09/03/2016
Sin saber qué decir

Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová.

Salmos 27:14

Alguna vez han pensado: “Señor, ¿cómo terminé en esta situación?”. En ocasiones el Señor nos permite llegar a una situación para saber cómo nos portaremos cuando estemos allí. Este hermano tuvo la oportunidad de ganar un poco de dinero; pero cuando consideró las circunstancias, se dio cuenta de que definitivamente esa no era la forma Cristiana de ganarse la vida. Mientras consideraba la oferta, recordó inmediatamente la Palabra de Dios y comprendió que era el momento de pararse por sus convicciones. Este es su testimonio:

Esta mañana el diablo tocó a mi puerta. Luego de trabajar hasta bien tarde en el proyecto de un hermano, me desperté a la mañana siguiente por el sonido de un auto a la entrada de mi casa. Me pregunté quién podría ser. Enseguida me di cuenta de que se trataba de un hombre que unas semanas antes me había vendido por Craigslist (sitio web de anuncios) unos artículos de segunda mano. Al parecer, ya había pasado antes por mi casa, pero yo no estaba.

Cuando salí, noté que en el auto lo acompañaban algunos amigos. Siempre estoy interesado en buenos negocios que me ahorren dinero, así que presté atención a lo que me ofrecía. Luego de no mostrar interés en algunos artículos, me ofreció una tarjeta de regalo de un gran supermercado que frecuento, la cual me estaba vendiendo a casi la mitad del dinero que contenía. Me interesó y acepté comprarla. La conversación continuó y se hizo evidente que esos artículos los conseguían de forma deshonesta; pero ya había acordado comprarlos. Me había metido potencialmente en un lío con personas para nada confiables.

Mientras ellos comenzaron a recordar algunas situaciones en las que casi los descubren en sus fraudes, incliné mi rostro y le pedí al Señor en silencio: “Señor, necesito que me ayudes”. Fue una oración así de simple y rápida.

Después de considerar rápidamente varias ideas, como pagarles para librarme de ellos y jamás volver a negociar con estas personas o explicarles que no quería comprar nada porque ofrecían artículos robados (lo cual probablemente habría ocasionado represalias); pensé en tomar la Comunión y no quería que esto fuera un impedimento. Entonces me di cuenta de que la idea de la Comunión no había sido mía, sino de Él. Su respuesta fue simple: “Comunión”. Prudente como una serpiente, los miré y dije: “Hoy no voy a negociar con ustedes, pues es domingo y más tarde tomaré la Comunión”.

Todos dejaron de hablar completamente y su reacción fue calmada y respetuosa, pero confusa. “Está bien; no hay problema”, contestaron. Inofensivo como una paloma, le estreché la mano, entré a la casa, alabé al Señor y cerré la puerta. Me percaté de que este mes habían aplazado la Comunión tres semanas (el tiempo perfecto de Dios).

“¿No es Él maravilloso, maravilloso, maravilloso? ¿No es mi Señor Jesús maravilloso?”.

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