Mientras estaba en prisión, me decidí y dije: “Esta no es mi vida. No sé si tendré más esperanza, así que seré fuerte". Esa fue mi decisión.
Afortunadamente, el Hermano Macarthy de la Voz de Dios visitó esta prisión e instaló una biblioteca allí. Solíamos ir a esa biblioteca y leer sobre un profeta. Pregunté: "¿Quién es este hombre, William Marrion Branham?". Me contaron que era el séptimo mensajero y me hablaron con respecto al libro, un misterio, un Mensaje... Me convencí al ver el compromiso del Hermano Macarthy con los prisioneros.
La prisión era un infierno. Reinaba el dolor. Mucha persecución y castigos. De no ser por la Voz de Dios, nunca habría recibido una segunda oportunidad: la opción de servir a Dios. Solían ir a prisión y contarnos sobre Cristo y el Mensaje del profeta. Entonces desafié a Dios. Dije: “El 14 de febrero es mi cumpleaños. No quiero pasar mi cumpleaños en la cárcel. Oré por este asunto en la iglesia y en la celda de prisión. Con fe acudí a Dios y me liberaron. Desestimaron el caso y no me procesaron.
Cuando obtuve mi libertad, la primera persona que contacté fue el Hermano Macarthy y fui a la biblioteca a leer los libros. Pero mi nueva fe fue probada. Le pedí a un muchacho que le pidiera la llave de mi casa a otro joven y se la entregara a mi vecino; pero, con mi llave, entró en mi casa, la destrozó y robó todo, hasta la ropa de cama. Sentí la convicción de parte de Dios de perdonarlo. Fue difícil hacerlo.
El Hermano Macarthy y otro hermano solían venir a orar conmigo. Durante ese tiempo fue todo un reto, pero, por la Palabra, lo dejé pasar.