20/05/2016
El arma más poderosa

Así que entro allá, y entonces el Hermano Evans entra y se consigue algo para comer y estaciona su carro allí afuera. Cuando él sale (con toda su ropa), y de la familia y todos ellos, él había quedado sin carro ni nada. Todo había desaparecido. Pues, el pobre hombre, el Hermano Evans es un hombre como todos nosotros, él tiene un pequeño negocio allá y trabaja en carros, compra carros destrozados y los arregla. Es un hombre pobre, y gasta su dinero en venir aquí porque él cree en este tipo de Evangelio. Estoy orando que Dios les envíe un mensajero allá en alguna parte, para ayudarlos en esa región.

Ahora, el Hermano Evans vino, así que él no sabía qué hacer. Él había notificado a la policía y no pudieron hallarlo. Así que vino a casa, él con el Hermano Fred y los demás, nos sentamos en el cuarto y hablamos sobre eso. Yo dije... “Ahora”, lo hacemos de esa manera, nos sentamos en el cuarto, averiguamos lo que sucede, y luego nos acercamos a Dios. Así que cuando le pedimos al Señor que “hiciera regresar al hombre que tenía el carro, hacerlo dar vuelta y enviarlo de regreso, dondequiera que estuviese…”

Por lo general ellos los llevan allá alrededor de Bowling Green o alguna parte, los sacan de aquí de la zona de peligro, ¿ven Uds.?, para que puedan...hasta que los pintan de nuevo y los arreglan. Este era un carro bonito, pienso que era una camioneta. ¿Es correcto eso, Hermano Evans? Era una—una camioneta.

Pues, y lo que aconteció, nos arrodillamos y oramos. Y el-el Señor nos dio testimonio, todo estaba bien, todo estaba bien. Pues, entonces el poder del Señor entró con nosotros. El Hermano Evans sale y se pone en marcha, guiado para ir por cierto camino.

Él había regresado aquí mismo a Jeffersonville. El carro fue robado en Louisville; aquí estaba su carro estacionado allí con más o menos suficiente gasolina para llevarlo… ¡oh!, que se había usado para llevarlo hasta cerca de Bowling Green y regresar. Ellos se bajaron del carro, detuvieron el carro, dejaron la llave puesta, se fueron caminando y lo dejaron estacionado allí, aquí mismo en Jeffersonville donde él podría hallarlo; no en Louisville, aquí en Jeff., lo trajeron de regreso desde por allá.

Saben, el Señor puede hacer que los pájaros Le obedezcan, Él puede hacer que el hombre Le obedezca, Él puede hacer que su enemigo Le obedezca. Él... Sí, señor, Él es Dios. Aquí estaba su carro sin que le faltara una sola cosa, sólo como medio tanque de gasolina donde él casi había llegado a Bowling Green, y el Espíritu Santo debe haber dicho: “¡Da la vuelta! Regresa allá y lleva ese carro a Jeffersonville. Estaciónalo aquí mismo en la calle, y estaciónalo aquí mismo, (porque voy a enviarlo exactamente por este camino y por este camino para que lo encuentre)”. ¿Es correcto eso, Hermano Welch? Eso es correcto. ¿Ven?

Apocalipsis, capítulo 4, parte 3, 61-0108

¿Cuántos de nosotros podemos vernos en la Biblia? Muchas de las historias que leemos se aplican perfectamente a nuestra vida. Si el Mensaje del Hermano Branham se impartió en el mismo Espíritu de la Biblia, entonces también podemos aplicar muchos de sus testimonios a nuestra situación. A este hermano le robaron una propiedad muy valiosa y él actuó igual que otra familia hace casi sesenta años. El siguiente es un testimonio muy conocido, pero con un personaje diferente y de otro país.

Estaba trabajando por la noche y me dirigí a un lugar para comprar un perro caliente con que cenar. Estacioné el auto a menos de seis metros del puesto donde vendían los perros calientes y no aseguré las puertas mientras esperaba que lo prepararan. 

De repente, un hombre abrió la puerta del carro y se llevó el iPod que estaba conectado al radio. Cuando regresé al auto, no encontré el iPod, sino solo el cable. Cuando indagué si alguien vio que abrieron la puerta de mi auto, todos contestaron que no. Ocurrió muy rápido. Estaba muy angustiado.

Me fui de allí y regresé a trabajar; entonces me arrodillé y oré: “Señor, ese iPod solo contiene Tu Palabra y ese hombre no sabe lo valioso que es para mí”. Compúngelo y, por favor, devuélveme mi iPod en el Nombre de Jesús”.

Al día siguiente, regresé allí para comprar mi cena y me encontré con el hombre, que me estaba esperando con el iPod en la mano, listo para devolvérmelo.

Bendito sea el Señor.

Dios los bendiga a todos,

El Hermano Raimundo

Angola