Dios verdaderamente me ha bendecido de una forma indescriptible, aun cuando a los seis años el médico declaró que mi expectativa de vida era de siete días al diagnosticarme leucemia. Los médicos les aconsejaron a mis padres que regresaran a casa y se prepararan para el funeral.
Ellos se fueron a casa y oraron. A los tres días me hicieron otro examen y no pudieron encontrar nada. Afirmaron que perdería el cabello, pero lo conservé.
Cuando tenía diez años, necesité un trasplante de médula ósea y mis dos hermanos resultaron compatibles, lo cual es muy inusual. Dijeron que no iba a crecer, pero en el trascurso de cada cita crecía cada vez más.
Aseguraron que no tendría hijos. Ahora estoy casada y, aunque he sufrido dos abortos, ya estoy esperando un niño, el cual tendremos por la gracia de Dios.
Mi esposo y yo recibimos el Espíritu Santo antes de casarnos, la mejor experiencia de mi vida. Con Dios no hay nada imposible, nada.
La Hermana Roseanna
Montana, Estados Unidos