo le pidió al Señor por su sanidad, sino que pudiera ser una testigo para glorificar a Dios. 

En octubre me diagnosticaron cáncer de riñón. Dos cirujanos se encargaron de examinar mi biopsia y me registraron en la sociedad contra el cáncer, pues me encontraba en la segunda etapa de carcinoma renal. Además, otros cuatro médicos recomendaron extirpar una parte o todo mi riñón derecho, dependiendo de lo que encontraran adentro.

Me anunciaron que perdería un tercio del riñón o probablemente la mitad o todo. Después de la cirugía, uno queda con una expectativa de vida de cinco años y se deben efectuar tomografías computarizadas para verificar que uno está exento de cáncer. Envié un correo electrónico a la línea de oración de VGR de modo que él orara para que yo pudiera ser una mejor testigo y dedicar más vida a Dios. A veces me sentía a la deriva, estancada. Quería mejorar mi vida de oración y recuperar lo que sé que Dios me ha asignado. La sanidad era lo segundo ¡y lo primero era cumplir el propósito que Dios me tiene!

Mi ancla se aferró y no temí. Sabía que mi Dios era más que capaz de librarme, como a los jóvenes hebreos, así lo decidiera o no. Pero me reconforté en el Señor. Lo que también permanecí recordando fue: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2).

Pasando al momento de la cirugía: cuando entré, entre los abrazos y buenos deseos de mi querida familia, no conocía los planes de Dios, pero todo salió bien. Cuando desperté, me recuperé tan bien que me enviaron a casa a la mañana siguiente, pasadas las veinticuatro horas posteriores a una cirugía riesgosa. Los cirujanos me advirtieron que era una intervención de mayor magnitud, por lo que podía estar convaleciente durante seis semanas.

En el primer control, el cirujano entró, se reclinó en su escritorio con una sonrisa perpleja y dijo: “No sé qué decir… ya no tiene cáncer”. Hasta la zona que habían examinado y certificado como cáncer sin la menor duda ya no era cáncer. Nuestro Dios es Dios, ¡amén!

Efectuaron exámenes de nuevo, sin comprenderlo. Testifiqué a dos cirujanos hindúes, a mi médico de cabecera y a cuantos pude. Por cierto, a los diez días retomé el trabajo.

Espero que este testimonio les sirva. A pesar de cómo se sientan, aférrense a nuestro Absoluto, el Mensaje. Griten “¡buu!” al diablo.

Soy una testigo. No se trata de algo que uno pueda hacer, que uno pueda ganarse, sino de simplemente aceptar lo que Él ha hecho por Su Novia. Me alegro tanto de saber lo que sé. Soy un milagro. Eso me encanta.

La Hermana Debra

Estados Unidos