Parece que ahora todos quieren sobresalir de alguna forma: se marcan con tatuajes y perforaciones; usan ropa que exhibe su cuerpo o que sencillamente luce absurda. Invierten todo ese esfuerzo en identificarse con alguna insensatez mundana y recibir un poco de atención inmerecida. Sin embargo, la Novia actúa diferente. Así no queramos, llamamos mucho la atención. Aunque no procuramos sobresalir, no podemos evitarlo. Y, cuando nos preguntan, con orgullo respondemos: “Sí, soy uno de ellos”.

Hoy me sucedió algo muy especial e inesperado.

Había recogido a mi hijo de Creaciones y paramos en Taco Bell.

Le mencioné a mi hijo que solo pediríamos el burrito de frijoles y queso y que tomaríamos agua. Entonces, el hombre de adelante se volteó y nos dijo: “Voy a pagarles el pedido a usted y su hijo; ordenen lo que deseen”.

Me dispuse a ordenar lo que ya habíamos acordado, pero el no estuvo de acuerdo y nos sugirió que pidiéramos algo mejor, a lo que hicimos caso. Entonces le entregué una tarjeta de testificar y le dije que lo apreciábamos mucho y que el Señor lo bendijera.

Él observó la tarjeta de testificar y comentó: “Sí, estoy escuchando al Hermano Branham; por eso quise hacerles un favor”. Luego mencionó algo similar: “Sabía que ustedes eran unos de ellos”. Sus palabras me conmovieron y me dieron ganas de llorar.

¡Qué precioso es ser reconocido como UNO de ELLOS! Me alegra tanto que él percibió algo que nos identificó como unos de ellos. Fácilmente nos invade el sentimiento de que somos un fracaso y no servimos para nada, y nos preguntamos si no cumplimos con la expectativa; no obstante, poseemos la identificación.

¡Qué aliento!

Una hermana de Jeffersonville