05/01/2018
El cuarto de dólar

Independiente del problema que enfrentemos, la Biblia y el Mensaje del Hermano Branham parecen tener algo que nos anima a seguir luchando. No hay problemas que Él no haya solucionado.

Esta hermana tuvo en cuenta una lección del Hermano Branham: tener el dinero para comprar una barra de pan cuenta tanto como tener el pan. La aplicó a su vida y se aferró a eso. Como leerán a continuación, la Palabra le infundió la fe que le dio su posesión.

Saludos a todos en el Nombre del Señor Jesús:

Desde pequeña sufría de acné en el rostro. Esto me hacía sentir muy avergonzada. Nunca superé ese problema; es más, empeoró cuando cumplí cuarenta. Finalmente decidí acudir a un dermatólogo para tratar mi enfermedad. Aparte del acné, todo mi rostro permanecía enrojecido.

El dermatólogo me informó que tenía dos enfermedades en la piel: rosácea y dermatitis seborreica. Me prescribió unas cremas para que me aplicara, las cuales me ayudaron un poco, pero no solucionaron el problema del todo. Todavía sufría de brotes de acné.

En mayo del 2017, escuché una cinta en la que el Hermano Branham menciona que tener un cuarto de dólar cuenta tanto como tener una barra de pan (si el pan cuesta 25 centavos). Necesitaba fe para creer en mi sanidad. Así que, como recordatorio, escribí “sanada” en una moneda de cuarto de dólar con un marcador y la guardé en mi bolsillo.

Con el tiempo, la palabra que escribí se borró y luego no sabía si tenía la misma moneda. Hoy en día mi rostro se ve muy bien. ¡Me siento tan agradecida con mi Señor por Su toque sanador!

¡Él es tan bondadoso conmigo! ¡Lo amo con todo mi ser!

Dios los bendiga a todos,

La Hermana Susan

Ahora, yo puedo estar igual de satisfecho con los veinticinco centavos que con la barra de pan, pues tengo con qué comprar el pan y, en cuanto llegue al mercado, conseguiré la barra de pan.

Y la fe es lo que me sana y sin importar cuánto tarde yo en llegar a ese lugar, tengo la fe que lo va a lograr, tan pronto como llegue allí. ¿Lo entienden?

Ahora, yo puedo estar igual de satisfecho con el cuarto de dólar que con el pan. Y cuando en lo profundo de su corazón Ud. cree que Dios lo ha sanado, tan—tan cierto como cree que tiene la fuerza para salir caminando por esa puerta o tan claro como la vista—el sentido de la vista le dice que esa camisa es blanca, entonces está concluido. Nada puede arrebatarle eso, por cuanto va más allá de lo intelectual; ha llegado hasta su corazón. Es fe genuina.

Ahora, para comprar ese pan quizás tenga que atravesar matorrales y puentes, cruzar arroyos y subir la montaña; pero, durante todo el trayecto, estaré gritando con todo mi corazón mientras sostengo mis veinticinco centavos, pues voy en camino a comprar el pan.

Y si Cristo me revela, esta noche, que estoy sano, me regocijaría tanto como si pudiera saltar una y otra vez en el suelo. No importa si sigo lisiado o enfermo, si todavía me duele la cabeza o lo que sea, estoy contento, pues voy en camino con el poder para comprar. Eso es fe. Jesús dijo: “Tened fe en Dios”. Fíjense en lo vital que es.

Tened fe en Dios (58-0510)