06/05/2016
Regresando al rebaño

Y entonces, después de haberlas contado y que todas están acostadas, el pastor va junto a esta abertura por donde entran las ovejas, y él mismo se acuesta en esta abertura. Entonces no hay lobo que pueda entrar, no hay ladrón que pueda entrar, no hay perjuicio que pueda entrar, a no ser que primero pase por el pastor.

¡Qué cuadro de Cristo entregándose por nosotros, para que nada nos pueda lastimar a no ser que primero pase sobre Él! Entonces, si Ud. Está enfermo y dice: “Hermano Branham, la enfermedad pasó sobre Él”. Pero fue para la gloria de Dios. Es correcto. Él tal vez quiere darle a Ud. un testimonio. Como dijo el individuo una vez, vio al pastor con su-cargando una oveja. Y él dijo: “Bueno…” El… Tenía la pata toda vendada, y él dijo: “Pues, ¿Ud. qué…? ¿Qué sucede, se cayó por un peñasco?”.

Dijo: “No”, dijo, “yo le partí la pata”.

“¡Oh”! dijo él, “Ud. debe ser un pastor cruel para partirle la pata a su propia oveja”.

Dijo: “No, la oveja no me obedecía, entonces tuve que partirle la pata para cargarla, sobarla y amarla, y darle un poco de alimento especial, para que me ame y me siga”.

Y a veces Dios tiene que hacernos eso a nosotros.

El pastor del rebaño, 56-0403

Este hermano aprovechó muy bien sus días de convalecencia al dedicar de nuevo su vida al Señor. Mientras escuchaba atentamente, oyó que el profeta mencionó su problema y no dejó pasar la oportunidad de reclamar su sanidad. Se requirió que el Buen Pastor le brindara un poco de atención adicional a este hermano para traerlo nuevamente a su puesto del deber y darle un testimonio de victoria para compartir con la Novia de Cristo.

El miércoles, 26 de enero, asistí al servicio y cuando terminó me quedé un rato para limpiar la iglesia. Estaba esperando el autobús que me llevaría a casa y tuve que correr para alcanzarlo. En el intento, me torcí el pie izquierdo y todo mi peso recayó sobre este. Sentí un dolor muy fuerte, pero aun así tuve que caminar para tomar otros autobuses y el metro para llegar a casa.

Cuando llegué, le conté a mi esposa lo que había pasado y nos dirigimos al hospital. Me examinó un médico de urgencias, quien al día siguiente me realizó una radiografía y una tomografía computarizada. Había sufrido una fractura en el calcáneo. El médico me enyesó y me indicó reposar durante un mes.

En cuatro días llevarían a cabo la Santa Cena y el lavamiento de pies en la iglesia. Fui en carro y llevé una silla de ruedas, pues no quería perderme las actividades. Recordé que el Hermano Branham dijo que el pastor tuvo que romperle la pata a la oveja para brindarle Su cuidado especial.

Ese mes se lo dediqué al Señor: fortalecí mi relación con Él, le confesé mis errores y mis pecados, y me esforcé por darle lo mejor de mí. Renové mi celo por el Señor y le pedí otra oportunidad de continuar sirviéndole lo mejor que pueda conforme a lo que Él me requiera.

Servía al Señor en difusiones radiales y acostumbraba visitar la plaza local para colocar las cintas del profeta, a fin de que la gente pudiera escuchar la Voz de la Señal.

Ese mes mi rutina cambió, pero todos los días visité el sitio web de VGR y leí El Pan Diario. También leí los testimonios de las cintas y quería vivir una experiencia similar.

Ayer, mientras escuchaba el mensaje No te apoyes en tu propia prudencia, el profeta oró: “Yo oro por cada persona enferma, para que sea sanada, que los afligidos puedan caminar”. Entonces dije: “¡Amén! ¡Eso es para mí!”. Seguí escuchando el mensaje un rato y luego me alisté para ir al hospital. Creí en la oración del profeta y me aferré a ella. Le pedí al Señor que confirmara Su Palabra de Maquias 4:5 por medio del médico. Él me realizó una radiografía y luego me preguntó si había traído el zapato del pie izquierdo. Le respondí que no (estaba usando una bota ortopédica); entonces dijo: “Tiene que usar el pie al caminar y moverlo. Lo remitiré a quinesiología (rehabilitación)”. Cuando escuché esas palabras, agradecí al Señor Jesucristo en mi corazón, pues era lo que esperaba y además creía en lo que había escuchado en la cinta. Cuando llegué a casa, me coloqué los zapatos y empecé a caminar con la ayuda de un bastón.

No puedo hallar las palabras suficientes para agradecerle al Señor por esto. Es muy importante escuchar las cintas; el Mensaje está vivo y Dios aún habla por medio de su profeta. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.

A diario oro por mi vida, pues quiero obrar rectamente ante el Señor y enmendar mis errores. Estoy muy agradecido por esta nueva oportunidad de creer en las palabras del profeta. Dios es rico en misericordia y gracia.

Espero que este breve testimonio los ayude en su vida. Que Dios bendiga a cada hermano y hermana de la Novia de Jesucristo.

Shalom,

El Hermano Carlos Porres

Argentina