Quiero compartir con otros lo que Dios hizo por mi hija, Faith, y por mí durante las horas que esperamos la llegada del monstruoso huracán Matthew.
Reconozco que estaba angustiada y me preparé lo mejor que pude para este terrible acontecimiento. Vivo con Faith en Longwood, condado de Seminole, Florida, y se pronosticaba que el huracán Matthew pasaría a menos de 80 kilómetros de nuestra casa. Vivimos en una zona muy boscosa y no contamos con un aparcamiento cubierto. Nuestra vivienda queda en el primer piso del condominio. Cuando me enteré de la magnitud de la tormenta y dónde golpearía, empecé a preocuparme. Llamé a la línea de oración para dejar un mensaje con mi inquietud. Supe que mi oración había alcanzado el Trono de misericordia, pero la tormenta seguía rugiendo, así que repetí en mi corazón citas de la Biblia y el Mensaje una y otra vez. Tenía la certeza de que sin importar qué permitiera Dios, nos protegería de cualquier daño.
No disponía de una linterna y pospuse demasiado la compra de los artículos que necesitaba; en ese momento las tiendas y las estanterías ya estaban vacías. Volví a casa, donde encontré la linterna LED de VGR que tenía Faith; le cambié las pilas, pero no funcionó. Mientras oraba en la cocina, recibí un mensaje de texto de parte de mi amiga de Jeffersonville, la Hermana Angela Brown. Oré con ella y me dijo que intentara encender la linterna de nuevo. Afirmó: “Va a funcionar” y así fue. Emitía una luz débil, pero alumbraba. Nos escribimos y oramos durante toda la noche. Le compartí mis planes. Mi amiga Elisabeth Konzelman me envió las mismas escrituras alentadoras. Me aferré a cada una mientras seguía preparándome para la tormenta que se aproximaba. Constantemente me pregunté cómo prevenirme contra vientos de velocidades de 230 o al menos 160 km/h. Seguí luchando, clamando y creyendo, luego de descargar mensajes en mi computador. El que elegí primero fue La tempestad que se aproxima, predicado en Jeffersonville. El Hermano Branham relató historia tras historia y mi fe comenzó a incrementarse, pues en ese mensaje se menciona Florida.
Bien, todos sabemos que Dios desvió el huracán al formar otro ojo, que lo concentró más hacia el este. Por tanto, los vientos se limitaron a la costa. Aquí en casa lo que experimentamos no se comparó lo más mínimo con un huracán; más bien, se percibió como una tormenta. Los vientos sí arreciaron, pero Dios sosegó los árboles y mi apartamento pareció una cabina insonorizada. Fue una situación muy angustiante, pues Faith necesita atenciones especiales y sufre de ansiedad. Miles perdieron la electricidad en los alrededores, aun en nuestra zona. En ningún momento se nos cortó la electricidad o el internet. Fijándome en las imágenes de la forma descomunal del huracán, sin sombra de duda sé que mi Dios cambió su rumbo. Él lo alejó y lo aplacó para proteger a Su pequeña Novia de Florida. Me consta que Dios no se agrada con esta ciudad. Orlando dejó de ser una ciudad hermosa; ahora es otra ciudad pecaminosa. Aunque solo seamos dos almas insignificantes, somos Sus ovejas y Él nos ama lo suficiente para apartar Su ira y resguardarnos. Lo creo firmemente.
Les agradezco por la línea de oración.
Dios los bendiga a todos,
La Hermana Debra Reeder
Florida