28/04/2020
Huellas en las arenas del tiempo

Las vidas de los grandes hombres nos hacen recordar

Que podemos hacer sublimes las nuestras,

Y al partir, dejar detrás de nosotros

Huellas, en las arenas del tiempo.

Huellas, que quizás otro,

Mientras navega sobre el solemne mar de la vida,

Algún hermano desanimado y naufragado,

Viendo, cobre ánimo de nuevo.

Dondequiera que vayamos, lo que sea que digamos y hagamos, estamos dejando atrás huellas. Algunas de estas huellas serán recordadas por años, por lo que siempre debemos ser cuidadosos en cada aspecto de nuestra vida y preguntarnos: ¿Qué huellas dejaré en esta vida? ¿Animarán mis pasos los corazones rotos y plantarán una semilla que siempre será recordada porque vieron a Cristo en mí?

El siguiente testimonio trata sobre unos jóvenes desconocidos, cuyas huellas, muchos años después, siguen siendo apreciadas por una madre agradecida.

Espero que este testimonio los ayude. Hace unos años trabajé con muchas mujeres que siempre usaban pantalones para trabajar. Obviamente siempre usaba un estilo de ropa modesto: un vestido o una camisa y falda. En muchas ocasiones, mis compañeros de trabajo me preguntaron por qué nunca usaba pantalones. Yo los ignoraba o simplemente decía que, como era una mujer, no usaba pantalones. Me frustraba que la gente no pudiera dejarme en paz y ocuparse de sus propios asuntos.

Una mañana oré sinceramente al respecto y me pregunté si mi forma de vestir hacía alguna diferencia. Le pedí al Señor que me revelara esto y que me diera una actitud dulce y correcta para ser una buena testigo. Bueno, el mismo día que oré por esto, una señora del trabajo me preguntó lo mismo: "¿Por qué usas falda todo el tiempo?". Me abordó de una forma respetuosa y no tan agresiva como otros. Me sentí guiada a contarle que era una creyente del Mensaje, que creía en la sanidad por fe y que hay un capítulo en Deuteronomio que dice que las mujeres no deben usar vestimentas que pertenezcan a un hombre. Ella mencionó que era Bautista, pero que conocía a los creyentes del Mensaje y les tenía mucho respeto.

Luego casi se pone a llorar al recordar una experiencia que vivió hace más de 15 años en la cafetería Furr, en Tucson. Un domingo por la tarde, ella y su hija de dos años estaban en la fila para comprar algo de comer. Muchos de los que viven en Tucson, saben que la gente que asiste a varios servicios de iglesia van después a la cafetería Furr. Su hija tenía una grave enfermedad que le afectaba la respiración y su médico le iba a practicar una traqueotomía la semana siguiente. Después de la cirugía, la niña necesitaría un ventilador para respirar por la tráquea el resto de la vida.

Mientras hacían la fila, su hija se veía muy incómoda y molesta. Ya no podía consolarla y se iba a marchar. En ese momento, un grupo de jóvenes creyentes del Mensaje —en edad de escuela secundaria— que también se encontraban en la fila, preguntaron si podían orar por su hija. Ella dijo: "Sí, por favor, por supuesto". Casi inmediatamente después de que estos jóvenes oraron por su hija, ella comentó que estaba respirando normalmente. Se alejaron y disfrutaron de su comida. Ella cree que su hija sanó instantáneamente ese día. Lo que más le llamó la atención fue la edad de los jóvenes que se tomaron el tiempo y se interesaron en ayudarla. La niña ahora tiene más de 18 años y, desde el día de su sanidad, respira bien por su cuenta. Gracias, Señor, por ser misericordioso. Gracias, Señor, por destinar a los creyentes a ayudar y dar testimonio. Esto ha fortalecido mi fe tremendamente.

Hermana Hope

Estados Unidos

El salmo de la vida de Longfellow

No me digas con voz doliente:
¡La vida es un sueño vacío!
Y el alma que duerme está muerta,
Y las cosas no son lo que parecen.

¡La vida es real! ¡La vida es seria!
Y la tumba no es su meta;
Polvo eres y al polvo volverás,
Al alma no se refería.

Ni placeres ni amarguras
Son nuestro destino o trayecto;
Sino actuar para que mañana
Nos encontremos más lejos que hoy.

El arte es lento y el tiempo efímero,
Y nuestros corazones, aunque firmes y valerosos,
Como, tambores apagados, están latiendo;
Marchas fúnebres hacia la tumba.

En el extenso campo de batalla del mundo,
En el campamento de la vida,
¡No seas como ganado tonto que es conducido!
¡Sé un héroe en la lucha!

¡No confíes en el futuro, aunque sea agradable!
¡Deja que el pasado muerto entierre a sus muertos!
¡Actúa, actúa en el presente!
Con el corazón y ¡Dios adelante!

Las vidas de los grandes hombres nos hacen recordar
Que podemos hacer sublimes las nuestras,
Y, al partir, dejar detrás de nosotros
Huellas, en las arenas del tiempo.

Huellas, que quizás otro,
Mientras navega sobre el solemne mar de la vida,
Algún hermano desanimado y naufragado,
Viendo, cobre ánimo de nuevo.

Entonces, levantémonos y actuemos,
Con un corazón dispuesto para cualquier destino;
Que sigue triunfando y esforzándose,
Aprende a trabajar y a esperar.