26/09/2017
Solo creed

27 He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?

Jeremías 32:27

Lo cantamos, lo escuchamos y meditamos al respecto; pero, como creyentes de este Mensaje, no debería sorprendernos cuando vemos al Señor obrar. ¿Hay algo demasiado difícil para nuestro Señor Jesús? Ya sea un dolor de muela o una cuestión de vida o muerte, nuestro Dios es más que capaz de lograrlo si tan solo creemos.

Con mi esposo estábamos disfrutando el juego, cuando un amigo nuestro llamó a mi esposo a gritos, pues algo le había ocurrido a un hombre en la multitud y me necesitaban. Soy enfermera, así que me precipité hacia la muchedumbre que se había reunido alrededor del hombre.

A medida que me acercaba, alcancé a ver que se había desmayado en el asiento, su tono de piel era grisáceo y le salía líquido por la boca. Cuando mi esposo y yo llegamos, estaba inconsciente y frío, y apenas podíamos sentirle el pulso.

Un médico y su esposa, quien también es enfermera, vinieron a ayudar. Rápidamente recostamos al hombre en el suelo, de costado, y con las piernas levantadas para asegurarnos de que la sangre circulara mejor. Estaba muerto y frío.

Intenté tomarle el pulso, pero no había signos. En silencio, ofrecí una oración simple para que Dios no permitiera que este hombre muriera frente a su familia y todos los niños que estaban alrededor. Mi esposo también estaba orando al mismo tiempo para que el Señor lo ayudara en ese momento de necesidad.

Al cabo de un minuto, unos cinco o seis médicos estaban buscándole signos vitales. Al no encontrar nada, el médico decidió recurrir a la reanimación cardiopulmonar y nos pidió que lo dejáramos boca arriba. Con mi esposo y la esposa del médico, lo sostuvimos de las muñecas y los tobillos mientras el médico se preparaba para colocar las manos sobre su pecho y empezar las compresiones. Antes de que pudiera comenzar, noté que el hombre respiró; así que le avisé al médico y él procedió a buscarle el pulso en el cuello. De repente, todos sentimos que su cuerpo empezó a calentarse. Las pulsaciones, antes ausentes, se recobraron lentamente. Su cuerpo muerto, frío y pálido comenzó a reanimarse ante nuestros ojos. Percibimos cómo iba recobrando la vida, sin necesidad de reanimación cardiopulmonar. 

Un hombre que hacía unos minutos estaba muerto —según mi experiencia y formación médica— estaba sentado ante nosotros mirando a su alrededor. La gracia de Dios le concedió una segunda oportunidad y nos permitió presenciar este milagro.

Mientras esperábamos que llegara la ambulancia, con mi esposo alabamos y agradecimos a Dios por lo que acababa de hacer, pues sabíamos que Dios mismo le devolvió el aliento de vida al hombre ante nuestros ojos.

Cuando llegó la ambulancia, lo colocaron en la camilla. Él se incorporó y estaba mirando a su alrededor. Mientras los observaba, recordé cuando el Hermano Jackson murió en la iglesia durante el servicio y Dios lo resucitó. ¡Servimos a un Dios muy poderoso! Nos sentimos indignos de haber presenciado ese milagro y oramos para que aquellos que vieron las grandes obras de Dios también lo reconozcan.

La Hermana Susan

Missouri