02/02/2017
Incendios en Chile

Chile nunca había enfrentado un estado de emergencia como el que está invadiendo el país en este momento. Más de noventa incendios abrasaron más de un millón de hectáreas, quemaron miles de casas, redujeron a cenizas las escuelas de los pueblos y acabaron con el ganado y los viñedos de gran parte de la región. 

Se espera que empeore, pues se encuentran en plena temporada de sequía y la temperatura puede alcanzar los 37 grados centígrados. Además, los fuertes vientos de esta época del año crean condiciones perfectas para que el fuego se esparza.

El Hermano Jefte Quian, administrador de la oficina de VGR de Penco, Chile, viajó para evaluar los daños personalmente. En Chile viven aproximadamente 8000 creyentes. La dueña de un restaurante local los acogió unos días en su establecimiento y allí el libro de los Hechos le infundió ánimo al pequeño rebaño para seguir luchando. ¿Qué relación tiene un naufragio del primer siglo con un incendio del 2017 en el otro extremo del mundo? Para un grupo de creyentes de Chile, ¡MUCHO! El siguiente es el informe del Hermano Jefte sobre su primer viaje a las zonas chilenas devastadas por el fuego.

Este es el informe sobre el viaje que emprendí a San Ramón para visitar a los creyentes damnificados por el mayor incendio que ha afectado a Chile, durante el mes de enero del 2017.

Habiendo hablado con el Hermano Elías González (pastor del Tabernáculo San Ramón) y organizado un encuentro en su iglesia, dispusimos muchas cajas para guardar alimento, agua, implementos de aseo, sacos de harina y pan recién horneado para los creyentes.

Estábamos seguros de que los incendios estaban casi controlados en las regiones de Santa Olga, San Ramón y Empedrados. Esperábamos arribar en tres o cuatro horas como máximo.

Habiendo partido de Penco y conducido tres horas por la Carretera 5 en dirección norte, llegamos a Villa Alegre el lunes por la mañana y de allí nos desviamos hacia el oeste para llegar a Santa Olga. En la carretera había una larga fila de vehículos esperando a que la policía averiguara el destino de cada conductor. Les explicamos que íbamos a visitar amigos y hermanos en la fe de Santa Olga y San Ramón. Nos informaron que la carretera estaba cerrada puesto que los incendios nuevamente habían cobrado fuerza y era peligroso pasar. Quedamos muy desilusionados y preguntamos si había una ruta alternativa. Nos indicó que regresáramos al sur hasta Cauquenes, giráramos hacia el oeste y condujéramos por la costa de Constitución en dirección norte hasta Santa Olga. Lo hicimos y gastamos otras cuatro horas para llegar. Cerca de Santa Olga, al oeste, unos soldados nos advirtieron que era imposible llegar, pues las llamas se habían descontrolado y solo podríamos ir a San Ramón. Llamamos al Hermano Elías y él acordó encontrarnos allá.

Fue una verdadera bendición verlo a él y algunos creyentes que lo acompañaban. Estrecharles la mano y abrazarlos fue como un bálsamo para sus espíritus cansados y un privilegio para nosotros. Percibimos la fatiga y agotamiento en sus ojos y su rostro, pues llevan los últimos siete días luchando y huyendo. Se percibía un olor penetrante por los árboles carbonizados y las cenizas, acompañado del humo, que aún permanece en toda la zona.

Nos explicaron que en Santa Olga, donde vivían creyentes, el incendio destruyó doce casas pertenecientes a los hermanos. La mano poderosa del Señor preservó el tabernáculo y las casas de otros creyentes, que se ubicaban en San Ramón. Fue increíble ver los árboles quemados en los contornos de las casas de los creyentes y apreciar cómo las llamas se frenaron al borde de donde empezaban las casas.

Bajamos nuestro cargamento en la iglesia y nos invitaron a pasar en un gesto inesperado y espontáneo de la hospitalidad sureña. Nos habían preparado el almuerzo. Aun en las situaciones más críticas y con escasez de alimento para sí mismos, estaban dispuestos a compartir con nosotros y acogernos. Es algo que solo podemos encontrar entre los miembros de la Novia de Cristo.

Nos contaron que durante días y noches combatieron el fuego con baldes de agua y con palas arrojaron tierra a las llamas hasta el último momento, cuando se dieron cuenta de que el incendio devoraría sus casas y el tabernáculo. Oraron al Señor y corrieron por sus vidas, cediendo sus posesiones al fuego.

Los creyentes escaparon a la ciudad de Constitución y se quedaron cerca de la playa, donde intentaron descansar y animarse mutuamente, dándose cuenta de que solo hablar demandaba un gran esfuerzo en ese momento.

Uno de los hermanos le anunció al pastor que había encontrado a la dueña de un restaurante que estaba dispuesta a cobijarlos durante la noche y brindarles algo de comer.

Sentados en el restaurante, el Hermano Elías sintió en el corazón leer una Escritura para reconfortar a la agotada y abatida congregación. Abrió la Biblia en Hechos 27 y leyó sobre el naufragio de Pablo y su exhortación a tener buen ánimo, pues no habría ninguna pérdida de vida, sino solamente de la nave. El Hermano Elías les dijo que quizás el fuego consumiría las casas, pero el Señor había amparado las vidas de todos. Prosiguió con la lectura del capítulo hasta llegar al último versículo, donde dice: “Con todo, es necesario que demos en alguna isla”.

El Hermano Elías se fijó en que la dueña del restaurante, siendo incrédula, sonrió cuando leyó este versículo. Posteriormente, ella se acercó y le manifestó al Hermano Elías que había disfrutado mucho la historia que leyó a su iglesia, especialmente la parte donde dice que todos se salvarían y pararían en cierta isla. Señalando, preguntó: “¿No se ha fijado en el nombre de mi restaurante?”. El Hermano Elías dirigió la mirada al letrero, el cual anunciaba: “restobar La Isla”. Los hermanos y las hermanas se regocijaron sobremanera al ver eso. Era una señal de que el Señor los tenía presentes en esa situación terrible, escribiendo de nuevo el libro de Hechos.

Nos confirmaron lo que nos habían notificado sobre las doce casas de los creyentes: se quemaron hasta los cimientos y perdieron todas sus pertenencias. Algunos creyentes se llevaron ropa, pero lo que después necesitaron fue alimento y eso fue exactamente lo que el Señor les proveyó justo a tiempo. 

Aun siete días después de que se originaron los incendios, seguían sumamente atentos del fuego y el humo que se alzaban en el oeste de sus casas, ya que grandes incendios podían desencadenarse en cualquier momento. 

Tras pasar unas horas de compañerismo y hasta cantar unas alabanzas al Señor, nos despedimos de ellos dejándoles una ofrenda de amor y nuestro compromiso de seguir orando por ellos y sus preciosas almas en estos momentos críticos de peligro.

En especial los conmovió enterarse de que el último miércoles, en el peor momento de estos incendios, los creyentes del Tabernáculo Branham y aquellos que leen branham.org en todo el mundo estaban orando por ellos. Consideran que las oraciones de los santos y la gracia de Dios son efectivas y suficientes en el momento más atroz de esta prueba ardiente.

Mientras leen este informe, nuestros hermanos y hermanas siguen enfrentando los incendios.

Por favor continúen apoyándolos ante el Señor en sus oraciones.

¡Dios los bendiga!

Jefte Quian

Oficina de VGR de Chile

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