MUCHOS ESTABAN LLORANDO. Sin duda estábamos presenciando acontecimientos extraños; habíamos leído al respecto en las Escrituras, pero nunca pensamos que tendríamos el privilegio de verlo.
La segunda persona que se paró ante el Hermano Branham fue otra mujer. Él le dijo que era una Cristiana y que tenía una úlcera en su pierna, cerca del pie. Miré hacia abajo y noté que tenía vendado el pie, pero el Hermano Branham nunca vio eso. Estaba totalmente perdido en Dios. Después me comentó que el hombre tiene cinco sentidos, pero que también hay un sexto, y en un momento de esos se encuentra exactamente en esa dimensión. Yo lo creo. Él puede escucharse hablando, pero percibe su voz a lo lejos.
Ahora, no me digan que esto es espiritismo, un engaño o algún poder maligno. ¡No lo es! ¡No piensen tal cosa! Eso no es nada más que el poder de Dios, el Dios de la Biblia, que es Su Palabra inspirada, nuestro guía y nuestras reglas de conducta en todo. Si hubieran estado presentes y atestiguado tal servicio, tal pensamiento nunca les pasaría por la mente. De hecho, el Hermano Branham habló bastante sobre lo malo, lo engañoso, lo falso y lo real —el poder de Dios y el poder del diablo—. Después de esa reunión podemos entender por qué los fariseos le decían a Jesús: “Por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios”. No soy una persona que se deje llevar por la emoción. Si ahora a los 53 años, no sé algo —después de llevar 30 años en el ministerio Cristiano en unos 40 países—, nunca sabré nada. Esto fue real. ¡Esto era de Dios! Esto era Bíblico y, si hubieran asistido, serían los primeros en reconocerlo.
Él se detuvo, esperó y miró alrededor mientras algo le era revelado. Podíamos darnos cuenta de que algo iba a ocurrir, pero no podíamos ver lo que él veía. Entonces se dio la vuelta a la congregación y dijo: “Aquí mismo” y señaló en cierta dirección. “Hay un hombre con cáncer. Él no tiene una tarjeta de oración y está sentado entre la congregación. A un lado está su esposa, que es ciega, y al otro lado está su hija, que sufre de epilepsia”. Entonces le indicó al hombre que colocara las manos sobre su esposa y su hija, y que él oraría por ellos. Después vi a los tres dirigirse al cuarto de oración para rendir sus vidas al Señor. Conocemos la Escritura: “Viendo que tenía fe para ser sanado”, pero este hombre lo pone en práctica. La gran multitud enloqueció de emoción, entusiasmo y tensión. Lo único que hizo Branham fue decir suavemente por el micrófono: “Tengan fe en Dios”.
En los próximos días, publicaremos la conclusión del artículo, con más discernimiento y la opinión del Hermano Jones con respecto a las reuniones.
Las quince personas pasaron ante él una tras otra. A cada una le decía su problema y asuntos concernientes a su pasado. De vez en cuando se detenía y miraba hacia la congregación, señalaba a alguien y les decía su problema. Todo el tiempo habló con autoridad. ¡Nunca cometió un error! ¡Me han dicho que nunca se equivoca! ¡No pasa mientras la unción de Dios está sobre él!
A una persona le dijo: “Ud. está nervioso. También tiene un problema en la vejiga y algo malo en su pecho”. A otro le dijo: “Ud. tiene una enfermedad del corazón que está empeorando. Ud. viene de Fort Worth, Texas. También está preocupado por un niño que tiene un problema del ombligo”. A alguien más le dijo: “Ud. tiene un problema a raíz de una operación” y también a otro: “Ud. tiene problemas de espalda, levante sus manos, alabe a Dios y váyase totalmente sano”.
Nunca dudo de nada. Jamás preguntó: ¿Tiene esto?, sino que siempre decía “Ud. tiene”. Siempre habló con autoridad ante la gran multitud que lloraba y se limpiaba las lágrimas y decía como los de antaño: “Nunca habíamos visto esto antes” y “hoy hemos visto acontecimientos extraños”.