20/09/2017
La simplicidad

¿Por qué son tan populares nuestros artículos de “La simplicidad”? Todos sabemos que los asuntos menores con el tiempo se volverán importantes. Como Abraham de antaño, a pesar de lo adversa que parezca la situación, podemos confiar en que el Señor va a intervenir en el momento perfecto.

Esta joven hermana perdió algo importante para ella. Aunque el valor no era monetario, lo verdaderamente valioso fue la oración que ella ofreció al Señor. Sabía que su Amigo no le fallaría y, como siempre, Él estuvo presto para responder la oración.

Me gustaría testificar de cómo me ayudó Dios a encontrar algo hoy. Muchos quizás piensen que la pérdida de una pulsera no es muy grave, pero el viernes pasado sí lo fue para mí.

Había recibido una pulsera de amistad como una semana antes y, como me gustó tanto, nunca me la quitaba, excepto para ducharme. Unas amigas pasaron la noche en mi casa el jueves por la noche y al día siguiente (el viernes) todos dimos una caminata larga de dos horas por un parque estatal cercano.

Cuando faltaban como dos minutos para llegar a casa, bajé la mirada y noté que se me había caído de la muñeca. Volví sobre mis pasos inspeccionado la zona desde la casa y orando constantemente, pero no hubo resultados. Me afligí mucho pensando en todos los extensos senderos forestales que recorrí y cuánto me costaría encontrarla.

Pero sabía que solo necesitaba confiar en Dios y que Él me mostraría dónde buscar. Una de mis amigas, viendo mi tristeza, me dio sus condolencias, pero contesté: “No pasa nada. La encontraré. Él siempre me ayuda a encontrar lo que se me pierde”.

Al día siguiente repetí todo el recorrido con mi mamá y dos hermanas. Seguía orando y sabía que Dios era capaz. Fue una caminata difícil, pues a todo momento tuve que enfrentar al diablo en mi mente. Me atacaba sin tregua diciéndome: “Es imposible. Le dijiste a tu amiga que la encontrarías. ¿Mentiste? ¿Podrás encontrarla?”.

Para cuando regresé a casa, estaba a punto de llorar, repitiendo en mi mente: “Con Dios todo es posible”.

Después de eso, no descarté poder hallarla, pero le pedí a mi amiga que me enviara otra, lo cual me costó mucho.

Hoy no tenía frío, pero de todos mis suéteres decidí ponerme el azul. Me coloqué una maga, luego la otra ¡y la pulsera cayó en mi mano!

Corrí a mostrarles a mamá, mis amigos y mis cinco hermanos. Ninguno pareció sentir el gozo que borboteaba en mi interior. No puedo dejar de sonreír al pensar en que Él SIEMPRE responde y que, nuevamente, logré la victoria contra el enemigo.

Espero que de alguna forma esto aliente a un hermano o hermana.

Mary

Canadá