Dios los bendiga. Me gustaría compartir una experiencia que tuve mientras escuchaba una cinta en la casa.
Una semana después de que llegamos a Canadá, la enfermedad comenzó a entrar en nuestro hogar. Primero mi esposo, luego los niños y después yo. Desde esa semana, he sufrido de dolores de cabeza severos que me llegaban hasta la mandíbula a la altura de los ojos y literalmente me impedían respirar por ambas fosas nasales. Una estaba completamente obstruida. En ocasiones era tan fuerte que perdía la conciencia, pero Dios proveyó, pues con dos hijos no habría sido fácil. Mi familia me recomendó ir a la unidad de emergencias, pero, como odio los hospitales, me rehusé. Tomé todo tipo de pastillas (ibuprofeno y demás), pero nada surtió efecto. Se estaba volviendo insoportable, ya que no podía encargarme de la casa, los niños, etc. Intentamos aferrarnos a la oración, pero por el nuevo trabajo de mi esposo, las horas extra y además mi dolor de cabeza, era muy difícil. A pesar de todo, él decidió que diariamente escucháramos una parte de la cinta Uno más grande que Salomón está aquí hasta terminarla.
El diablo me dijo: “Pero ¿por qué no escogió una cinta más apropiada, como Poseyendo las puertas del enemigo?”. Sin embargo, no comenté nada e intenté escuchar a pesar del dolor de cabeza. Me aferraba a una cita y luego a otra. Pero, un día, todo cambió. Desde que me levanté, me sentí diferente. El dolor de cabeza no había cesado, pero ya no le estaba prestando tanta atención. Saqué a los niños de la habitación y comenzamos nuestra reunión matutina. Tomé la tableta Agapao, les canté unos himnos, escuchamos la Cita del Día y luego oramos. En el transcurso de todo el día, el profeta predicó o cantó mientras me encargaba de los niños y la casa. El diablo me dijo: “Pero ni siquiera escuchas”, sin embargo, lo ignoré.
Cuando mi esposo llegaba de trabajar, dedicábamos un tiempo a escuchar al profeta sin importar lo cansados que estuviéramos. Continuamos escuchando todos los días y, al final de la cinta, el Hermano Branham dijo que, quien quisiera convertirse en un verdadero Cristiano como esta querida madre, levantara la mano. Entonces el Hermano Branham empezó la oración, pero el diablo regresó a atormentarme con sueño. Empecé a quedarme dormida cuando algo me dijo que escuchara porque esto estaba dirigido a mí.
Abrí los ojos y mi esposo (que estaba traduciendo al francés) había llegado a la parte del discernimiento. Cuando el Hermano Branham dijo: “Allí está una dama sentada allí atrás, de cabello oscuro, aquí en el pasillo”, algo me sobrevino y me dijo que se trataba de mí. Y me sorprendió. En ese momento el Hermano Branham continuó: “Sí, usted”. Entonces esperé a escuchar el resto de mi mensaje y el Hermano Branham dijo: “Ud. se asombró cuando eso fue dicho. Ahora en este mismo instante Ud. comienza a sentirse un poco rara (¿ve?), algo como muy dulce a su alrededor. Si alguien mirara, si logran verla, es una especie de Luz de aspecto ámbar descendiendo sobre la damita. Ahora el problema que tiene, ella sufre dolores de cabeza que la molestan mucho. Eso es correcto. Si eso es correcto, levante su mano de esa manera. Yo nunca la he visto en mi vida. Eso es verdad. Eso es correcto. Dolores de cabeza le molestan, como migraña, pero la van a dejar. Amén. Créalo. Ahora...”.
No salté de la alegría ni nada, pero un gozo, una paz, una dulzura, un sentimiento que no puedo explicar llenó mi corazón. Y sonreí porque el diablo nuevamente había perdido. Este Mensaje verdaderamente se puede aplicar a nuestra vida cotidiana y mi Dios me cuida de una forma maravillosa. Puedo enfrentar lo que me aguarda, pues creo que Dios proveerá de nuevo. Dios los bendiga ricamente.
Su hermana en Cristo, Linda