23/04/2018
En Él confío

Mas yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios.

Salmos 31:14

Hemos escuchado el dicho: “Vivimos en el mundo, pero no somos del mundo”. Este hermano joven se esforzó para guardarse del mundo y el Señor honró sus esfuerzos con un testimonio que leerán miles de personas en todo el mundo.

Deseo contarles cómo me brindó nuestro buen Señor otra oportunidad en la vida.

En la empresa donde trabajo aquí en Filipinas, me seleccionaron como uno de tres empleados que asignarían temporalmente a un proyecto en Indonesia. Cuando recibí la noticia de que viajaríamos a Indonesia el 27 de febrero, les pedí que oraran por mi viaje a mis hermanos y hermanas del Tabernáculo del Tiempo del Fin de Laguna, ubicado en San Pedro Laguna.

Mi trabajo requiere viajar con frecuencia y siempre, antes de partir, encomiendo todo al Señor en oración con mi familia, pero fue distinto aquel martes en la madrugada; sentía cierta inquietud y duda.

Llegar al aeropuerto tardaba más de dos horas en carro. Supongo que el conductor quería ir lo más cómodo posible y decidió poner música mundana.

Por lo tanto, me coloqué mis auriculares y escuché himnos. Al rato me quedé dormido en el vehículo. Me desperté al sentir un vaivén y me percaté de que el carro estaba dando vueltas sin control. Se volcó tres veces hasta impactar contra un árbol, lo cual lo detuvo.

Íbamos cuatro en el carro: el conductor, un compañero de la oficina en el asiento delantero, otro en el asiento posterior al del conductor y yo, que me encontraba al respaldo del asiento delantero. Nuestro conductor, quien se durmió mientras conducía, salió expulsado del carro a unos veinte metros de distancia.

Mi compañero de oficina, que se había sentado adelante, quedó abatido en el asiento de atrás. A mis dos compañeros los trasladaron de inmediato al hospital con heridas graves. Yo fui el único que salió ileso, sin siquiera un rasguño. ¡Gloria al Señor! Me apenó mucho que a algunos de mis compañeros tuvieron que operarlos por las heridas, pero en general el Señor se mostró muy misericordioso, pues pronto les dieron salida a todos del hospital.

En verdad Él es nuestro Protector. Siempre acude cuando lo necesitamos. Mi familia y todos en la oficina se maravillaron de que alguien pudiera sobrevivir ileso a tal accidente. ¡Oh!, yo Le amo.

Cuando regresé a la oficina, ni siquiera tuve que testificar del milagro que Dios obró en mi vida aquel día.

Mis compañeros de trabajo hablaron elogios de la presencia de Dios que siempre permanece entre Su pueblo, pues por sí mismos presenciaron los cambios que yo experimenté desde que recibí el Mensaje del profeta de Dios para nuestro día.

Dios los bendiga,

El Hermano Paul