02/10/2017
Escucha mi humilde clamor

Esperamos que disfruten este testimonio que muestra que el Señor Jesús es un pronto auxilio en las tribulaciones.

El domingo por la noche mi esposa se agachó para recostar a Rebeca, nuestra niña de cuatro meses, cuando una abeja se posó en su brazo y la asustó.

La pequeña Rebeca estaba boca abajo y el reflejo de mi esposa fue soltarla y alejarse de la abeja. Esto causó que la bebé se golpeara a un lado de la cabeza con el suelo duro de madera. Al instante soltó un grito inusual y se puso en posición fetal. Mi esposa la levantó de inmediato e intentó consolarla. Pronto dejó de llorar y empezó a dormirse.

En ese momento llegué a ayudarla y le alumbré los ojos con una linterna para ver si reaccionaban. Cuando no logramos que mantuviera los ojos abiertos por unos segundos sin dormirse, le dije a mi esposa que se subiera al carro, pues acudiríamos al departamento de emergencias.

Mi esposa condujo mientras yo llevaba a Rebekah en mi regazo e intentaba mantenerla despierta y con los ojos abiertos, pero cada vez respondía menos. Llegamos al departamento de urgencias de Bisbee, Arizona, como a las 7:30 de la noche del domingo. Entonces, se le había formado en la sien derecha un bulto amoratado del tamaño de un huevo y ya no lograba que reaccionara en lo absoluto.

La examinaron rápidamente y en seguida se la llevaron para sacar una tomografía. Pensaba que había sufrido una contusión leve o algo similar, pero nada grave. Cuando salieron los resultados, descubrieron que tenía una hemorragia cerebral e inmediatamente solicitaron transporte aéreo para llevarla a la unidad de cuidados intensivos del Centro Médico Pediátrico de Tucson, ubicado como a dos horas y media en carro del hospital de Bisbee.  

Para entonces, comencé a clamar a Dios por su sanidad. ¡Jamás me había sentido tan desesperado y desamparado en mi vida! Contacté a un buen amigo que tiene comunicación directa con los Hermanos Joseph y Billy Paul Branham y pedí oración. Aerotransportaron a Rebeca y mi esposa aproximadamente a las 10:20 p. m. y, por el espacio limitado del helicóptero, tuve que manejar hacia Tucson. Sentí que se me desgarraba el corazón mientras veía el helicóptero partir. De inmediato envié peticiones de oración y me encaminé.

A las 10:40 p. m., mi amigo me escribió para anunciarme que el Hermano Billy Paul Branham y el Hermano Joseph Branham estaban orando. Mientras tanto, como a las 11:10 p. m., el helicóptero llegó a la unidad de cuidados intensivos del Centro Médico Pediátrico y comenzaron a evaluar la situación. En ese momento la pequeña Rebeca se había despertado y estaba sonriéndole a la enfermera. ¡Gloria a Dios! Yo arribé a eso de la 1:30 a. m. Entré al cuarto y hallé a mi niña durmiendo. ¡El chichón se había desvanecido por completo!

El moretón había desaparecido y se veía completamente normal. Esperaron hasta las 2:30 a. m. para efectuar una tomografía por resonancia magnética, debido a la radiación que ya había recibido durante la tomografía en Bisbee. La acompañé solo y me senté a la entrada del cuarto donde llevaron a cabo la tomografía. ¡De nuevo clamé a Dios por su sanidad! Sentado allí solo, oí dos veces una voz que dijo: “Soy un pronto auxilio en las tribulaciones”. Aquello pareció apaciguar mi ansiedad ¡y supe que todo saldría bien! La regresé a su cuarto y esperé que el neurocirujano llegara con los resultados.

Recibimos los resultados alrededor de las 4:30 a. m.; descubrieron que se había detenido y disipado la hemorragia y solo quedaba un coágulo diminuto que debía disolver el cuerpo. ¡Fue un verdadero milagro! Después de revisarla durante varias horas, nos anunciaron que no era necesaria más inspección y a eso del mediodía del lunes nos dieron el alta para llevarla a casa, estando completamente normal y sana.

¡Tengo que glorificar a Dios por Su misericordia y gracia en favor de nuestra pequeña Rebeca!

El Hermano Philip y la Hermana Natalia Isaacson