08/05/2018
El estante de medicina de Dios

15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,

Lucas 17:15

Entre el 2017 y el 2018 se sufrió una temporada de gripe devastadora en Norteamérica. Solamente en los Estados Unidos, se estima que 34 millones de personas contrajeron la gripe, de las cuales más de 700 000 fueron hospitalizadas. Todos nos hemos enfermado de gripe y sabemos que sencillamente hay que esperar que pase. Algunos dicen que dura unos días y otros dicen que uno se recupera a la semana, pero todos sabemos que no existe una medicina en el mundo que la desvanezca instantáneamente; a menos que abramos el estante de medicinas de Dios.

Esta hermana sabía exactamente qué medicina tomar cuando sintió que se acercaba la epidemia y ahora agradece al Gran Médico.

El 14 de febrero, me desperté con mucosidad nasal y, suponiendo que era solo un resfriado, continué el día con mis quehaceres.

Hacia las 2:30 p. m., comencé a sentirme muy agotada, así que dejé a mi bebé en la cuna y me recliné en el sofá por unos minutos. Entonces, sentí que los síntomas de la gripe me atacaron; me sentí con escalofrío y desfallecida. Entré en pánico porque mi bebé estaba llorando. Traté de alzarlo, pero se me doblaron las rodillas y supe que iba a desmayarme. Con la fuerza que me quedaba, le pedí a mi hijo que llamara de inmediato a mi hermana. Ella vive en la cuadra, así que pronto llegó a acompañarme.

Al medirme la temperatura, se percató de que tenía fiebre. Le pedí que orara por mí. Con mi hijo de seis años y su hijo de cuatro, se arrodilló a mi lado y oró. Luego, le pedí que pusiera a sonar una cinta. Ella echó mano de mi celular y reprodujo la cinta que estuve escuchando esa semana: Tu amorosa bondad.

Escuché la línea de oración y enseguida sentí que una paz me sobrevino. Cuando pasaron unos discernimientos, acepté mi sanidad y supe que ahí mismo el asunto había concluido.

Le pedí a mi hermana que volviera a medirme la temperatura y, no extrañándome, ya se había desvanecido la fiebre. Luego me levanté y sostuve a mi bebé sin el menor esfuerzo. Todos saben que ni siquiera un acetaminofén puede bajar la fiebre tan rápido y ningún medicamento contra la gripe surte efecto en menos de 24 horas. Mi Dios suple todas mis necesidades y, como dice mi profeta, “en la condición en que esté Ud., Dios tiene el remedio en su gran estante de medicina”. Uno solo tiene que echar mano de lo que necesita. Al final de esa cinta, el Hermano Branham dijo: “Muy bien, señora, pase aquí adelante a testificar dando gloria a Dios”.

Por tanto, escribí mi propio testimonio.

El Señor Jesús me obsequió una canción que me gustaría compartir con la Novia de Cristo.

El Tiempo a Solas

Entra y cierra la puerta,
No es un espectáculo público,
Cruza el velo.

Él pensó en ti antes,
Cuando por Sí mismo creó el mundo;
Se encontrará contigo en ese lugar secreto,
Cara a cara (gracia, gracia, gracia).

En ese lugar secreto,
Te revelas ante mí;
En ese lugar secreto,
Así como dijiste que sucedería.

En ese lugar secreto,
Te manifiestas tan real ante mí;
En ese lugar secreto,
Estamos preparándonos.

Cuando Él me moldeó en secreto,
Aun antes de crearme,
Mi nombre quedó escrito allí.

Él escogió la simplicidad,
Me dio oídos para escucharlo plenamente,
Pues Cristo está en mí, la esperanza de gloria;
Este permanecerá mi testimonio para siempre.