Queridos hermanos y hermanas:
Me gustaría compartir este testimonio para la gloria de Dios. Desde hace un tiempo, he sufrido de sangrado nasal. El mes pasado, estaba preparando el café de la mañana y escuchando el mensaje Liderazgo (65-1207), cuando comencé a sangrar por la nariz.
Como ya estaba acostumbrada y no me preocupaba demasiado, simplemente cogí una toalla de papel, apreté mi nariz con los dedos, incliné la cabeza hacia atrás y seguí preparando el café con la otra mano. En ese mismo momento, el Hermano Branham dejó de predicar, pues alguien le había entregado una nota.
Muy bien. [El Hermano Branham recibe una nota.—Ed.] “Por favor haga una oración por una señora aquí que está sangrando por la nariz”. Oremos:
Amado Dios, te pido, Señor, Tú eres el—el gran Sanador, y pido que Tu gracia y misericordia toquen a esta pobre mujer ahora mismo y detengas esa sangre. Como personas creyentes que nos hemos congregado, la señora ha venido aquí para disfrutar la Palabra del Señor y el compañerismo de la gente, y yo te pido, Señor, ahora mismo, que reprendas al enemigo y detengas la sangre. En el Nombre de Jesucristo. Amén. (Y lo creemos, nosotros creemos.)
Arrojé la toalla de papel, levanté la mano ¡y glorifiqué al Señor Jesús! ¡El sangrado se detuvo al instante! No he sufrido otra hemorragia nasal. ¡Verdaderamente este Mensaje es la Palabra Viviente! ¡La Voz de Dios para nosotros, Él Mismo revelándose personalmente a nosotros! ¡Gloria a Dios!
Dios los bendiga,
La Hermana Mary
Tucson, Arizona