28/10/2015
La fe de un niño

Así de sencillo. Es así de sencillo; la fe lo es. Y a lo que he dedicado estas noches es hablar sobre la fe, debido a que la gente intenta complicar la fe. Es—es… Dios no la complica; somos nosotros los que la complicamos. Nosotros salimos por allá e intentamos conseguir algo allá afuera, y lo tenemos aquí mismo, es sencillo. Si Ud. tiene la suficiente fe para caminar por el suelo, tiene la suficiente fe para lo que sea que Dios prometió. Si Ud. tiene la suficiente fe para levantar la mano, pues tiene—tiene la suficiente fe para todo lo demás. Es una fe sencilla. Solo aplíquela con el hisopo del que les he hablado en los mensajes. Basta con que tome la Sangre y es con una fe sencilla, tal como come, bebe, camina, conduce su carro, habla o lo que sea; es así de sencillo. Pero, cuando Ud. empieza a pensar: “Oh, ¿podré hacerlo? ¿Podré hacerlo?” (¿ven?), entonces Ud.—Ud. se aleja completamente de lo—lo principal. Tiene que regresar aquí a la fe sencilla de un niño, simplemente creerle a Dios. Diga: “Dios lo prometió, mi posesión; Cristo murió por eso y es mío”. Y solo siga adelante y créalo; y no piense más al respecto, solo… Todo está bien. El asunto queda concluido, y Ud. se recuperará.

Abraham, 60-0803

Es muy fácil pasar por encima de lo que es la fe. La fe es tan sencilla como hablar, caminar o conducir. En ocasiones se necesita que la fe de un niño nos muestre que el Reino de Dios está en medio nuestro, y lo único que nosotros tenemos que hacer es extender la mano y agarrarlo.

El testimonio de esta hermana nos recuerda bien que lo único que debemos hacer es escuchar, reconocer y actuar según la Palabra de Dios, tal como lo hizo esta pequeña.

El otro día, cuando mi hija de nueve años llegó a casa, después de la clase de Creaciones, tenía fiebre. Al día siguiente, la fiebre persistía y a veces su temperatura era mayor a los 39 °C.

El miércoles por la noche, su papá y su hermano fueron al Tabernáculo Branham y nosotras nos quedamos en casa. Decidimos escuchar la misma cinta que escucharían esa noche en la iglesia. Hicimos nuestro pequeño servicio: oramos, cantamos y luego escuchamos la cinta.

Normalmente, mi niña es muy juiciosa durante los servicios; pero, se distrae y a lo largo del Mensaje hay que recordarle varias veces que preste atención. Esa noche fue diferente. Todo el tiempo escuchó atentamente y prestó atención. Al final del servicio, el Hermano Branham oró por los enfermos y les dijo que si lo aceptaban se pusieran de pie.

Ambas nos paramos y en cuanto el servicio terminó, ella dijo: “Bueno, estoy sana”, y salió corriendo a jugar. Unos minutos después, estaba moviéndose y saltando por todas partes como siempre, y desde entonces no ha disminuido la marcha.

¡Gloria a Dios!