12/11/2015
Resurrección

Es una Escritura simple, pero el Hermano Branham basó todo su ministerio en Hebreos 13:8 (“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”). Si somos verdaderos creyentes, entonces, a diario, debemos confiar en que veremos las mismas obras que Jesús realizó hace 2.000 años.

Siempre se aguarda con ansias el servicio del Tabernáculo Branham. En la mañana del domingo se repitió el mismo escenario que se ha visto últimamente: una fila de cientos de rostros sonrientes esperando afuera del Centro de Jóvenes la apertura de las puertas con aproximadamente una hora de anticipación. Tenemos compañerismo con nuestros vecinos en la fila y, una que otra vez, un hermano o una hermana que no puede contener la emoción empieza a aplaudir al Señor. La expectación aumenta cuando se abren las puertas y pasamos a sentarnos. Sí, las sillas alcanzan para todos, pero recibimos una bendición especial al llegar temprano y confraternizar con el pequeño grupo de Jeffersonville de la Novia de Cristo.

Entramos al santuario al son de los himnos del Evangelio del Hermano Branham. Cuando la mayoría halla asiento, los parlantes entonan la grabación de una música suave de piano. Unos 15 minutos antes del servicio, los pianistas y los organistas ocupan sus puestos y proceden a tocar canciones de adoración. Cuando el Hermano Joseph y el Hermano Samuel suben a la plataforma, la mayoría de nosotros ya llevamos por lo menos 45 minutos adorando; por tanto, la expectación es casi tangible. Todos estamos más que preparados para recibir al Señor entre nosotros.

En el Tabernáculo no hay servicios “normales”. No sabemos lo que hará el Señor, pero estamos seguros de que Él les ha reservado una bendición especial a todos los presentes. Esta mañana, Él les dio a los 800 presentes algo que queremos compartir con todo el mundo.

Mientras cantábamos y entregábamos la ofrenda, se armó un poco de alboroto en el lado izquierdo de la congregación. La Hermana Beth Campbell (enfermera) dirigió la vista a su izquierda y notó que un hermano anciano llamado James Jackson se había desplomado en la silla hacía cierto tiempo. Al mirar de cerca, se percató de que se trataba de una situación muy grave. Dio aviso a un hermano llamado Isaac Toy, quien estaba sentado en frente de ella. Entonces, él contactó a un diácono llamado John Wahl, que se encontraba cerca. De inmediato, los Hermanos Matthew Golden (médico) y Adam Evans (paramédico con experiencia) se abrieron camino hacia el extremo izquierdo de la audiencia. Ambos adquirieron un semblante serio mientras atendían al Hermano James. Su rostro presentaba un tono gris, sus ojos se encontraban abiertos e inertes, su boca permanecía abierta, había una mancha de saliva en su camisa y su cuerpo estaba inmóvil y endeble; era evidente que el hombre llevaba cierto tiempo muerto.

La audiencia guardó la calma y tarareó suavemente la canción mientras varios hermanos oraron por él. Sabíamos que no era razón por que temer. Jesucristo prometió que Él estaría presente cuando nos reuniéramos en Su Nombre y sin duda alguna Él nos estaba acompañando entre la congregación.

Estos son los testimonios del Hermano Adam Evans y el doctor Matthew Golden:

El Hermano Adam Evans

Me llamo Adam Evans y esta es mi versión de lo que ocurrió la mañana del domingo, 8 de noviembre del 2015. Laboré durante 13 años en un cuerpo de bomberos y en el 2008 abandoné mi profesión para trabajar en La Voz de Dios. De esos 13 años, 10 me desempeñé como paramédico de emergencias titulado y aproximadamente 7 como capitán de bomberos. En esa época, vi bastantes enfermos y, lamentablemente, muchas personas muertas o agonizantes. Por lo general, un paramédico es un profesional de atención prehospitalaria que tiene el nivel más alto de entrenamiento. Para solicitar admisión a una escuela de paramédicos se requiere ser un técnico en emergencias médicas experimentado. Tras salir elegido, uno recibirá, normalmente, un entrenamiento intensivo de 14 meses.

Mientras cantábamos el domingo por la mañana, poco después de que comenzó la reunión, miré de reojo y me percaté de que había un alboroto. Cuando me volví, vi que uno de los diáconos me hacía señas para que fuera a ayudar. Al ver la expresión de su rostro supe que se trataba de algo grave.

Como a solo 8 metros de donde yo estaba, vi a un buen amigo mío, el doctor Matt Golden, parado detrás de un hermano anciano que estaba inconsciente. El Hermano James se había desplomado en la silla y el Hermano Matt estaba sosteniéndole la cabeza. Junto a él, había varios hermanos orando de rodillas. Me situé en frente del Hermano James y noté que tenía la mirada perdida y sus ojos no respondían a ningún estímulo. Su piel estaba fría y húmeda. Sabía que no era una buena señal. Me paré y me volteé hacía la plataforma. El Hermano Joseph estaba detrás del púlpito; pero aún no se había dado cuenta de la situación. Le hice señas a un diácono para que trajera al Hermano Joseph y luego me volví para ayudar a nuestro hermano.

El Hermano Matt colocó sus manos alrededor de la cabeza y la mandíbula del Hermano James, como si estuviera manteniéndole la cabeza erguida para encontrar el pulso. Él explicó que era necesario mantener abiertas las vías respiratorias y también dijo que no pudo sentir las pulsaciones. Asimismo, coloqué los dedos sobre el cuello del Hermano James para buscar el pulso; no me llevé ninguna sorpresa cuando no lo encontré. Entonces lo busqué en su muñeca y el resultado fue el mismo. La cantidad de saliva que estaba en su camisa indicaba que ya llevaba bastante tiempo en esa condición. Después de morir, los músculos se relajan, por lo que el cuerpo ya no puede retener los fluidos y estos comienzan a filtrarse. La saliva goteaba debido a que los músculos de su cara se habían relajado.

El Hermano James aún permanecía en la silla. Le desabotoné la camisa para que su pecho quedara descubierto. En ese momento, quedé convencido de que estaba muerto; pero también tenía la certeza de que su condición no sería permanente. Tenía presente que debía cerciorarme de que no tuviera pulso ni ningún signo vital. Sabía que más adelante me lo preguntarían, por lo que necesitaba estar seguro de la veracidad de mi testimonio. Coloqué las manos sobre su pecho descubierto para intentar percibir hasta el movimiento más leve. Ya habían transcurrido varios minutos desde que la gente que estaba cerca se percató del problema. Intenté captar un respiro leve, el latir de su corazón, lo que fuera. Él estaba frío, pálido, húmedo e inerte.

No retiré las manos de su pecho por si lograba apreciar algún movimiento. Me preguntaba qué más debíamos hacer cuando sentí que el Hermano Joseph colocó su mano debajo de la mía. Sabía que el Hermano Joseph y toda la congregación estaban orando; entonces, sentí que su pecho se levantó casi imperceptiblemente. Pensé que quizás lo había imaginado; así que acerqué mi rostro al suyo y logré escuchar que respiraba muy suavemente.

El Hermano Matt seguía sosteniéndole la cabeza al Hermano James y le susurré al oído: “Está respirando”. El Hermano Matt contestó: “Lo sé”.

Me volví a arrodillar en frente del Hermano James y junto al Hermano Joseph. Miré al Hermano Joseph y le comenté que ya estaba respirando. El Hermano Joseph me miró muy fijamente y no dijo ni una palabra. Le pregunté si quería que sacáramos al Hermano James al aire libre y él me miró durante uno o dos segundos y respondió: “Sí, llévenlo afuera”.

Cuando salimos, le pedí al Hermano John Wahl que llamara al 911 (número telefónico de emergencias). Poco a poco, el Hermano James comenzó a recuperar el conocimiento. Cuando la ambulancia llegó, ya podía responder preguntas sencillas. Le pregunté qué edad tenía y él levantó la mano y dijo: “¡Gloria a Dios!”. Me convencí de que se repondría.

Dios los bendiga,

Adam Evans

El doctor Matthew Golden

Dadas las circunstancias, considero un privilegio y un honor escribirles el día de hoy. No hay palabras para expresar lo que siento en mi corazón por formar parte de la Novia de Dios. Quiero relatar con lujo de detalles exactamente lo que ocurrió en la mañana del domingo, 8 de noviembre del 2015, en el Centro de Jóvenes de YF.

Estaba sentado, junto al Hermano Isaac Toy y su familia, en la cuarta o quinta hilera situada a la izquierda de la parte delantera del edificio. El asiento del Hermano James Jackson se ubicaba en el extremo izquierdo de la hilera posterior a la nuestra. Mientras cantábamos como el tercer himno del servicio, la esposa del Hermano Isaac me llamó la atención con señas. Advertí al instante que nuestro hermano se había desplomado en la silla. De inmediato me dirigí a él e intenté despertarlo. Noté que estaba frío y no respiraba. No le sentí pulso radial ni pulso en la carótida y tampoco logré que respondiera a ningún estímulo.

En el hospital he presenciado estos casos muchas veces y, hasta donde llega mi experiencia, él no presentaba signos de vida. En seguida me paré detrás de él y le levanté la barbilla para abrirle las vías respiratorias. Al frotar su tráquea, no reaccionó. Cuando coloqué la mano en su arteria carótida, no tenía pulso. Para entonces, el Hermano Adam Evans se había situado enfrente del hermano para ayudarnos. Le desabrochamos la camisa para comprobar si estaba respirando. Inmediatamente consideré, basándome en mi capacitación, que él necesitaba reanimación cardiopulmonar o un milagro.

Para ese momento, varios hermanos ya se habían reunido en torno a nuestro hermano para imponerle las manos. Oramos. Entonces noté que el Hermano Joseph había puesto su mano, debajo de la del Hermano Adam, sobre su corazón, entre su pecho y su estómago. Fue en ese momento cuando sentí un movimiento en su tráquea, como si hubiera tragado, y luego aspiró. Después empezó a respirar, lentamente al principio; pero al menos le estaba entrando oxígeno. Mientras mantenía la mano en su cuello, lentamente recuperó el pulso, que se apreció débil al principio, pero con latidos cada vez más fuertes. Sacamos al hermano del edificio por la puerta lateral y él empezó a fortalecerse. Seguí sosteniendo su cabeza mientras lo llevábamos a donde pudiéramos recibir la ambulancia.

Cuando llegamos a la parte delantera del edificio, ya podía sostener la cabeza por sí mismo y responder preguntas con gestos. Poco a poco fue recuperando el habla. Cuando la ambulancia llegó ya contestaba preguntas oralmente. Decidí acompañarlo en la ambulancia para informarme sobre todo lo sucedido.

Cuando llegamos al hospital, el Hermano James alababa a Dios al levantar las manos. Con tanta alabanza a Dios, los paramédicos a duras penas pudieron examinar sus signos vitales. En la sala de urgencias, lo acompañé en todos los exámenes. Vi personalmente que los resultados del electrocardiograma salieron normales para su edad. La tomografía computarizada de cabeza también le salió normal. Asimismo, todos los análisis de muestras salieron en orden. Lo único anormal que logré observar fue la temperatura corporal, que se marcó en 34,4 °C al medirla mediante dos procedimientos. Cuando me retiré del hospital, volvió a la normalidad.

En mi opinión profesional, nuestro hermano murió y ahora está vivo. En mi corazón, creo que no se trata de nada más que el cumplimiento de que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Lo proclamo y lo creo con todo mi ser. Una vez más, hemos sido testigos de la presencia de Dios entre nosotros. Que Dios los bendiga al leer este testimonio. Me esforcé al máximo para expresar todo lo que presencié.

En Él,

El doctor Matthew Golden, titulado en Cirugía General

Probablemente el Hermano James murió mucho antes de que comenzara el servicio. Su asiento se ubicaba en el extremo de una hilera, contiguo a la pared; por tanto, pasó desapercibido fácilmente. En medio de la tranquilidad que precedió al servicio, el Hermano Isaac Toy, que estaba sentado en frente de él, escuchó un ruido que pareció ser un ronquido leve. Quizás ese fue el momento en que se detuvo el corazón del hermano. Él permaneció sentado todas las veces que el resto de la congregación se puso de pie después de que comenzó el servicio, que siguió su curso por 25 minutos hasta que se percataron de su condición. Su corazón volvió a latir unos 5 minutos después de que se hizo manifiesto lo ocurrido.

El Hermano James dice que no recuerda nada de lo que sucedió. Lo último que recuerda es cuando entró al auditorio, se sentó y escuchó los himnos del Evangelio del Hermano Branham, que se escuchan por lo menos durante 30 minutos antes de iniciar el servicio. Calculamos que permaneció muerto entre 15 y 60 minutos antes de que lo auxiliaran. Cuando llegó al hospital, sus signos vitales ya habían recobrado el estado normal para su edad, a excepción de algo: su temperatura corporal era de 34,4 grados, unos dos grados por debajo de lo normal. Esa falta de temperatura corporal podría indicar que quizás permaneció muerto durante 60 minutos o más.

Han transcurrido dos mil años desde que un grupo de personas fueron testigos de cuando el Señor Jesús llamó a Lázaro de la tumba. Hace unos 50 años, el 23 de junio de 1963, Jesús volvió a demostrar su poder ante una gran multitud después de que el Hermano Way murió de un ataque al corazón durante el servicio. Ya todos conocemos ese testimonio también. Luego, el domingo, 8 de noviembre del 2015, 800 creyentes de Jeffersonville se unieron en oración y vieron al mismo Señor Jesús resucitar al Hermano James Jackson.

Para clausurar el servicio, a un hermano se le pidió que hiciera una oración, en la que dijo: “Señor, no queda más que decir... ¿Qué nos tendrás reservado la próxima vez?”.

Lo lleva a un cierto lugar, lleva a cabo una ceremonia delante de los Ángeles, y lo coloca posicionalmente, lo que él es en el Cuerpo de Cristo. Entonces esa persona tiene la autoridad. Permítanme decir esto, aunque Uds. me consideren un fanático desde esta noche en adelante: esa mismísima cosa de la cual estoy predicando será hecha. Habrá un poder puesto dentro de la Iglesia, y está ahora entrando, cuando el Espíritu Santo ungirá tanto al pueblo, al grado que ellos hablarán la Palabra y Ella misma creará allí mismo. Nosotros no hemos visto poderes como esos que están ahora entrando a la Iglesia. Yo lo sé por experiencia.

“Di a este monte: Quítate, y no dudes en tu corazón, sino cree que será hecho lo que tú has dicho, tú puedes tener lo que tú has dicho”: la colocación de la Iglesia en posición, en donde la plenitud del poder del Espíritu Santo entra en la Iglesia. Entonces las bocas de los críticos serán calladas. Será un período corto. Jesús bajó del monte, y fue directamente al Calvario. Fíjense: no durará mucho tiempo, pero estará aquí.

A Él oíd, 60-0313