26/02/2020
La piedra de corona es el amor

Así que la gran cosa que estamos buscando en cualquier avivamiento es primero traer almas perdidas a Cristo; avivar a la iglesia de nuevo a una condición espiritual, en dónde debería estar, en una comunión íntima con Dios; tercero, lograr el compañerismo entre las iglesias; y, cuarto, orar por los enfermos. Ese es nuestro objetivo, lo que intentamos, primero los pecadores, compañerismo con las iglesias, y un caminar íntimo de la iglesia con Dios, y luego orar por los enfermos.

Habla a este monte (59-1123)

Nuestro Señor Jesús dijo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Como creyentes del Mensaje del Hermano Branham, todos conocemos el papel de la iglesia católica y la influencia que tiene entre las denominaciones. No es nada más que la Madre de las rameras que menciona Apocalipsis 17.

Sin embargo, esa iglesia tiene miles de millones de miembros y cada uno tiene un alma que vale más de diez mil mundos. Si pudiéramos hacer algo para que se aferren al Señor Jesús, en lugar de su iglesia, entonces habremos construido un fundamento sólido. Después, podemos confiar en que Dios dará el crecimiento. ¿Cómo hacemos esto? El Hermano Branham dijo: “El arma más poderosa que hay en el mundo es el amor”. Siempre debemos ser amorosos.

Esta hermana adoptó la actitud correcta con las personas de la congregación católica cuando les mostró la Piedra de corona: el Amor. ¡Y eso marcó la diferencia!

El Señor Jesús se llevó a mi padre a Casa el 28 de noviembre. El 4 de diciembre, los familiares de mi padre que son católicos devotos me invitaron a una misa en conmemoración de mi padre. Me pidieron que cantara durante el servicio y yo acepté. A muchos de mis parientes evangélicos les pareció absurdo que aceptara la invitación, pero ¡lo hice! Entendí que esa era la manera en que mis tías expresaban el amor por mi padre. Estaban demostrando cuánto lo amaban.

Presté atención durante toda la misa y, luego el sacerdote, un caballero muy amable, me pidió que pasara al altar. Entonces me dijo: “¡Bienvenida a nuestro medio! Puede hablar o cantar lo que quiera”. Canté una alabanza llamada Terra Feliz: “Veo una Tierra feliz, donde viviré para siempre…”. Pero, antes de cantar, dije que quería agradecer a mis tías y al sacerdote por expresar su amor a mi padre y que entendía que la misa era su forma de expresarlo.

El sacerdote comentó que admiraba lo sincera que era mi familia en cuanto a su fe. Dijo que creía que mi padre había sido salvo por la Gracia de Dios y no por las obras que hizo (contrario a la doctrina católica). Mencioné que me alegraba que me invitaran a cantar. Añadí unas palabras sinceras que provenían de mi corazón y noté que todos los fieles y el sacerdote estaban llorando y secándose las lágrimas.

Cuando terminé de cantar, el sacerdote me pidió un abrazo (un anciano de 80 años). Le acepté el abrazo. Cuando me abrazó, dijo entre lágrimas: “Joven, esta es la primera vez que me siento apreciado por alguien de su fe. Sus palabras fueron muy sinceras y su música produjo una atmósfera especial en la iglesia. Nos llenó de paz y gozo a todos. No parece que haya perdido a un ser amado. ¡Usted tiene mucha paz!”.

Él repitió esas palabras por el micrófono para que todos en la iglesia escucharan. Al final, todos los miembros hicieron una larga fila para abrazarme y saludarme. Todos en la fila estaban llorando. Muchos me preguntaron por mi doctrina y a qué iglesia asistía. Todos comentaban que nunca habían sentido una atmósfera tan especial como la de la misa. ¡Quiero vivir así cada día del 2020! ¡Que Dios me ayude!

Geisa Helena Alves de Lima

Brasil