15/02/2016
Un día dedicado al Señor

Pero Jesús quiere darle a Ud. lo mejor que cualquier persona pudiera darle y es el Único que puede darlo: Vida Eterna, la sanidad de su cuerpo, reemplazar su cansancio por gozo, desvanecer la aflicción y darle un grito de victoria. Él quiere despojarlo de sus pecados y darle Vida; desarraigarlo de la muerte y darle Vida Eterna. Y, aun así, a Él le han cerrado la puerta más veces que a todos los potentados y reyes que han vivido en esta tierra.

Vean, Él está a la puerta llamando; Él dice: “Si alguno abre, Yo entraré”. Él quiere hablar con Ud.; Él quiere hacer algo por Ud.

Solo existe algo de lo cual Él lo despojará; son sus pecados o su enfermedad. Y, de seguro, Ud. no quiere seguir cargando eso.

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo, 58-0617

En esta sociedad moderna, anhelamos esos días que se apartan de la rutina: los días festivos, los cumpleaños y hasta los fines de semana. Pero al mantener nuestras mentes ocupadas con eso, ¿le dedicamos algún día a nuestro Señor? ¿Cuánto apreciaría Jesús que apartáramos uno de nuestros días especiales y se lo dedicáramos a Él? Eso es precisamente lo que hizo esta familia de Brasil y, como cabría esperar, el Señor los bendijo.

Luego de prepararse y organizar todo para el día que apartaron para el Señor, solo hacía falta que el Invitado de honor llegara. Jesús cumplió con la cita y le concedió a esta familia lo que necesitaba.

Me gustaría compartir un testimonio de lo que me pasó en el día que consagramos al Señor. El jueves, 24 de diciembre, perdí la vista del ojo izquierdo. El 25 de diciembre, con mi familia decidimos dedicarle el día al Señor. Todo el día escuchamos la voz del Hermano Branham, leímos la Biblia y oramos.

Por la tarde, toda la familia decidió reunirse a escuchar una cinta. Oramos juntos a las 6:00 p. m. y luego nos preparamos para escuchar un mensaje. Mi esposo estaba listo para colocar cierto sermón, pero cuando estaba a punto de empezar, sintió que el Señor lo dirigía a escuchar un mensaje titulado Él cuida de ti.

Al final del sermón, el profeta le pidió a una hermana que se pusiera de pie porque sufría de problemas de la vista. Al instante me puse de pie y el profeta empezó a hablar sobre mi vista y orar por mí. En ese mismo momento, sentí algo diferente: estaba recibiendo mi sanidad.

A la mañana siguiente podía ver perfectamente. Jesús subió al Cielo hace dos mil años y hoy en día sigue obrando milagros como en ese entonces, pues Él es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Por tanto, yo creo que hoy también se puede recibir sanidad por las oraciones de nuestro profeta. Mi profeta oró hace 50 años por esa hermana, pero aún surte efecto en nosotros y así será por siempre.

Dios los bendiga,

La Hermana Miriam Oliveira

Brasil