11/11/2019
Vengan creyendo

El 18 de octubre del 2019, iba de camino a mis citas de los ojos, mientras tanto escuchaba el mensaje El poder de Dios (55-1006), donde el Hermano Branham oró por una mujer con problema de los ojos. Antes había orado al Señor para que sanara mis ojos y que todo volverá a la normalidad.

Tenía dos citas, una era cita de control por motivo del glaucoma, la cual debía ser a los seis meses, pero, debido a que tuvieron que reprogramarla, habían pasado nueve o diez meses. Me practicaron un SLT (trabeculoplastia selectiva con láser) en el ojo izquierdo para reducir la presión ocular que estaba un poco alta. Actualmente, se prefiere este tratamiento, en lugar de usar gotas oculares para disminuir la presión del ojo. Esto lo realizaron en dos citas, entre mayo y junio del 2018. Durante los últimos años, mi oftalmóloga general me mantenía examinado cada seis meses, pero ha estado dudado en programar mis controles una vez por año, debido a algunos cambios que ha notado. 

La segunda cita era un control médico con uno de los seis médicos de la retina con los que trabajo, el cual tiene 20 años de experiencia como especialista y cirujano de la retina y fundó la clínica. Es un caballero muy amable con un corazón muy generoso y tiene demasiados pacientes. Llevo trece años trabajando para él, así que me conocía. En diciembre del 2018, mi médica del glaucoma me remitió a él, pues en uno de sus exámenes notó qué había algo raro en mi retina izquierda. Así que me recomendó ver a un especialista de la retina. Como trabajan en el mismo edificio que ella y mis pupilas ya estaban dilatadas, acepté. Entonces, él me examinó y descubrió que sufría de membrana epirretinal en el ojo izquierdo, por lo que quería mantenerme vigilada, puesto que, si empeoraba y afectaba mi visión, necesitaría cirugía. No quería que me sometieran a eso.

Mientras conducía hacia la clínica escuché esto:

Pase, señora. Venga creyendo. ¿Cree que soy el siervo de Dios? Tenga fe en Dios. No la conozco. Pero hay Alguien aquí que ambos conocemos y en cuya Presencia estamos. Él nos conoce. Ahora, Ud. está aquí para pedirme que ore por sus ojos. Ud. tiene problema de los ojos. Y entonces veo de nuevo, aquí viene una extensión de agua. Y—y hay otro país donde hay muchas montañas. Y es hermoso. Es una región de lagos. Y hay alguien allá que se parece mucho a Ud. Es su hermana. Y ella está en tratamiento por algo en la sangre, una enfermedad de la sangre. Y ¿es en Suecia? ¿Es correcto? Y ese pañuelo es para ella. Bueno, envíeselo a en el Nombre de Jesucristo y que sea sana. Aleluya. Tenga fe en Dios. ¿Cree Ud.? Jesús dijo: “Al que cree todo le es posible. Si puedes creer, todo es posible”. ¿Lo cree? Tenga fe.

El poder de Dios (55-1006E)

Quedé intrigada por el “problema de los ojos”, así al concluir la oración, levanté la mano y dije: “Señor, ¡aplico eso para mí y acepto mi sanidad!”. De alguna forma, me sentí bien en mi interior y me mantuve agradeciendo al Señor.

En la primera cita de control del glaucoma, la médica revisó todos los exámenes y los comparó con los anteriores. Notó que ambos ojos habían mejorado y comentó que eso no solía suceder, por lo que registró que se habían presentado cambios en los resultados. No obstante, estaba muy feliz con los resultados. Después de examinar mis ojos, dijo: “Estás estable, así que no necesito verte hasta dentro de un año”. Apreté los puños, levanté ambas manos y exclamé: “¿En serio?”. ¡Sentí que como si fuera a despegarme de la silla y volar como un astronauta! Entonces dije: “¡Súper!”. Ella estaba contenta por mí y ¡yo estaba gozosa! ¡Gracias, Señor! Que el Señor la bendiga por ser tan atenta y amable conmigo todos estos años.

Entonces subí al cuarto piso para el control de retina. Él miró mis exámenes de TCO (tomografía de coherencia óptica) y los comparó con los de la visita del diciembre pasado. Estaba asombrada y dije: “¡Mira eso!”. Él no más dijo: “Sí, casi nunca sucede… No sé cómo explicarlo”. Respondí: “¡Yo sí! ¡La oración! ¡Le oré al Señor para que sanara mis ojos y que todo volviera a la normalidad!”. Él solo sonrió y dijo: “Sí… normalmente no sucede… No puedo explicarlo”. Estaba tan emocionada que exclamé: “¡Gloria al Señor!”. Nuevamente sentí ese impulso como si fuera a despegarme de la silla y ¡volar como una astronauta! ¡No podía ocultar la emoción! Él sonrió de nuevo, pero parecía un poco desconcertado. Me examinó los ojos y dijo: “Bueno, todo se ve bien. No tienes que regresar a menos que sufras algún problema; en tal caso, llámanos”.

Estaba demasiado contenta, no paraba de comparar las imágenes de antes y después, y maravillarme. Entonces él me preguntó si quería tomar una foto y yo dije: “¡Sí!”. Verdaderamente se sentía feliz por mí. Creo que es luterano, un caballero. Que Dios lo bendiga por tratarme amablemente. ¡Me alegra tanto que me haya preguntado si quería tomar una foto! Entonces, ¡la tomé! ¡Gloria a Dios por responder mi oración y sanar mis ojos! Salí de la habitación rebosando de felicidad. Recuerdo que él dijo algo así: “Estoy feliz por ti, Janice; fue un placer verte otra vez”. Solo respondí: “¡Gracias!”. Oh, vaya, sentía que flotaba. Cuando salí de la habitación, quise ir a mostrarle a una compañera que ha trabajado allí desde que yo empecé y también se sorprendió. Solo dije: “¡La oración!”. Ella me sonrió. ¡Oh! ¡Estaba muy feliz!

Mientras regresaba a casa, no dejaba de alabar al Señor y decir en voz alta: “¡Gracias, Señor! Sin duda ERES Hebreos 13:8. No soy digna, pero Tú me has llamado a venir. Tú dijiste que pidiéramos cualquier cosa en Tu Nombre y lo harías, y eso hice y ¡probaste que eres el mismo! ¡Aleluya! ¡Te amo, Señor! ¡Gracias, Jesús! ¡Ciertamente eres digno de todas nuestras alabanzas! ¡Gracias, Jesús!”. ¡Creo que volé a casa! Me puse gafas de sol de doble lente para poder manejar y probablemente me veía muy graciosa, pero ¡no me importó! Cuando llegué a casa, le conté a mi esposo lo que sucedió y se alegró mucho por mí. Les envié un testimonio de alabanza a varias personas para ¡agradecerle al Señor! Los santos estaban tan felices por mí y ¡le dieron gloria a Dios también! Hasta se lo envié a unos familiares, aunque quizá no gocen de la bendición de conocer al Señor como yo. Solo quería compartir lo que Dios hizo por mí, pues recordé al leproso que fue limpiado y solo quería expresar mi agradecimiento. Mi hermano se alegró por mí; mi papá no sabía de mi problema de los ojos; mi mamá sabía que estaban tratándome el glaucoma, pues ella también lo padece y usa gotas oculares para controlar la presión, pero no estaba muy consciente del asunto de la retina. Estaban dichosos por mí y ¡mi papá hasta le agradeció al Señor mediante su correo electrónico! Vaya, ¡gloria al Señor Jesús por Su misericordia y gracia! Gracias, Señor, ¡eres tan digno! ¡Gloria a Su bendito y Santo Nombre por siempre y siempre! ¡Gracias, Jesús! ¡Aleluya! ¡Dios los bendiga!

La Hermana Janice

En la imagen superior derecha, de diciembre del 2018, se muestra una membrana epirretiniana, que empeora eventualmente y causa que la visión parezca estar cubierta por celofán, con arrugas. La imagen inferior es del 18 de octubre del 2019; ¡se ve completamente normal!