17/02/2020
¿Teme Ud. al cáncer?

1 Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre.

2 Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.

3 Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias;

El profeta nos enseña a ir a donde el médico y escucharlo, pero, cuando la ciencia médica no puede hacer más, entonces el Gran Médico interviene. 

Shalom, santos, me gustaría compartir mi testimonio para la gloria de Dios. ¡El gran Médico me sanó de un cáncer de seno de estadio 4!

Todo comenzó a finales del 2017, fui al médico por una dolencia distinta y por casualidad mencioné que había notado un bulto (más parecido a la picadura de un insecto) en el seno izquierdo. El médico lo examinó y me ordenó una mamografía y una biopsia, solo por precaución.

Fui a la cita de la mamografía y la biopsia con la esperanza de que no me informaran nada, pues como dicen: “No recibir noticias es una buena noticia”. La clínica no me notificó nada hasta que me reuní con el médico de la familia unos días después, para la cita de control de mi dolencia inicial. Entonces él me informó que los resultados de la biopsia indicaban que tenía cáncer. Quedé conmocionada. No dije casi nada, solo me quedé mirándolo. 

Él empezó a explicarme el diagnóstico y los resultados. El médico, que es un Cristiano pentecostal y sabe que también soy Cristiana, me leyó de la Biblia el capítulo 13 del libro de Job: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré…”. No dije nada, pero pensé: “Mi Dios sana el cáncer y esto se ha demostrado repetidamente en el ministerio de nuestro profeta, William Branham”.

Hacía poco, había cambiado de trabajo y me había mudado a una nueva ciudad, por lo que los médicos tuvieron que repetir los exámenes. Estaba orando fervientemente para que los resultados indicaran que no tenía cáncer. El nuevo médico confirmó que tenía cáncer triple negativo (de estadio 2) y recomendó cirugía, quimioterapia y radioterapia, pues se trataba de un cáncer letal con una probabilidad de supervivencia menor al 15%.

Siempre que los médicos me explicaban todas las estadísticas negativas, recordaba el testimonio que el Hermano Branham compartió en el mensaje Llamando a Jesús a la escena (64-0319) y muchos otros. Me repetía: “Estoy mirando hacia la promesa Divina” y una de esas promesas, Isaías 53, dice que, por Sus llagas, fui curada.

Hace algún tiempo, varios años, me llamaron, una vez, a un hospital para que orara por un niño que estaba muriendo de difteria negra. He contado esto muchas veces, pues considero que es un caso muy sobresaliente. El padre era un hombre mayor y la madre. El muchacho tenía unos catorce años, supongo, y era su único hijo. Estaba muriendo con difteria negra y algo le pasó a su corazón. Estaba inconsciente y ellos solo… Él apenas—apenas vivía. Olvidé cuál era su—su ritmo cardíaco; su respiración era muy lenta.

Su padre anciano venía constantemente a las reuniones y rogaba, al ver al director y a todos: “¡Vengan a orar! ¡Vengan a orar! Eso es todo. Solo vengan al hospital y oren”. El director dijo: "Tráigalo a la reunión".

Dijo: "No podemos sacarlo del hospital. Se está muriendo”. Y dijo: “Si el Hermano Branham viniera y le pidiera a Dios, Dios se lo concedería". Yo pensé "¡Qué fe!"

Fui al hospital y los médicos no me permitían entrar. Me decían: "No, Ud. es casado y tiene hijos". Billy Paul estaba pequeño en ese entonces. Dijo: "No puede entrar”, dijo: “Porque tiene un hijo".

Y dije: “Pues, entiendo que el médico es católico”. Dije: "Si el sacerdote quisiera darle las últimas honras fúnebres al niño, si este fuera católico, ¿le permitiría entrar?".

Dijo: “Es diferente, el sacerdote no tiene hijos”. ¿Ven? Dijo: “Ud. contagiaría a su hijo".

Y dije: "Pero, mire señor, permítame asumir la responsabilidad. Firmaré un papel. Asumiré la responsabilidad. Si no tengo fe suficiente para entrar allí, entonces, en primer lugar, no tengo nada que hacer allá”. Entonces dije: “Pero yo asumiré la responsabilidad”. Y dije: “Piense en eso ahora, si ese niño fuera católico y estuviera muriéndose, ¿impediría Ud. por cualquier medio que el sacerdote le diera las últimas honras fúnebres de la iglesia? Él dijo: "No, no haría eso".

Yo le dije: "Lo que yo significo para ellos es lo mismo que un sacerdote para un católico".

Y me dijo: "Muy bien". Finalmente aceptó. Me vistió como uno del Ku Klux Klan o algo, toda clase de cosas encima y—y me llevó a donde estaba el niñito muriéndose.

La madre y el padre se arrodillaron al otro lado y yo ofrecí una oración sencilla: "Señor Jesús, confió en Ti para que levantes a este muchacho, en la… en base a la fe de su padre y su madre" y puse mis manos sobre el muchacho. Creo que llevaba inconsciente casi tres, como tres días; creo y apenas respiraba. Y me levanté, dije: “Amén”. Oré un momento y me levanté.

El padre anciano abrazó a la madre y dijo: "Querida, piensa en esto, ¡nuestro hijo está sano!". Aún no había señal de nada y ellos se estaban abrazando y agradeciendo al Señor.

La pequeña enfermera, una niña, una jovencita, mejor dicho, de aproximadamente dieciocho o veinte años. Llevaba puesta la gorra de enfermera y ella… o, era una enfermera graduada. Y ella dijo: “Señor, me temo que Ud. no entiende”. Dijo: “El niño se está muriendo". Él dijo: Oh, no, el muchacho vivirá". Contestó el padre.

Ella dijo: "¿Cómo puede actuar así? Y su… Ud. sabe que su hijo se está muriendo, a Ud. lo han engañado". Él dijo: "Eso no es un engaño". Él…

Ella dijo: “Vea”. Ahora tal vez yo… Quizás haya un médico aquí presente. No sé de medicina, instrumentos ni términos médicos. Le hicieron como un electrocardiograma y su ritmo cardiaco estaba muy lento. Llevaba mucho tiempo así. El médico dijo… La enfermera repitió lo que el médico había dicho: "No hay ningún registro en la historia de que un corazón que llegue a ese ritmo se recupere".

Nunca olvidaré la mirada del anciano. El anciano con una actitud paternal se acercó y puso su mano sobre el hombro de la enfermera. Dijo: "Hermana”. Dijo: “Mira, tú estás mirando ese resultado”. Dijo: “Eso es todo lo que conoces. Pero…”. Dijo: “Yo estoy mirando una Promesa Divina".

El muchacho ahora es un misionero en África, tiene tres hijos. ¿Ven? ¿Ven? Depende de lo que Ud. esté mirando, fíjense. Él creyó.

Llamando a Jesús a la escena (64-0319)

Me practicaron la cirugía y me realizaron un análisis de patología. Me dijeron que los ganglios linfáticos no tenían cáncer, por lo que la probabilidad de que se hubiera propagado a otras partes del cuerpo era significativamente baja. Así que decidí no someterme a quimioterapia ni radioterapia. Con mi familia nos mantuvimos orando y creyendo que no tenía cáncer.

En julio del 2018, fui a una cita de control y de nuevo quedé conmocionada con la noticia de que el cáncer había regresado; pero esta vez se había propagado a los pulmones y se trataba de un cáncer triple negativo de seno de estadio 4. El pronóstico fue más sombrío: me quedaba un año de vida, no había cura y cualquier tratamiento sería paliativo (que alivia el dolor sin atacar la causa de la enfermedad) hasta el final.

En ese momento, envié una petición de oración a VGR y me mantuve orando fervientemente. Además, descargué muchos mensajes de La Mesa en mi celular y dejaba sonando varios mensajes continuamente durante la noche. Muchas veces me despertaba con una oración del Hermano Branham por alguien con cáncer, así que participaba de la oración. A veces el servicio estaba terminando y él decía: “Todos pónganse de pie”, por lo que me paraba de la cama, levantaba las manos y oraba también. Me mantenía creyendo que los resultados de mi próximo examen serían favorables.

Me realizaron dos tomografías (en septiembre y diciembre del 2018) y en ambas se veían dos manchas en los pulmones. Siempre le preguntaba al oncólogo si se podía hacer algo, pues sentía que el bulto de mi seno estaba creciendo; pero él me respondía que, debido a que el cáncer se había extendido a los pulmones, solo se podía suministrar tratamiento paliativo.

Empecé a orar para que Dios desapareciera las manchas de cáncer en mi siguiente tomografía y ¡eso fue exactamente lo que hizo! En febrero del 2019, me practicaron otra tomografía para revisar el avance del cáncer o el retroceso (como ocurrió). Ese día vino otro oncólogo y me dijo: “Buenas noticias, Sarah, ¡las manchas de los pulmones desaparecieron!”. Sin embargo, me ordenaron otro examen en dos meses para confirmar los nuevos resultados. ¡Casi grito en el consultorio del médico! Supe que todo había terminado. ¡Oh, Dios mío! ¿Quién soy para que te preocupes por este insignificante ser?

He tenido que someterme a otra cirugía y otras tres tomografías, cuyos resultados mostraron que no había manchas de cáncer en mi cuerpo. El mismo oncólogo, que una vez me dijo que me quedaba un año de vida, me dijo en noviembre (16 meses después): “Felicitaciones, Sarah, ¡lo lograste!”.

Sé que el Señor Dios me sanó y estoy profundamente agradecida. Dios los bendiga.

La Hermana Sarah