11/05/2017
Servimos a un Dios muy poderoso

Son incontables los testimonios de lo que el Señor ha hecho por la gente mientras escuchan al profeta o leen la Biblia. Ya sea solucionar cuestiones importantes o sanar, nuestro poderoso Dios está obrando maravillas entre los creyentes de hoy. Este es otro testimonio que muestra que el Señor sigue hablando a Su pueblo por medio de la voz del Hermano Branham:

Me gustaría compartir un testimonio sobre una experiencia que viví con el Señor en junio del 2016:

Me comenzó un dolor en el área debajo del hombro izquierdo. Pasados tres meses, empeoró.

A finales de agosto, acudí a una cita médica con motivo del hígado (por hepatitis B), en la que me habían programado una radiografía. Mientras los radiólogos efectuaban la radiografía, de repente me preguntaron si alguna vez había sufrido dolor en las zonas cercanas o inferiores al omoplato izquierdo. Cuando confirmé, me anunciaron que tenía un cálculo en el riñón y que si se agrandaba necesitaría una cirugía.

Ese día, tras la cita, regresé a casa y le encomendé la situación completamente a Dios. Desde que rendí mi vida a Dios, siempre me duermo y me despierto oyendo los mensajes del Hermano Branham y me levanto a orar a las cuatro de la madrugada.

El 9 de enero de este año, cuando me levanté por la mañana para orar, escuché al Hermano Branham decir esto mientras oraba por los enfermos:

Allí mismo en el extremo hay otra señora de color sentada, mirando, eso casi—casi la hace pedazos. Me está mirando directamente. Ella lo cree. ¿No ven Aquello que está a su lado? Ella está sufriendo del riñón. Así es. Ya concluyó todo; Él la sanó. Amén.

La Señal (64-0308)

En cuanto dijo eso, respondí en mi corazón: “Amén, Señor; lo creo y Te agradezco por mi sanidad”. Apenas pronuncié esas palabras, me dio una sensación de frío en la zona dolorida, como si me hubieran colocado hielo, y luego se desvaneció el dolor.

Trascurridos tres días, el dolor se intensificó como nunca antes. El diablo se empeñó en atacarme diciéndome que mi sanidad era solo una farsa; pero yo seguí creyendo y le dije al diablo que era un mentiroso y que el Señor ya me había sanado en la cruz del Calvario. Sin embargo, él siguió regresando.

Cada vez que regresaba, le repetía: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

En febrero tenía programada otra radiografía y esta vez examinarían el hígado y ambos riñones. Los resultados indicaron que no tenía nada en los riñones y los médicos ni recordaban cuál era el riñón del cálculo. El Señor no solamente me sanó de los riñones, sino que los resultados también mostraron que el hígado estaba completamente normal.

¡Qué poderoso Dios es al que servimos! ¡Él siempre cumple Sus promesas y nunca nos falla!

Su Hermana en Cristo, Ila

Massachusetts