30/10/2018
Paso por paso

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Romanos 12: 1-2

Paso por paso y poco a poco, la Novia está siendo perfeccionada y está preparándose para la venida del Novio. El testimonio de esta hermana trata de un asunto que podría parecer insignificante para la mayoría, pero para ella suponía un obstáculo que no le permitía recibir más bendiciones del Señor.

Tuve el privilegio de crecer en un hogar del Mensaje. Desde niña he deseado servir al Señor, pero tristemente le he fallado de muchas formas.

Él me ha ayudado y me ha acompañado toda la vida, pero nunca lo conocí como ahora. Todos los días anhelo ser cada vez más como Él.

De pequeña disfrutaba mucho leer y escribir. Mis padres procuraron darme un fundamento firme y, como era niña, mi imaginación era asombrosa. Empecé a devorar libros hasta que llegué a la adolescencia. No tenía muchos amigos, así que era la forma perfecta de escapar de la vida diaria.

Aparte de libros infantiles de misterio e historias de la escuela, empecé a leer ficción histórica religiosa y novelas románticas. Sin duda, algunos criticaban mi pasión por la lectura; pero, tristemente, Satanás me decía que ellos también cometían errores. Como los libros eran mis amigos, los defendía. El diablo siempre usaba el argumento: “Tienes que hacer algo”. Desde luego, mi corazón siempre se chocaba contra eso. Era mi barricada. No estaba lista para rendirme.

Debido al matrimonio y los niños dejé de leer tanto, pues empecé a darme cuenta de que la mayoría eran absurdos, sin embargo, sentía algo en mi corazón por los encantadores volúmenes que reposaban en mi biblioteca. Estaba muy orgullosa de mi extensa colección. Algunos ya eran de edición limitada y, sí, eran Cristianos, o eso fue lo que el diablo me hizo creer. En mi corazón sabía que quería caminar más cerca al Señor. De hecho, estaba entrando en desesperación.

Cuántas más cintas escuchaba, más me percataba de lo que me faltaba. Recuerdo observar a mi abuelo y fijarme en lo mucho que se emocionaba cuando íbamos a escuchar Las Edades de la Iglesia. Me frustraba tanto. Me cansé de solo cumplir la letra. Deseaba esa Vida escondida, el velo interno del que habló el Hermano Branham. Pero, por supuesto, ¡pum!... ahí estaba mi obstáculo.

En una reunión de testimonios, mientras el Hermano Amalong hablaba sobre la obra en México, vi algo tan real en este siervo de Dios que quise tener eso. Al principio, sentí pesar por la gente de México, pues tienen tan poco; pero, cuando él terminó, sentí lastima por mí misma. Estaba pasando por una encrucijada y sabía que era hora de tomar una decisión. Esa noche le prometí al Señor que me desharía de cada uno de esos libros.

¿Nunca se han sentido sumamente culpables en un servicio, pero, cuando salen por la puerta, el diablo les da mil razones para convencerlos de que no importa?

Regresé a casa, saqué hasta el último libro y los puse en el piso para no perder la determinación. “Por casualidad” mis cuñados estaban haciendo una venta de garaje. Pero ¿quién compraría esa clase de libros? Para mi sorpresa, fueron los artículos más vendidos; ¡casi todos se vendieron a excepción de unos pocos!

Quiero mencionar esto, pues lo considero muy especial:

En ese entonces, mi hijo pequeño había coleccionado unas cartas de Pokémon (anteriormente había asistido a una escuela pública). Mi esposo y yo no le habíamos prestado mucha atención, pues parecían inofensivas. Cuando nos dimos cuenta de que no era así, le pedimos a nuestro hijo que las sacara, pero eran su tesoro. Normalmente no somos esta clase de padres, pero ambos pensamos que, como era tan pequeño, sería mejor no presionarlo.

Poco después, mis niños vieron a su mamita amontonando sus libros especiales en el piso. Mientras los ordenaba para venderlos al día siguiente, les pregunté: “¿Hay algo de lo que quieran deshacerse?”. Para mi sorpresa, mi hijo se dirigió a su habitación y me trajo su colección de Pokémon. Aún me conmueve el corazón. Olvidó la colección por completo y yo también.

Al principio, me puse nerviosa cuando vi mis libros amontonados en la venta de garaje; todas esas historias increíbles acudían a mi memoria. Aunque parezca risible, a veces cambiar es muy difícil; sin embargo, Dios me libró completamente. Ni un pedacito de mi corazón los desea más. ¡Gloria a Dios!

Aún me encanta leer y Él me ha provisto mucho material de lectura para alimentar mi alma. Es un Mensaje nuevo para mí. ¡La tablea Agapao mantiene mi copa rebosando! ¡Ha sido una gran bendición en mi vida!

¡Ahora me emociono cuando escucho Las Edades de la Iglesia! ¡Oh, qué Palabra tan gratificante! Antes me acostaba pensando en todas mis historias y escribiendo en mi mente. Ahora me duermo y me despierto pensando en Jesús. He sido liberada.

Mi amigo, mi hermana o hermano, no fui liberada únicamente de libros, sino de muchas necedades mundanas. Cosas que entran sigilosamente. Siempre les digo a mis niños: “Si sienten una inquietud en su corazón sobre algo que están haciendo, háblenle al Señor, Él está diciéndoles algo”.

Satanás siempre nos susurra: “No puedes hacer eso TODO el tiempo”, o “no importa… los demás los hacen”. Yo estaba muy asustada; ¡cómo iba a pasar todo mi tiempo libre! Por muchos años soñé con ser una escritora, pero como dice el canto: “Todas mis ambiciones, planes y deseos yacen en cenizas a Sus pies”. 

Si tienen un obstáculo, solo confíen en Él; Él saciará todo deseo. Él quitará la soledad y la decepción. No teman, Él los ayudará. Lo sé, pues conmigo fue así. Jesús me liberó.

La Hermana Christina