02/06/2020
Artículos archivados: Finlandia, parte 10

La siguiente es la conclusión de nuestra serie de la publicación de 1950 HYVÄ SANOMA (Las Buenas Nuevas), escrita originalmente en finlandés y traducida al inglés.

LA ESPERANZA DE LAS NACIONES

"Oh, Salvador, a Quien la tierra está esperando
y ¡con Quién hemos soñado durante tanto tiempo!
Oh, ten misericordia de Tu pueblo anhelante
¡Y danos el reino de la paz!”
.

En las noches, cuando regresaba de las reuniones de Branham en Helsinki y Kuopio, constantemente escuchaba los mismos comentarios que en San Lucas: "Hoy hemos visto maravillas”. Al final de un servicio, el Hermano Lindsay dijo: "Esta noche han visto y oído cosas que muchos reyes y profetas habrían querido presenciar, pero no pudieron”. La fe se incrementó en cada reunión, y si tan solo hubiéramos podido continuar, ¿qué habría sucedido? Puesto que “¡todo es posible para el que cree!". Estamos a punto de empezar una nueva edad.

Hace casi dos mil años, había un hombre solitario en la tierra. A los ojos de la gente, era solo el hijo de un carpintero, que se compadecía de los pecadores y de los enfermos; de toda esa pobre gente que estaba sometida por el enemigo. Él tenía un Evangelio maravilloso para predicar del Reino Celestial, al Cual las personas de esa época podían llegar por medio de Él. A los pecadores oprimidos por el diablo, les declaró el perdón de los pecados. Cuando se acercaron a Él, hizo obras poderosas en la vida de los ciegos, sordos, leprosos y cojos. Él, Jesucristo, el único Hijo de Dios, recibió de los sumos sacerdotes y del gobierno una corona de espinas, una vestidura de burla, azotes, insultos y, además, el madero de la cruz, donde fue clavado como alabanza por Sus buenas obras.

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
Isaías 53: 4-5

Y ahora, casi 2000 años después, ¡de repente regresamos a los días de nuestro Salvador y los apóstoles! Vi cómo los cojos dejaban sus muletas, los sordos oían, los ciegos veían y los mudos hablaban. Pude hablar con ellos, tocarlos con mis manos y notar su gozo y sus lágrimas de felicidad. Estos días han sido maravillosos, pues podemos vivir bajo la bendición del Evangelio completo y esperar que continúen por la gracia de Aquél que es el autor, consumador y perfeccionador de nuestra fe. ¡Gloria a Dios!

Vi la multitud de cientos de enfermos, que se apresuraban a entrar a las reuniones en sillas de ruedas y postrados en camillas, gente lamentable que necesitaba ayuda constantemente. Vi a personas con retraso mental, poseídas y víctimas de diferentes dolencias miserables, pero una luz de esperanza se encendió dentro de mí, pues vendrá un tiempo en que todas las maldiciones de este mundo se acabarán. La medicina nunca había estado tan avanzada como en nuestro día y, sin embargo, nunca ha habido tantos enfermos como ahora. La única esperanza para esta humanidad enferma es la pronta venida de Jesucristo y el reino milenario de paz que viene a la tierra. Entonces la humanidad, que ha sido atormentada y perturbada por el diablo, podrá descansar bajo Su ala.

¡Inconversos, cambien de actitud y crean en el Evangelio para que formen parte de ese gran día que pronto llegará! Cuando veamos la angustia de la humanidad, unámonos en oración: "¡Ven, Señor Jesús, la única esperanza de las naciones! ¡Ven y quita la maldición del pecado de los confines de la tierra y danos el reino de paz que anhelamos!".

Unto Kunnas