31/01/2017
Un poco de historia

Pues una buena esposa o madre que ora, puede hacer más para el Reino de Dios en casa, de rodillas, que lo que muchas veces puede hacer el predicador en la plataforma. Es correcto.

Él habría de pasar por allí (57-0727)

Susanna Annesley Wesley

Susanna Annesley nació en 1669 en Londres, Inglaterra, como la vigesimoquinta (¡así es, la 25.ª!) de los hijos de un devoto puritano. De niña, acostumbraba ver a su padre leer veinte capítulos diarios de la Biblia, un hábito que desarrolló a la temprana edad de cinco años y sostuvo hasta su muerte; esto produciría un efecto perpetuo a lo largo de la vida de la joven Susanna.

A los 19 años, se casó con Samuel Wesley y comenzó su propio ministerio en su casa. Durante los próximos 19 años, a Sam y Susanna Wesley les nacerían 19 hijos. De mayores, dos de ellos conducirían millones de almas a Cristo: John y Charles.

Ahora sólo tengo aquí un poquito de historia sobre el mensajero para esta noche, de Juan Wesley. Juan Wesley fue la estrella de la edad. Y él nació el 17 de junio de 1703, en la rectoría de Epworth, Inglaterra. Él era el quinceavo niño de diecinueve hijos. Juan y Susana Wesley, el padre y la madre. El padre, un predicador; la madre, una santa consagrada; aunque con diecinueve hijos que cuidar, ella encontró mucho tiempo durante su día ocupado para enseñarle a sus hijos lecciones de la Biblia e historias de la Biblia y para orar por ellos. Eso es lo que hizo a los muchachos lo que eran. El gran compositor de cánticos, Carlos, su hermano, quien dio al mundo algunos de los cánticos más inspirados que hayamos tenido.

La edad de la iglesia de Filadelfia (60-1210)

Estos dos hermanos “salvaron al mundo” en su época. A Charles Wesley se le acredita haber escrito miles de himnos de la iglesia, de los cuales muchos aún se cantan.

John Wesley predicó aproximadamente a un millón de personas en más de 42 000 sermones y redactó cientos de publicaciones. Representaba el ejemplo perfecto del predicador de circuito. Durante su ministerio, John Wesley recorrió a caballo más de 400 000 kilómetros, ¡una distancia que equivaldría a darle diez vueltas a la Tierra por la línea ecuatorial! En su vejez, a los 70 años, este inglés, que medía 1,60 metros y pesaba 58 kilogramos, ¡anunció el mensaje de salvación a 32 000 personas sin valerse de un micrófono! A dondequiera que viajaba llevaba el avivamiento. ¿A quién atribuyó sus fundamentos el mensajero de la sexta edad de la Iglesia?

De mi madre aprendí más sobre el Cristianismo que de todos los teólogos de Inglaterra.

- John Wesley

John y Charles Wesley

Como en todos los hogares, la historia familiar de los Wesley no es perfecta, sino de superación.

A su esposo, Samuel Wesley, le marchaban muy mal las finanzas y condujo a la familia a constantes deudas. De los 19 hijos, todos menos 10 murieron en la infancia. Se dice que Sam (su esposo) la dejaba sola criando a los niños por periodos prolongados. Algo tan simple como una discusión era a veces lo que conllevaba esa situación. Uno de sus hijos era discapacitado. Otro no habló hasta poco antes de cumplir los seis años. La Sra. Wesley misma pasó la mayoría de su vida enferma. No disponían de dinero para el alimento y en general todo escaseaba, pues la familia se vio abrumada por sus deudas elevadas a tal grado que una vez apresaron a su esposo en la prisión de deudores.

Samuel Wesley

Aparte de eso, su esposo (un ministro anglicano) no era del agrado de la comisaría ni de su congregación. Dos veces quemaron las casas en que vivían hasta los cimientos y perdieron todas sus pertenencias. Comúnmente se creía que su iglesia era responsable de los hechos porque les disgustaba sumamente lo que Sam Wesley predicaba en el púlpito. El enemigo siempre está merodeando y en el hogar de los Wesley no fue la excepción. Una de sus hijas quedó embarazada sin contraer matrimonio y el hombre nunca se casó con ella. Ella quedó desolada, pero perseveró en oración por su hija. A pesar de todo esto y las muchas cruces que la Sra. Wesley tuvo que soportar en su vida, dio la preeminencia a Dios. 

De joven la Sra. Wesley le prometió al Señor que por cada hora que invirtiera en entretenimiento dedicaría una a la oración y la Palabra. No tardó en darse cuenta de que era una promesa muy difícil de cumplir. Encargándose de la casa y criando a tantos niños, su compromiso le resultó casi imposible de cumplir. Debía sembrar jardines, ordeñar vacas, educar a sus hijos y organizar toda una casa. Por tanto, en sustitución, ¡decidió consagrar diariamente al Señor entre dos y tres horas de oración! A fin de respetar este compromiso, ella instituyó una señal visual que todos debían reconocer. Los instruyó para que cuando vieran a mamá con un delantal sobre su cabeza entendieran que estaba orando y no la podían interrumpir. Era una regla inquebrantable en su casa, a menos que se tratara de una verdadera emergencia; en otras palabras, que alguien se encontrara al borde de la muerte.

Pero permítanme decirles: cada madre es una predicadora. Seguro. Y Dios le da una pequeña congregación en el hogar a la cual predicar.

El profeta Elíseo (56-1002E)

Siempre concedía prioridad absoluta a pastorear a su congregación. En el hogar de los Wesley rara vez se desaprovechaba una oportunidad de enseñar una lección. Cierto día, una de sus hijas deseaba hacer algo que no estaba del todo mal, pero tampoco era lo correcto. Cuando la exhortó para que no lo hiciera, su hija no quedó convencida con la explicación. La hija y su madre estaban sentadas junto a una fogata apagada.

La Sra. Wesley le dijo:

—Recoge ese trozo de carbón.

—No quiero —contestó la niña.

Vamos —la animó su madre—, el fuego ya está apagado; no te quemarás.

Lo sé —dijo la niña—. Ya sé que no me quemará, pero sí me manchará las manos.

Precisamente —indicó Susanna Wesley—, eso que quieres hacer no te quemará, pero sí te manchará. Olvídalo.

Existen cientos de testimonios de esta santa de Dios que jamás se han relatado. Ciertamente fue una santa; debió serlo para haber criado a dos muchachos como John y Charles y para que el profeta de Dios se hubiera referido a ella con tanta estima. Como a todos nosotros, le debieron fallar muchas lecciones con sus hijos. Muchas veces pensaba en rendirse, pero lo que nunca fracasó fue su determinación a conservarse como una madre piadosa de oración. En todas partes es una fuente de inspiración para las madres, de lo que puede ocurrir cuando uno se rinde completamente al llamado que Dios asigna a una vida.

¡Oh! La familia es lo que uno es. Uno cría a su hijo en un cierto ambiente; tiene una posibilidad de un noventa y ocho por ciento de andar correctamente de la que tiene si uno lo educa en la manera incorrecta. “Educa al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Ser criados correctamente, enseñen a sus hijos a hacer lo correcto…

La influencia de un hombre sobre otro (62-1013)

Las 16 reglas del hogar de Susanna Wesley:

  1. Está prohibido comer a deshoras.
  2. Los niños deben acostarse antes de las 8:00 p. m.
  3. Se les exige tomarse la medicina sin protestar.
  4. Hay que dominar la obstinación del niño y así trabajar juntamente con Dios para salvar su alma.
  5. Hay que enseñar al niño a orar en cuanto pueda hablar.
  6. Hay que instruirlos para que todos guarden silencio y quietud durante las devociones familiares.
  7. No se les debe conceder nada que pidan lloriqueando, sino solamente lo que soliciten amablemente.
  8. Para prevenir la mentira, no se debe castigar el error si lo han confesado y se han arrepentido.
  9. Nunca se debe dejar impune un acto pecaminoso.
  10. Nunca se debe castigar al niño dos veces por una misma infracción.
  11. Hay que reconocer y recompensar el buen comportamiento.
  12. Cualquier gesto de amabilidad, aunque se ofrezca con imperfecciones, se debe elogiar.
  13. Hay que preservar los derechos de propiedad, aun en los detalles más insignificantes.
  14. Hay que observar estrictamente todas las promesas.
  15. No se debe poner a trabajar a las niñas antes de que dominen la lectura.
  16. Hay que enseñar a los niños a temer a la vara de corrección.