Hace unos 14 años, estaba cuidando a mi nieto de tres años y él mencionó cuatro palabras que me infundieron ánimo y con frecuencia me sacan de la rutina en la que nos encontramos las hermanas mayores. Me gustaría compartirles estas palabras.
Le había dado una grabadora y unos casetes para niños, con historias y canciones de la Biblia que le había grabado. Me la trajo y dijo: "¡Arréglala, abuelita!" (las baterías se habían descargado).
Después de revisarla, me di cuenta de que necesitaba un destornillador de cruz para cambiarlas. Como no sabía dónde había uno y como, tal vez, soy un poco perezosa, le dije: "El abuelo llegará en una hora y la arreglará".
Me di cuenta por la expresión de su rostro que no le gusto mi respuesta. En la Escuela Dominical le he ayudado a memorizar: "¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!" y "Con Dios todo es posible". A tener valor en lugar de miedo.
Bueno, me miro y apuntó con su dedo para demostrar su
Convicción; dijo: “Abuelita, si solo dices ‘Creo que puedo, creo que puedo’, ¡Dios te ayudará!".
Él ahora me estaba predicando a mí, señaló mi debilidad. Dejé mi pequeño mundo habitual de platos sucios, busqué un destornillador y arreglé la grabadora.
Como mis hijos ya crecieron, esas palabras me dieron animo mientras mi vida cambiaba. A menudo, cuando quiero rendirme y me enfrento a un nuevo desafío, escucho la voz de un niño de tres años que dice: "Si solo dices ‘Creo que puedo, creo que puedo’, ¡Dios te ayudará!".
Dios los bendiga
La Hermana Ray
Fairbanks, Alaska