20/03/2017
Su himno favorito: William Booth-Clibborn

En el año 1921, un evangelista de 28 años llamado William Booth-Clibborn acababa de culminar un avivamiento de carpas en la ciudad de Lodi, ubicada en el sur de Sacramento, California. Entusiasmado con los resultados, el Sr. Clibborn propuso continuar el avivamiento organizando más reuniones en el sur de California, así que instalaron una carpa adicional en una ciudad llamada Holtville.

Tras cumplir con todos los permisos y ordenanzas necesarias, el fuego de los servicios se vio literalmente apagado por las lluvias torrenciales y la baja asistencia. Al no poder pagar los costos de una semana de reuniones fallidas, Booth-Clibborn y sus ayudantes terminaron trabajando en el campo, cosechando maíz en los sembrados de la región, a fin de saldar sus deudas pendientes. El evangelista, abatido por las reuniones frustradas y al no estar acostumbrado a esos trabajos físicos, tocó fondo.

Pero, en medio de aquellos maizales, abrumado por la lástima propia, el Señor empezó a lidiar con el evangelista abatido. Él no tenía idea de que el Espíritu de Dios le inspiraría las palabras de los himnos más maravillosos que se han compuesto y uno de los favoritos del profeta de Dios.  

Mi corazón se conmueve; ese es mi himno favorito. Si tan solo conocieran el origen de ese himno. Mi amigo compuso ese himno, Booth Clibborn. Una noche, en un campo de maíz, y de rodillas allá afuera en oración, Dios le dio este himno. Y pienso que es uno de los—es insuperable en este día, cuando tantos creyentes formales niegan la deidad de Jesucristo, que Él no era más que un hombre, solo un profeta. Él era Emanuel.

¿Qué pensáis del Cristo? (54-0321)

Primeros años

William Booth-Clibborn

En 1908, Arthur Booth-Clibborn, su padre, se enteró de un grupo pentecostal creciente que estaba llevando a cabo reuniones en Londres, Inglaterra. La familia era de origen inglés, así que convenció a su hijo menor, William, de que lo acompañara en el viaje al avivamiento. Mientras recorrían uno de los trechos en tren, Arthur preguntó a su hijo de quince años: “¿William, no crees que deberías rendir tu corazón de nuevo a Dios?”. Esta pregunta conmovió su joven corazón. Había perdido el celo por arrepentimiento que experimentó en la primaria y acogió las reuniones de Londres con un hambre renovada por Dios.

Habiendo arribado a las reuniones, tanto el padre como su hijo se vieron cautivados al instante por lo que veían y escuchaban. Fue en esos servicios cuando el joven William quedó deslumbrado con los cantos angelicales y el fenómeno de hablar en lenguas. Su padre hablaba ocho idiomas y él, cinco, pero no reconocieron ninguno de los idiomas que oyeron.

En el primer servicio de Booth-Clibborn, el orador fue un convertido bautista que había recibido el Espíritu Santo unos días antes. Durante el llamado al altar, el joven Booth-Clibborne aceptó la invitación y se arrepintió con desesperación, orando hasta la madrugada. Durante los próximos días, el padre con su hijo asistieron en casas y distintos sitios a más reuniones llenas del Espíritu. El entró en desespero por tener su propia experiencia, la cual había visto a otro experimentar: el bautismo del Espíritu Santo.

Una noche, en la continuación de las reuniones, pasó al altar nuevamente. Fue entonces cuando algo ocurrió, según lo expresa:

Me descubrí cantando en un idioma hermoso, que desconocía en absoluto. Su fascinante y asombrosa armonía me saturó de un éxtasis indescriptible. Cada frase melodiosa expresaba a la perfección los sentimientos reprimidos de mi fogoso corazón. Directamente del altar de mi corazón, elevándose como humaradas ardientes, ¡el más fragante incienso alcanzaba el Trono!

Así comenzó su experiencia de fe, que lo llevó a las Asambleas de Dios primitivas y el movimiento pentecostal, y con el tiempo a aquellos maizales donde compuso, como muchos opinaríamos, la contribución más grandiosa de su vida:

Desearía tener la voz de un cantante. Si tuviera la voz de un cantante ahora mismo, me gustaría cantar para Uds. mi himno favorito, escrito por mi precioso amigo, William Booth Clibborn.

¡Qué bella historia, de Su excelsa gloria,

Bajó el Salvador, Jesús mi Redentor!

Nació en pesebre, despreciado y pobre,

Varón de lágrimas y de dolor.

¡Oh, cuánto le amo! ¡Y fiel le adoro!

¡Él es mi vida, mi Salvador, mi todo es Él!

El Rey de Gloria, vino a salvarme,

Y a revelarme al Dios de amor.

¡Qué gran misterio, tan incomprensible!

Cuando en la noche atroz, sin esperanza en pos; (¡Entonces vino el relámpago zigzagueante!)

Humilde y tierno Dios que Su esplendor dejó

Rebajándose a un pesebre, para nacer en un establo lleno de estiércol.

Rebajándose para ganar y salvar mi alma.

¡Oh, cuánto le amo! ¡Y fiel le adoro!

¡Él es mi vida, mi Salvador, mi todo es Él!

El Rey de Gloria, vino a salvarme,

Y a revelarme al Dios de amor.

Una súper Señal (59-1227M)