Querida Novia de Cristo:
Me gustaría compartirles lo que el Señor Jesucristo ha obrado en mi vida.
Vivo en la República Democrática del Congo. Nací en una familia del Mensaje, pues mi padre y mi madre creen en el Mensaje del tiempo del fin. Por lo que tuve la oportunidad de asistir a la escuela dominical a una edad temprana y de crecer en una familia con una atmosfera Cristiana. Aún no había aceptado al Señor Jesucristo en mi vida, pues, a pesar de mi creencia, vivía en el mundo y amaba las cosas del mundo.
A los 17 años, estaba estudiando para obtener mi título de bachillerato. Entonces me contagié de una enfermedad venérea. Sabía que era hora de volver al redil y que Dios me buscaba. Él quería que me separara del mundo y de las cosas del mundo. Así que decidí apartarme de todo eso.
Esa enfermedad afectó mucho mi vida. Destrozó mi corazón hasta el punto de no poder vivir en paz y me provocó mucho dolor físico. Así que decidí hablar con mi papá al respecto y él me envió a un farmacéutico que me recetó antibióticos. Pero no surtieron efecto.
Como mi condición empeoró, mi papá decidió llevarme al médico, el cual me prescribió inyecciones. El dolor disminuyó un poco, pero los gérmenes no. Un día, mientras meditaba en el origen de esta enfermedad, oí repentinamente una voz en mi interior, muy apacible. Me dijo: "Tranquilo, porque el día en que enmiendes tu camino con Mi Palabra, te sanaré y restauraré tu cuerpo”. Entonces supe que debía tomarlo en serio y en ese momento empecé a sentir la sed de Dios en mi corazón.
Mi papá me preguntó si me sentía mejor y cómo iba mi enfermedad. Le contesté que todo había terminado y que estaba sano, cuando en realidad sabía que no lo estaba. Cuatro meses después, dejamos la zona donde vivíamos y nos mudamos a un pequeño pueblo, a 120 kilómetros de distancia. Yo seguía sufriendo y nadie lo sabía. Lo único que hacía era aferrarme a Su Palabra, a pesar de mi poca fe.
Un domingo, mientras mi pastor predicaba sobre Almas encarceladas hoy, me asusté y decidí pedir que me bautizaran en el Nombre del Señor Jesucristo. Queridos hermanos y hermanas, entonces Satanás me arrojó todo el veneno de su ira. Si no hubiera sido por la gracia de Dios, no sé si hubiera sobrevivido.
Abrí la puerta a muchas tentaciones que me golpearon fuertemente. Satanás me asaltó con pensamientos dolorosos, tanto que en ocasiones me derrumbaba y lloraba al pensar en mi futuro. No tenía ninguna esperanza para el futuro. Cuando estaba desanimado y desesperado, oí una dulce voz en mi interior que me consoló: "No te preocupes, hijo mío, esta enfermedad no te matará, solo sigue adelante". Así que respondí en mi corazón: "Padre, sé que aún no he llegado a dónde quieres que esté; pero, por Tu misericordia, algún día llegaré a dónde Tu perfecta voluntad quiere”.
Esa voz me infundió ánimo y me mantuve avanzando, a pesar de las dificultades. Empecé a leer los libros del Mensaje y a orar cada vez más. Todas las promesas de Dios estaban ante mis ojos, en particular la de Juan 15:7: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Y cuando me acerqué a Dios mediante la oración para pedir por mi sanidad, sentí remordimiento, pues el testimonio de mi vida no era el de un verdadero Cristiano y aún no permanecía completamente en Su Palabra. Lo que debía hacer en ese momento era seguir caminando hasta que fuera digno de pedirlo, y ver su promesa cumplida en mi vida. Esta enfermedad me había estado atormentando durante dos años.
Un día, que el demonio Satanás me atacó demasiado, decidí contarle a mi papá que en realidad no había sanado. Se sorprendió y se angustió mucho, pues no le había dicho la verdad sobre mi enfermedad. Me explicó que esa enfermedad es grave y que podría quedar estéril por todo el tiempo que no recibí tratamiento. Así que me llevó a donde uno de sus colegas, el cual me examinó y me trató durante una semana, pero fue en vano. Dijo que la enfermedad se había vuelto crónica y que debía haber recibido un buen tratamiento. Me arrepentí de cometer ese gran error: no contarle a mi papá la verdad cuando me preguntó y decirle que estaba sano.
Somos una familia pobre, conformada por tres niños y tres niñas. Mi papá luchó por mantener a la familia, pero se intoxicó y esto causó que perdiera su fuerza. Mi mamá también se esforzó, al dirigir su pequeño negocio para mantener a la familia.
Debido a todos los gastos, era difícil conseguir el dinero suficiente para ir a un buen hospital y recibir un buen tratamiento para mi enfermedad. Un día, me pagaron por un trabajo y mi papá decidió completar el dinero con la venta de nuestra cabra, así que me dirigí a un buen hospital para que me examinaran. Al terminar, el médico me recetó una medicina que costaba 20 dólares y me indicó que con ese antibiótico me recuperaría rápidamente. Hice todo lo que me instruyó y tomé el tratamiento, pero no surtió efecto. Una enfermera me dijo que me costaría mucho dinero recuperarme de esa enfermedad y que ya tenía síntomas de esterilidad en mi cuerpo. Todas estas declaraciones me destrozaron más el corazón. No sabía qué hacer, pero, cuando todo parecía marchar mal, el Señor nunca dejó de aconsejarme día y noche.
Me gradué de la escuela secundaria a los 19 años y decidí ayudar a mi mamá con su trabajo. El lugar se encuentra a 150 kilómetros de donde vivimos. Era difícil asistir a una iglesia de nuestra fe debido a la distancia. Así que decidí equiparme con algunos audios y libros de sermones del Hermano Branham, para permanecer con la Palabra de Dios. A veces me adentraba en el bosque a solas para orar y rogar por la gracia y la misericordia del Señor. Gracias a eso, mi fe creció poco a poco.
Como seguía enfermo y mi madre creía que Dios, por Su bondad, me sanaría por medio de la medicina natural, me sometí a tratamientos por casi tres años. Pero nada funcionó. Entonces, simplemente susurré en mi corazón: "Dios me sanará y me dará hijos". A pesar de que la medicina natural no surtió efecto, no dejé de confiar en el Señor. Continué escuchando los sermones y, en ocasiones, leía los distintos testimonios de sanidad de branham.org sobre lo que Dios hizo por otros. Me infundieron ánimo y también pensé que también Dios me sanaría.
El 30 de junio del 2017, me contrató una empresa de seguridad como vigilante y me asignaron una casa deshabitada. Esto fue maravilloso para mí, con el tiempo, me di cuenta de que era la Voluntad perfecta de Dios, puesto que disfrutaba mi Tiempo a Solas casi todos los días. Leía y escuchaba los sermones del Hermano Branham. A veces me arrodillaba, con las manos levantadas, cuando el Hermano Branham oraba. Mi fe creció fue fortaleciéndose más y más. Lo sorprendente era que cada sermón que escuchaba encajaba perfectamente con la etapa que estaba atravesando en mi vida y mostraba que Dios escuchaba y satisfacía mis necesidades espirituales más que las carnales.
Entonces, una noche, escuché el sermón Obras es la fe expresada. Sentí que estaba equivocado con respecto al Bautismo del Espíritu Santo; aún no había recibido el verdadero Espíritu Santo de Dios. Cuando el Hermano Branham les pidió a los que quisieran recibir el Espíritu Santo y comenzar una nueva experiencia Cristiana con Dios que levantaran las manos, no solo las levanté, sino que me arrodillé para que el Hermano Branham orara por mí. A partir de ese momento, sentí un verdadero cambio en mi vida. Después de esta experiencia, mi alma estaba terriblemente sedienta del Dios viviente. Quería conocer a un Dios vivo y tener una verdadera experiencia con Él. Quería escuchar más al Hermano Branham y solo Su voz saciaba la sed agobiante que tenía. La enfermedad siempre me importunó,tanto, que cuando el Hermano Branham oró por mí, también pedí por mi sanidad. Seguí escuchando la voz de Hermano Branham y me sentí muy feliz, pues se había convertido en el único Alimento Espiritual verdadero para mi alma.
Un día, estaba navegando en la aplicación de mi celular Android con el que escucho al Hermano Branham y Satanás aprovechó la oportunidad para destruirlo. Lo llevé a reparar, pero no tenía arreglo. Me di cuenta de que había perdido el aparato que me permitía escuchar mi Alimento Espiritual. Me preocupó mucho, pues no podía costearme otro dispositivo Android. Así que esa misma noche, puse mi celular en el suelo delante de mí, me arrodillé y oré a Dios: "Padre, sabes que siempre he usado este teléfono para escuchar Tu Palabra. Padre, te pido que no permitas que mi celular muera".
Terminé y creí. Por la mañana, tomé mi teléfono y lo llevé a donde otro técnico. Intentamos todos los métodos para repararlo y nada funcionó. Estaba intentando el último y el celular se encendió y funcionó normalmente. Pero se habían borrado todos los sermones. Primero, le agradecí al Señor por escuchar mi oración. Luego recordé un sermón que había escuchado antes, donde el Hermano Branham mencionó que, cuando un hijo de Dios quiere recibir una bendición de Dios, Satanás viene a quitársela. Así que me llené de valor y descargué otros 55 sermones para el Alimento de mi alma y empecé a escucharlos.
El 19 de octubre del 2017, mientras escuchaba el sermón Yo había escuchado mas ahora veo, pude ver de verdad, hablando espiritualmente. Después el Hermano Branham oró por los enfermos.
¿Te sientes mejor esta noche, muchacho, que anoche? ¿Está menguando eso? Todo está bien ahora, vas a sanar. (Sí) Él estaba aquí anoche, golpeándose la cabeza y haciendo de todo; ahora, esta noche parece un caballero. ¿Ven? ¿Ven? Él estaba un poco confundido con respecto a algunas cosas, pero ahora ya todo está claro. ¿Ven? ¿Ven? Estará bien. ¿Ven? ¿Ven? “Y en aquel día, el Hijo del Hombre será revelado (¿ven?) antes que Sodoma sea quemada”. “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven”.
Entonces sabemos que esto es la Verdad. Y Ud. dice que es un creyente de Él, y tiene sus manos sobre otro. Y si sus manos están puestas el uno sobre el otro, el mismo Hijo de Dios que está aquí para hacer que esto se vuelva verdad ante sus ojos, aquel mismo Hijo está aquí para decir: “¡Ellos sanarán”!". ¡El mismo Hijo de Dios! “Yo escuché que Él dijo, si los creyentes imponen sus manos, sanarán. Yo lo escuché con mis oídos, y ahora permíteme verlo con mis ojos. Él lo prometió”
Me llamó la atención lo que dijo, “muchacho”. Creí desde lo profundo de mi corazón. El Hermano Branham dijo que pusieran las manos el uno sobre el otro. Yo estaba solo, así que coloqué mi mano derecha sobre mi pierna izquierda. Y cuando él pidió que oráramos con él, empecé a orar. Queridos hermanos y hermanas, sentí que una virtud inusual me llenaba y clamé: “¡Oh! ¡Estoy sano, Dios me ha sanado!”. Cuando la oración terminó, todas las dudas se disiparon y recibí sanidad en ese momento. Después de eso, el Hermano Branham dijo:
Ahora, ¿creen que han recibido lo que pidieron? ¿Hay algo en su corazón que se los dice? ¿Sienten esa pequeña inspiración que dice, “¡Bien, se acabó! ¡Se acabó!”? El mandamiento de Dios dijo que nuestro oído podía oírlo, ahora nuestro ojo lo ve. Job dijo, “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos Te ven”.
Eso es, gracias al Señor por sanarme. Me levanté y empecé a alabar al Señor por mi sanidad, una liberación total. Que Dios sea alabado para siempre y que Él me mantenga en Su Palabra todos los días que viva en esta tierra.
Querida y bendita Novia de Cristo, aquí termina mi testimonio, puede que el texto no cumpla con las reglas gramaticales, pero me alegra testificar, puesto que se trata de lo que el Señor Dios ha hecho por mí.
Dios los bendiga.
Su hermano en Cristo,
Joesph kaimbale
República Democrática Del Congo