El 13 de julio del 2019, cuando di a luz a mi hijo. La partera me informó que mi hijo había nacido con un soplo en el corazón (un problema cardíaco) y en ese momento se me rompió el corazón. Le pregunté a Dios por qué, pues desde que estaba embarazada, siempre he orado para que mi hijo sea un predicador. Me pregunté “¿Cómo podrá predicar si tiene este problema?”.
Así que, luego de cuatro días en el hospital, el médico me dijo que debían transferirnos a otro hospital, donde tuvieran especialistas en problemas del corazón y más equipos.
En ese momento, se me subió la presión de la sangre. Oramos con mi esposo en el hospital, puesto que no quería ir a otra ciudad, donde se encontraban los especialistas, y además me rehusaba a crear lo que el médico decía.
Al día siguiente, nos realizaron exámenes exhaustivos y el médico nos permitió ir a casa, pero nos programó una cita en un mes.
Al cabo de un mes, regresamos al hospital y el médico nos explicó que tenía un espacio de dos cavidades y que un corazón normal debe tener cuatro. Pero mi hijo tenía seis, así que tenía dos de más. Sin importar lo que el médico me decía, me la pasé repitiendo que mi hijo estaba bien y que no tenía nada malo.
Luego de dos citas con el médico, nos dijo que volviéramos con el niño en tres meses.
Regresamos a casa y puse a sonar una cinta del Hermano Branham como acostumbramos hacer en casa. Luego del servicio, el profeta inició el servicio de sanidad. Llamó a alguien y le preguntó: “¿Cree que soy el profeta de Dios? Si es así, y Ud. cree esto, queda sano del problema del corazón”.
En cuanto escuché esto, volví a repetir la oración con él y coloqué el celular en el pecho de mi hijo. Desde ese día, creí que mi hijo había sanado, pues creo que la oración del profeta sigue siendo efectiva hoy en día.
El día de la siguiente cita, el médico declaró que mi hijo no tenía ningún problema en el corazón y que se encontraba sano.
¡Gracias, Señor, por la sanidad de mi hijo!
La Hermana Lúcia
Francia