08/12/2020
Un Guía

Los creyentes del Mensaje han escuchado la historia que cuenta el Hermano Branham cuando estaba perdido en las montañas Adirondack, en su luna de miel con su esposa Meda (si usted aún no ha escuchado la historia, la puede encontrar en el sermón Un Guía, 62-1014E.) Exactamente, se perdió cerca de la montaña Hurricane, donde había ayudado a instalar una línea telefónica temporal, cuando era guardabosques, desde el pie de la montaña Hurricane hasta la cumbre, donde había una torre de vigilancia de incendios.

Las siguientes son algunas fotografías de la torre de vigilancia y otras de la zona donde el Hermano Branham estuvo perdido, tomadas desde el mirador de la torre.

Fotografías

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En ese mismo momento yo sentí que Algo me tocó en el hombro, una mano, se sintió como la mano de un hombre, tan rápido que yo di vuelta para ver. No había nadie parado allí. Yo pensé: “¿Qué fue eso?” Aquí está la Biblia puesta delante de mí. Dios, mi Guía y Juez, está parado aquí. Yo sólo miré hacia arriba. Y directamente en esta dirección, esa neblina se aclaró al grado que pude ver la torre en la cumbre de la Montaña Hurricane. Alejándome directamente de ella, a lo mejor de mi habilidad para cazar, yo me estaba alejando de ella, para entonces se estaba haciendo muy tarde en la tarde. Yo me di vuelta muy rápidamente, dirigiéndome de esta manera. Yo tomé mi sombrero y levanté mis manos, yo dije: “Guíame hasta allá, Dios, Tú eres mi Guía”.

Me puse en marcha. Tuve que ir directamente subiendo por acantilados y todo para llegar allá, más tarde y más tarde. Entonces oscureció. Venados estaban brincando enfrente de mí, y todo. Yo no podía pensar en nada sino en mantenerme en una dirección, subiendo esta montaña.

Y yo sabía que si yo podía llegar a la torre, el Sr. Denton y yo…Yo ayudé a poner la línea esa primavera. Nosotros fijamos el alambre telefónico desde la Montaña Hurricane, hasta abajo como tres millas y media o cuatro millas [Como cinco kilómetros y medio o seis kilómetros y medio.—Traductor], hasta el campamento. Y bajaba por una veredita, pero, con la nieve allí, uno no podía distinguir la vereda. ¿Ven? Y el viento soplando y todo, estaba oscuro y una ventisca y, yendo, uno no podía distinguir dónde estaba uno. Pues, la única cosa que yo sabía que podía hacer, después de que oscureció, y yo no sabía…Yo sé que iba en una dirección, y subiendo directamente la montaña. Porque yo debía subir a la montaña, y la torre estaba exactamente en la cumbre de la montaña, y yo tenía como seis millas [Como nueve kilómetros y medio.—Traductor] para llegar a ella. ¡Sólo piensen, esa neblina aclarándose, seis millas, solamente un hueco, al grado que yo podía verla!

Y entonces yo—yo había cargado mi rifle en esta mano, y mantuve esta mano arriba, porque yo había fijado el—el alambre en los árboles así yendo hacia abajo, los alambres telefónicos a la cabaña, para que él pudiera hablarle a su esposa, y entonces llamar desde allí, desde la montaña. Y yo lo iba a ayudar a quitarla ese otoño. Y yo tenía mi mano levantada de esta manera, diciendo: “Oh Dios, permíteme tocar esa línea”. Caminaba, y mi brazo se ponía tan dolorido, cansado, casi no podía sostenerlo, y tenía que bajarlo. Y cambiaba el rifle y lo ponía en ésa; me regresaba un par de pasos para estar seguro de no fallar en tocarla, entonces levantaba mi mano, comenzaba a caminar, a caminar. Estaba haciéndose tarde, oscuro, el viento soplando. Oh, yo agarraba una rama, yo decía: “¡Esa es! No, esa no es”. Oh, da…No permitan que dé un sonido incierto.

Después de un rato, cuando ya casi estaba listo para darme por vencido, mi mano tocó algo. ¡Oh, hermano! Yo había sido hallado, cuando estaba perdido. Yo me agarré a ese alambre. Yo tiré mi rifle al suelo, me quité mi sombrero de mi cabeza, y me quedé allí. Yo dije: “Oh Dios, qué sensación es ser hallado, cuando uno está perdido”. Yo dije: “Hasta abajo al final de este alambre, yo no lo voy a soltar. Me agarraré a este alambre. Me guiará directamente a donde está todo lo que es apreciado para mí en esta tierra, está allá abajo. Mi esposa y el bebé, desesperados, no sabiendo dónde estoy, no sabiendo cómo hacer un fuego, no sabiendo qué hacer, y los vientos soplando, y las ramas quebrándose y cayéndose de los árboles”. Yo no me atrevía a soltar ese alambre. Yo agarré ese alambre hasta que me guió directamente a donde estaba todo lo que es apreciado en la tierra para mí.

Un Guía (62-1014E)