El miércoles, 26 de enero, asistí al servicio y cuando terminó me quedé un rato para limpiar la iglesia. Estaba esperando el autobús que me llevaría a casa y tuve que correr para alcanzarlo. En el intento, me torcí el pie izquierdo y todo mi peso recayó sobre este. Sentí un dolor muy fuerte, pero aun así tuve que caminar para tomar otros autobuses y el metro para llegar a casa.
Cuando llegué, le conté a mi esposa lo que había pasado y nos dirigimos al hospital. Me examinó un médico de urgencias, quien al día siguiente me realizó una radiografía y una tomografía computarizada. Había sufrido una fractura en el calcáneo. El médico me enyesó y me indicó reposar durante un mes.
En cuatro días llevarían a cabo la Santa Cena y el lavamiento de pies en la iglesia. Fui en carro y llevé una silla de ruedas, pues no quería perderme las actividades. Recordé que el Hermano Branham dijo que el pastor tuvo que romperle la pata a la oveja para brindarle Su cuidado especial.
Ese mes se lo dediqué al Señor: fortalecí mi relación con Él, le confesé mis errores y mis pecados, y me esforcé por darle lo mejor de mí. Renové mi celo por el Señor y le pedí otra oportunidad de continuar sirviéndole lo mejor que pueda conforme a lo que Él me requiera.
Servía al Señor en difusiones radiales y acostumbraba visitar la plaza local para colocar las cintas del profeta, a fin de que la gente pudiera escuchar la Voz de la Señal.
Ese mes mi rutina cambió, pero todos los días visité el sitio web de VGR y leí El Pan Diario. También leí los testimonios de las cintas y quería vivir una experiencia similar.
Ayer, mientras escuchaba el mensaje No te apoyes en tu propia prudencia, el profeta oró: “Yo oro por cada persona enferma, para que sea sanada, que los afligidos puedan caminar”. Entonces dije: “¡Amén! ¡Eso es para mí!”. Seguí escuchando el mensaje un rato y luego me alisté para ir al hospital. Creí en la oración del profeta y me aferré a ella. Le pedí al Señor que confirmara Su Palabra de Maquias 4:5 por medio del médico. Él me realizó una radiografía y luego me preguntó si había traído el zapato del pie izquierdo. Le respondí que no (estaba usando una bota ortopédica); entonces dijo: “Tiene que usar el pie al caminar y moverlo. Lo remitiré a quinesiología (rehabilitación)”. Cuando escuché esas palabras, agradecí al Señor Jesucristo en mi corazón, pues era lo que esperaba y además creía en lo que había escuchado en la cinta. Cuando llegué a casa, me coloqué los zapatos y empecé a caminar con la ayuda de un bastón.
No puedo hallar las palabras suficientes para agradecerle al Señor por esto. Es muy importante escuchar las cintas; el Mensaje está vivo y Dios aún habla por medio de su profeta. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
A diario oro por mi vida, pues quiero obrar rectamente ante el Señor y enmendar mis errores. Estoy muy agradecido por esta nueva oportunidad de creer en las palabras del profeta. Dios es rico en misericordia y gracia.
Espero que este breve testimonio los ayude en su vida. Que Dios bendiga a cada hermano y hermana de la Novia de Jesucristo.
Shalom,
El Hermano Carlos Porres
Argentina