Había salido para trabajar con mi papá en su campamento de cacería, que es una casa rodante enorme a la que añadieron cuartos. Me había arrastrado por el suelo debajo de la casa rodante, donde es muy oscuro, y regresaba debajo de los cuartos adicionales, cuando me di cuenta de que había perdido mis gafas. Cuando hago trabajos que requieren ver de cerca, las coloco en el cuello de mi camisa, pues no me sirven en esos casos.
Las necesitaba para conducir de regreso a casa. Así que le comenté a mi papá que se habían extraviado y procedí a buscarlas por todas las partes donde me había arrastrado: debajo del remolque y luego debajo de los cuartos adicionales. Fue en vano. Pensé: “Bueno, mi papá tendrá que llevarme a casa”. Allí en el suelo incliné mi rostro y le pedí al Señor que me ayudara a encontrarlas. Las busqué durante unos minutos más y luego reanudé mi trabajo. Las gafas podían estar ocultas en cualquier lugar, teniendo en cuenta los materiales de construcción, la tierra removida y la oscuridad.
Mi papá intentó buscarlas alrededor y dentro de la casa rodante. Unos cinco minutos después regresó a preguntarme si las había encontrado. Miré alrededor de mi sitio de trabajo y contesté: “No”. Pero, mientras me volteaba hacia a mi papá, vi las gafas en el suelo, en medio de los materiales de construcción, a casi un metro de donde yo estaba y le dije: “¡Sí, aquí están!”.
Quizás no tenga mucha importancia para otros; pero nuestro Señor nos demuestra Su amor de muchas maneras.
El Hermano Nathan