16/11/2015
Que Él hable

19 Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar.

20 Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.

Mateo 10:19 y 20

La Palabra nos enseña que nunca debemos preocuparnos, pues Dios luchará por nosotros. Cuando el enemigo nos ataque, solo guarden la calma y tengan fe. Dios está esperando que se presente el momento perfecto para intervenir.

En muchas ocasiones de mi vida, he tenido el gusto de ver el poder de esta Espada. Siempre deja callado al enemigo. Es muy alentador saber que la Palabra de Dios es la Verdad, contra la cual ninguna mentira puede resistir.

Así como el león ruge y la jungla queda en silencio, así la Palabra de Dios enmudece las voces mundanas. Jamás habría sabido esto si no hubiera escuchado esa voz con acento de Kentucky declarar en las cintas: “Digan lo que dicen las cintas; digan lo que dicen las visiones”. Las cintas, las visiones y las escrituras son lo mismo: la Palabra de Dios para mí.

Este es un breve testimonio:

Una vez, mi hermano en la sangre se vio en aprietos mientras intentaba dar una explicación y responder unas preguntas con las que se sintió abrumado. Me preguntó qué debía hacer. Sabiendo que la Escritura dice: “…no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir; porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir”, le aconsejé que no contestara nada si no sabía qué decir.

Al día siguiente, mi hermano me contó que el hombre con quien se había visto en aprietos se dirigió a él con su Biblia y le dijo: “Solo quiero mostrarte en la Biblia a lo que me refería”. Así que le entregó su Biblia y le pidió que buscara cierta Escritura. Cuando mi hermano la encontró, él le dijo que leyera en voz alta el pasaje, el cual resultó siendo este:

Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.

Obviamente, el hombre se había confundido de escritura; pero, como el profeta nos enseña, las coincidencias no existen. Si Dios está tan dispuesto a dar a los niños la revelación de Sí mismo, de seguro también puede protegerlos, lo cual hace. ¡Amén!

El Hermano Nathan

Nueva Zelanda