17/10/2019
Un pronto auxilio

Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Salmos 46:1

Cuando llegue el momento, todos podemos confiar en que Él siempre está dispuesto a ayudar y que los Ángeles de Dios acampan alrededor nuestro. El siguiente es un testimonio de una familia de Canadá.

Hace un año, el 10 de septiembre del 2018, ocurrió un accidente en nuestra granja que nos permitió atestiguar la gracia de Dios y la manifestación de Su poder sanador ante nuestros ojos. Por más difícil que sea sentarse a escribir esto, no hay un día que pase sin que agradezca a nuestro Padre Celestial por lo que hizo por nuestra familia.

Era un típico lunes por la tarde y los niños estaban jugando en el jardín; un primo de seis años estaba jugando con nuestro hijo Silas, que también tenía seis en esa época. Su mamá y yo estábamos conversando, cuando el primito se acercó y, entre llantos, dijo: “Silas está sangrando”. Al parecer, la enorme puerta de nuestra tienda agrícola le había caído encima. De inmediato corrimos hacia nuestro taller, donde los niños estaban jugando, y encontramos a Silas desplomado sobre un carro de batería. Estaba inconsciente, su cabeza tenía un color púrpura oscuro y le sangraba la nariz y la boca. Cuando lo vi, de inmediato pensé que estaba muerto. Empecé a clamar a Jesús mientras lo recogía en mis brazos y corría a la casa llamando a mi esposo. A mitad de camino, escuché una respiración interrumpida y me di cuenta de que seguía vivo. Lo colocamos en nuestro vehículo, llamamos al 911 y nos dirigimos al encuentro de la ambulancia. Vivimos en una zona rural y el hospital de Prince Albert se encuentra a 56 kilómetros. Han sido seguramente los treinta minutos más largos de mi vida. Oré para que Dios lo mantuviera con vida, pues seguía respirando con dificultad. En ningún momento recuperó la consciencia, pero movió un poco las piernas. Nos encontramos con la ambulancia, donde lo revisaron rápidamente antes de subirlo y continuar.

En ese momento, revisaron sus ojos y sus pupilas estaban dilatadas y no reaccionaban. En el hospital, lo entubaron de inmediato, lo cual fue difícil, debido a lo inflamada que estaba su garganta. Lo sometieron a una tomografía y lo estabilizaron lo suficiente para trasladarlo a un centro más grande. Sus ojos empezaron a reaccionar lentamente, por lo que la enfermera comentó que éramos personas de oración. Nos dirigimos a un centro más grande ubicado en Saskatoon, Saskatchewan. Nos recibió un equipo especializado en traumatismos, conformado por unas veinte personas. Todos empezaron a trabajar, le colocaron todo tipo de tubo que puedan imaginar y le practicaron toda clase de exámenes. Lo mantuvieron inconsciente debido al tubo que tenía en la garganta Un neurocirujano nos esperaba, el cual planeaba operar esa noche; pero, para sorpresa del personal médico, los resultados de la tomografía mostraron que no había sangrado en su cerebro. Por tanto, gracias a Dios, no se requirió de una cirugía en ese momento. En cuanto lo examinaron y estabilizaron, lo trasladaron a la unidad de cuidados intensivos pediátricos, donde un equipo lo vigiló toda la noche. Estaba agradecida con Dios por el equipo médico que dispuso en nuestro camino para que nos ayudara.

Entonces, lo mantendrían dormido con un respirador artificial para que su cerebro pudiera descansar y sanar. El neurocirujano nos comentó que le preocupaba el daño cerebral; lo cual es algo que ningún padre quiere escuchar. Durante todo eso, nos aferramos a las palabras de nuestro profeta y miramos más allá de las circunstancias, donde había un niño perfectamente sano al final del camino.

Verdaderamente sentimos las oraciones de los hermanos y las hermanas de alrededor del mundo; ¡estamos sumamente agradecidos por cada uno de ustedes! A diario, vimos los resultados de la Palabra de Dios y de sus oraciones obrando en el cuerpecito de nuestro niño.

Ése es el verdadero creyente; no discute al respecto. Cuando uno está plenamente convencido, ése es el punto final. Es igual con cualquiera, con cualquier fe, de la misma manera, “La fe viene por el oír”. Si Ud. se puede parar aquí, a pesar de lo que el médico diga que anda mal con Ud. (lo cual, el hombre le ha dado el diagnóstico del caso, y es probable que sepa de lo que habla, hasta donde sus instrumentos y conocimiento le permite saber), sin embargo, él dice que sólo le espera la muerte. Pero uno ora, y parado allá, en el futuro, uno puede ver a un hombre o a una mujer parados allí sanos. Sí, con eso basta; y eso es suficiente. Uds. recibirán eso con toda seguridad, porque uno lo cree. Dios lo ha hablado. Uno sabe que así es.

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Debido a la lesión cerebral, no podía mantener por su cuenta la temperatura corporal ni los niveles de azúcar en la sangre; así que necesitaba supervisión constante. Unos días después, su cuerpo empezó a funcionar de nuevo y a controlar sus funciones normalmente. Este fue uno de los muchos milagros. Seguía conectado al respirador, pero, un día, escuchamos al personal médico comentar entusiasmados con respecto a “esfuerzos respiratorios”. Como no sabíamos si se trataba de algo bueno o malo, preguntamos de inmediato qué significaba. Nos explicaron que era algo bueno, pues él estaba intentando respirar por sí mismo por los lados del respirador. Cada vez que respiraba solo, ¡un pequeño triangulo rosado (el cual notamos que se parece al símbolo de presionar “play”) aparecía en las máquinas! ¡Otro milagro!

Finalmente, a los tres o cuatro días, decidieron apagar el respirador y ver si podía respirar por su cuenta. Esa noche, dejaron la máquina allí como precaución, pero no la necesitó en toda la noche y, al día siguiente, pudieron retirarla. En ese momento, empezaron a disminuir sus medicinas y permitirle despertar, lo cual tardó unos días por la gran cantidad de medicina que se hallaba en su cuerpecito. ¡Fue maravilloso volver a ver sus ojos abiertos! Lo trasladaron de nuevo a nuestro hospital local, donde continuó mejorando diariamente a pasos agigantados. Lo ayudaron a dar lentamente un paso a la vez con ayuda de un caminador y, al día siguiente, ya podía correr por los pasillos y saltar en un pie. Vimos a Dios intervenir de tantas maneras grandes y simples. TODA la gloria y alabanza es para Él. Su Palabra nos dio gran consuelo y fortaleció nuestra fe y nos aferramos a Ella.

El médico nos dijo que no tenía daño cerebral y no vio nada más que un niño perfectamente restaurado. Algunos miembros del personal se referían a él como el “niño milagro” y otros solo nos decían que éramos afortunados; pero, le damos TODA la gloria a nuestro precioso Señor Jesús que nos llevó de la mano en cada paso del camino, nos concedió fe en Su Palabra y nos devolvió a ese niño perfectamente sano.

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