16/12/2015
Él está a tu puerta llamando

20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Apocalipsis 3:20

Desde eso ahora he aprendido más. Cada—cada persona que ha sido salva debería tener una iglesia local. Ellos deberían asistir a la iglesia. Y allí cada—cada vez que se haga un servicio en la iglesia o cada vez que pasen por allí, entren, abran las puertas y entren a orar o a hacer algo. Amen al Señor.

El ciego Bartimeo, 57-0809

¿Qué harían Uds. si se enteraran de que el Hermano Branham va a predicar esta noche en su ciudad? ¿Algo les impediría presenciarlo? Y, si supieran que Elías será el orador invitado en su ciudad, ¿será que algo podría evitar que asistieran? Si adoptamos esa actitud a la hora de ir a la iglesia, entonces veremos lo que la Biblia y el Hermano Branham mencionan.

Cada uno de nosotros tiene la oportunidad todos los días de abrir la puerta para que el profeta de Dios nos hable. Y no solo podemos escuchar a un profeta con nuestros oídos, sino también reunirnos con hermanos y hermanas que aman al Señor y sienten tanta emoción como nosotros por sentarse en lugares celestiales en Cristo Jesús. ¡Qué gran oportunidad tenemos todos!

Esta hermana atendió al buen consejo de su novio y decidió que no iba a desaprovechar la oportunidad de asistir a las reuniones especiales del Jubileo en el Tabernáculo Branham. Ella se armó de valor para decirle a su jefe que quería ir a la iglesia y por consiguiente no podría ir a trabajar esa noche. Luego, venció otro ataque del enemigo cuando intentó enfermarla. Este es su testimonio:

Tuve el privilegio de asistir a estos últimos servicios del Jubileo; ¡fueron asombrosos! Dios hablándonos en estás horas de clausura: cuánto honor y agradecimiento siento de haber estado allí, en la presencia de Dios.

Con cada día siento que mi caminar con el Señor se afianza cada vez más. El martes por la noche se escucharía la cinta Liderazgo. Desafortunadamente, esa noche tenía que trabajar desde las 5:45 p. m. hasta las 11:00 p. m. Toda la semana intenté encontrar a alguien que me relevara, pero no lo logré.

Cuando desperté el martes por la mañana, pensé: “Bueno, supongo que no lograré asistir al servicio de esta noche”. Sintiéndome muy desanimada, me senté en la cama.

Entonces mi novio me envió un mensaje para saber si asistiría a la iglesia esa noche. Le expliqué la situación y él me dijo que debería avisarles que no estaría disponible. Él respondió: “Recuerdas lo que dijo el Hermano Joseph sobre el trabajo: que si tuviera que escoger alguno de los dos, preferiría que lo despidieran”. Pensé: “No permitiré que Satanás se salga con la suya”. En seguida, entré al sitio web de VGR y leí el artículo de Liderazgo. Mientras leía, me convencí de que no podía perdérmelo.

Por tanto, antes de llamar al trabajo, me arrodillé y oré para que Dios me ayudara a emplear las palabras adecuadas. Llamé y le avisé a mi jefe que no podría ir a trabajar esa noche. Me preguntó: “¿Por qué razón no puedes?”. Sin dudar, le contesté: “¡Tengo que ir a la iglesia!”. Él me respondió: “Está bien”.

Pensé que las batallas de ese día habían concluido. Antes de prepararme para partir, escuché Liderazgo. ¡Quería captar cuanto más pudiera! En cuanto llegué y me senté, empecé a sentir dolor por el cuerpo y también en la garganta. Pensé: “¡Oh, Satanás!, de veras no querías que viniera, ¿cierto?”. Pero no dejé que me impidiera recibir mi bendición. “¡Yo sé que estoy sana y que mi corazón ha cambiado!”. Antes de salir de la iglesia, dije: “Satanás, ESTÁS DERROTADO. ¡Aleluya!”. ¡No puedo dejar de alabar al Señor!

Me siento muy agradecida por lo que Él ha hecho por mí y ¡por haber puesto en el corazón del Hermano Joseph el deseo de llevar a cabo estos servicios! Con toda sinceridad, puedo cantar “Jesús es lo único que necesito”.

Una hermana de Jeffersonville, Indiana