El otro día, cuando mi hija de nueve años llegó a casa, después de la clase de Creaciones, tenía fiebre. Al día siguiente, la fiebre persistía y a veces su temperatura era mayor a los 39 °C.
El miércoles por la noche, su papá y su hermano fueron al Tabernáculo Branham y nosotras nos quedamos en casa. Decidimos escuchar la misma cinta que escucharían esa noche en la iglesia. Hicimos nuestro pequeño servicio: oramos, cantamos y luego escuchamos la cinta.
Normalmente, mi niña es muy juiciosa durante los servicios; pero, se distrae y a lo largo del Mensaje hay que recordarle varias veces que preste atención. Esa noche fue diferente. Todo el tiempo escuchó atentamente y prestó atención. Al final del servicio, el Hermano Branham oró por los enfermos y les dijo que si lo aceptaban se pusieran de pie.
Ambas nos paramos y en cuanto el servicio terminó, ella dijo: “Bueno, estoy sana”, y salió corriendo a jugar. Unos minutos después, estaba moviéndose y saltando por todas partes como siempre, y desde entonces no ha disminuido la marcha.
¡Gloria a Dios!